DOMINGO 31

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Las cosas habían ido mejor de lo que esperaba, mis padres me habían dicho que la siguiente semana podría volver a casa. Pensaban que haberme alejado casi un mes de Alex me habría ayudado a quitarme las ideas suicidas que había tenido, pero que jamás había tenido. Estaba sentada en mi cama, mis padres habían salido a dar una vuelta. Yo estaba sentada en mi cama esperando a que llegase Alex. No recordaba de dónde había sacado esas pastillas, pero había sido más fácil de lo que imaginaba. Mintiendo, con mentiras es todo más fácil. Llegué a casa y ya no me encontraba bien, no cené y me fui a mi cuarto. Cuando mi madre entró se me encontró medio desmaya. Registraron el bolso y lo vieron. Y la primera conclusión a la que habían llegado era que me las había dado Alex. Porque a mis padres no le gustaban chicos como él, y si yo lo hubiese conocido antes tampoco me habría gustado.

Un par de días después ya estaba en casa de mis abuelos y teniendo una charla seria con mi abuelo. Se lo conté todo, el por qué lo había hecho como la semana anterior. Entonces había venido mi madre y había tenido una charla conmigo diciéndome que este tipo de cosas no se tenía que hacer y yo le dije que realmente lo entendía. Lo que no entendía era como podía vivir Alex de esa forma. Cuando acabamos la charla con mi madre, subieron los dos y hablaron conmigo, me prohibieron ver a Alex. Pero a nadie le pueden prohibir ver el Sol, ¿verdad que no?

Y entonces entró él por la ventana sorprendiéndome. Le sonreí, cuantas noches había soñado en verlo entrar por la ventana como un par de veces había hecho. Me sonrió y corrí hacia él. Su olor me impregnó, olía a limpio, a jabón mezclado con tabaco. Lo abracé más rápido para coger más olor. Me subió a la cama, ahora estaba más alta que él. Miré sus ojos verdes y algo pasó, una cosa que no suele suceder. Esa sensación que por unos segundos el mundo se para y éramos tan solo Alex y yo, sus ojos verdes y mis ojos azules. Le despeiné el pelo negro como el azabache para seguir con la acción. Alex me cogió por la cintura, y aunque muy delicadamente, me tumbó en la cama. Lo tenía encima, me apartó el pelo de mi cuello y me lo besó. Lo besaba despacio, pero desesperado a la vez. Como si quisiera memorizar cada milímetro de mi piel. Y me dejé llevar, cogí su ropa y lo atraje hacia a mí. Lo que sentía ahora mismo nunca lo había sentido nunca. La puerta de mi cuarto se abrió.

-¡Dios!- Esa era la voz de mi hermana. Alex en cuanto había oído la puerta había salido de encima de mí, pero yo seguía atontada a causa de sus besos. De detrás de Daniel salió David y entonces me morí ahí mismo.

-Creía que tus padres no te dejaban verlo, no me habías dicho que ya te habían dado permiso.

-Y no lo han hecho.- Me levanté de la cama, como siempre mi hermana la bocazas. En el fondo la quería.

-Quieres callarte, Dani.- Puso cara de asco, pero la que yo tenía le daba mil vueltas.

-Mejor me voy, creo que tenéis que hablar.- Me dio un beso en la mejilla y salió por la puerta seguido por mi hermana. Vi a Alex irse, y un vacío en mi corazón.

-¿De qué coño iba?- David parecía realmente enfadado

-¿Puedes cerrar la puerta?- La cerró y se sentó al lado de mi cama.

-Pensaba que lo que teníamos era algo especial.

-¿Algo especial? Mira David, no quiero ofenderte, pero hacer lo que hacemos no es nada especial. Te acuestas conmigo porque no tienes a nadie. No espera, déjame acabar. Y yo puede que lo haga porque no tengo con quien nadie más estar o puede que porque nunca he estado enamorada. No digo que no, pero no puedes pretender que me quede siempre contigo. Eres mi mejor amigo, y esto no está bien. Tenemos que superarlo de una vez. Lo harás por mí.- David asintió. Luego me abrazó, supongo que se lo había tomado mejor de lo que pensaba.- Por cierto no...

Atentamente, tu Alex || en corrección ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora