Las luces de las habitaciones se encienden. Los estoy despertando a todos, pero no me importa, necesito llegar hasta él como sea. Abro la puerta de la calle y siento que me ahogo. Jamás el mundo me pareció tan grande. No sé por dónde empezar a buscarle. Lloro angustiada y corro por el jardín. Necesito saber que no está en el cobertizo. Con angustia, descubro que no hay rastro de él. Vuelvo a la casa para coger las llaves del que todavía es mi coche cuando un vehículo con luces azules se para en la puerta.

—Sara. —El padre de Lucas, uno de mis mejores amigos. Es agente de protección civil.

—No, por favor... —Sé lo que va a decirme y camino hacia atrás.

Veo que llega otro coche. Es el que usan los médicos del centro de salud y todas mis sospechas se confirman.

—Traigo una mala noticia...

—NO... vete. ¡VETE! —Me niego a escucharle. Quiero creer que si no oigo lo que viene a decirme no habrá pasado. Se acerca hasta mí y me abraza.

—Lo siento, hija. Lo siento mucho.

Los médicos corren hasta mi madre, que está en la puerta. Todos en el pueblo conocen su estado de salud y saben que toda precaución es poca con ella ante una noticia así.

tres meses y medio después...

—Sara, hija, ¿a qué hora era la entrevista?

—A las cuatro.

—Date prisa o llegarás tarde. Todavía te queda una hora de camino.

—Tranquila, mamá. Está todo controlado... —Salgo de la habitación—. ¿Voy bien? —pregunto mientras me pongo delante de ella.

—Estás preciosa, cariño. —Se acerca a mí y coloca uno de los botones de mi camisa mientras sus ojos comienzan a aguarse. Estos meses sin él están siendo un infierno para todos—. Siento tanto que tenga que ser así... —Llora.

—Mamá, ya hemos hablado sobre esto.

—Lo sé, cariño, pero ni papá ni yo hubiéramos querido esto para ti. Estábamos seguros de que ibas a llegar lejos. Eres una gran estudiante y merecías algo mejor que limpiar casas. —Seca sus lágrimas con un pañuelo de papel y siento pena. Cada día está más débil y delicada.

—Nunca es tarde para eso. —Tomo su delgada barbilla y beso su cara—. Cuando nos vaya mejor podré retomarlo. He hablado con los profesores y van a convalidarme algunas asignaturas si decido volver. —Miro el reloj—. Tengo que irme, prométeme que hoy ya no llorarás más —asiente, poco convencida, y salgo de la casa.

Durante el trayecto le voy dando vueltas a todo. Hemos conseguido alargar el desahucio unos meses más gracias al doloroso dinero que está recibiendo mi madre, pero todavía tenemos una gran deuda que pagar. Mi padre sabía lo que hacía... Dos semanas después de lo ocurrido descubrí que había estado hablando con un abogado el día antes de su muerte y que se había informado de todo. Prácticamente lo preparó. Desde entonces tengo sentimientos encontrados. No sé si amarle por ese gran gesto en el que lo único que demostró fue su amor por nosotros u odiarle por todo el daño emocional que nos ha generado desde entonces.

Varios minutos después aparco en la entrada de la casa donde me harán la entrevista. Desde fuera parece una mansión. Es inmensa y todo se ve muy lujoso. Aliso mi camisa y camino hasta la puerta. Necesito como sea conseguir este trabajo, no me queda tiempo para buscar otro y tengo que pasar la prueba como sea. Aprieto el botón del telefonillo y espero. Tras un largo pitido y sin que nadie pregunte al otro lado, la puerta se abre.

—¿Hola? —le hablo al telefonillo para pedir permiso, pero no obtengo respuesta. Camino despacio hacia el interior y nadie sale a recibirme—. ¿Hola? —vuelvo a decir cuando he avanzado un poco más, pero todo sigue en silencio.

—Buenas tardes. —Alguien habla a mi espalda y me sobresalto. Me giro y veo a un hombre moreno de unos cincuenta años apoyado en una columna de mármol. Tiene los brazos cruzados y parece muy seguro de sí mismo. Lleva puesto un traje blanco y la luz refleja en su cabeza rapada.

—Hola... —contesto. Su presencia me incomoda. Sonríe y no me inspira confianza. Sus ojos repasan mi contorno de una manera extraña y me tenso.

—¿Eres Sara? —Oír mi nombre salir de su boca me produce un escalofrío.

—Sí, señor. —Mi voz tiembla—. Yo... vine para hacer una entrevista... ¿Podría indicarme? Quedé con una mujer llamada Lorena.

—Lorena es una de mis asistentas y quien concertó la prueba, pero con quien hablarás será conmigo.

—Ohm... Disculpe entonces. —Cruzamos miradas e instintivamente bajo la mía. Sus ojos marrones son tan penetrantes que hacen que me sienta diminuta.

—Yo seré quien te explique todo lo que tendrás que hacer. —Se acerca y se detiene detrás de mí. Noto sus ojos pegados en mi cuerpo y mi vello se eriza. Saldría corriendo en este mismo momento, pero me contengo. No puedo hacer eso, necesito el puesto como sea o mi familia se verá en la calle...


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La Marca de Sara - (GRATIS)Where stories live. Discover now