DOMINGO 25

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Estaba delante de la puerta. En realidad era una casa muy grande. Un par de pisos. Cuando fui por primera vez en la fiesta que hizo la verdad es que ni me di cuenta. Realmente no quería estar ahí, y ahora... Ahora tampoco. Cuando conocí a Alex, lo último que pensé era que tuviese una casa así. Parecía muy nueva, el jardín delantero era grande y el de atrás parecía aún mayor. Había grandes ventanales que daban al interior. Por un momento me imagine a Alex desnudo yendo de un lado al otro y yo, desde la entrada lo veía. El edificio era todo gris. Entonces entendí que su padre debía tener mucho dinero.

No tardó mucho en aparecer un hombre que abrió una gran puerta de color marrón. Me situé delante de la puerta. El hombre me miró, la verdad es que no sabía que decir. La sangre se me heló. Iba vestido con el pijama. Pero lo importante, ¿Era Paul? ¿Era el padre de Alex?

-Soy Callie, ¿eres...mmm... Paul? ¿El señor Smith?

-No, se llama Thomas.- Una voz de mujer salió de detrás del hombre que le dejó sitio y al fin la pude ver. Era igual que Alex: pelo negro, demasiado negro, y los ojos verdes. Claramente era más bajita que él, pero aun así imponía respeto como él. Me miró y se sorprendió, abrió los ojos.- Ooh...Vaya. Veo que al final te ha encontrado.

-¿Perdone?

-Ven querida, entra. Ya sé porque has venido.- Subimos al segundo piso, entramos a una habitación que la puerta era pequeña pero escondía una estancia enormemente grande. Había una cama de matrimonio con unas sábanas de color negro y unas almohadas blancas. Un enorme armario empotrado a la pared del fondo y un escritorio de cristal con un enorme ordenador. Puede, que, en ese momento, entendí porque me lo había escondido. Si me lo hubiese enseñado antes quizá lo habría preferido por todo eso.

-¿Es...?

-Sí, es su cuarto. Antes había sido el estudio de su padre. Su cuarto queda al final del pasillo, pero está cerrada. Ahí solo hay lo que tenemos que tirar.- Me giré para mirarla.

-U olvidar ¿Ahí están todos sus recuerdos verdad?- Su madre asintió. Pasó la mano por la cama.

-A veces no lo entiendo.- Y yo la comprendía porque yo tampoco sabía cómo Alex podía vivir de aquel modo.- Cuando era pequeño, yo sabía que su padre lo maltrataba. Lo pasaba excesivamente mal, pero él seguía queriéndole. Y aunque Paul llegase borracho muy tarde por la noche, Alex lo esperaba despierto e iba a verlo y a saludarlo, aunque pudiese caerle alguno que otro manotazo. Y yo lo observaba desde un segundo plano porque también tenía miedo. Nunca me lo he perdonado.

-No pasa nada, la comprendo.- Le acaricié un brazo y se sentó en la cama.

-Lo peor fue después, llego a crecer mucho. Me refiero que maduró a una temprana edad. Con ocho años dejó de hacer muchas cosas. Jamás había tenido muchos amigos, pero entonces, supe que los había perdido todos. No le quedaba nada, yo no sabía cómo sacarlo de ahí dentro. De dentro de él mismo. Alex se castigaba él solo y se torturaba cuando su padre no estaba ahí. Pero yo no sabía cómo hacerlo. Entonces su padre decidió dejarnos y la verdad tengo que decir que me relajé mucho. Pero mi niño, mi niño seguía allí. Y como si fuera un milagro apareció...

-¿Quién?- Dentro de mí cabeza salió mi nombre escrito en mayúsculas. Pero hablaba de un pasado muy lejano y yo no conocía a Alex, o eso es lo que pensaba.

Su madre me miró, tenía los ojos llorosos.

-Tú. No quiero que te asustes, pero creo que te mereces saber la verdad. Alex en el momento en el que te descubrió creyó que eras como él. Te veía como un salvavidas, literalmente, aunque nunca habló contigo. Y mejoró, mejoró tantísimo. Pensé que se había salvado, había salido de esas arenas movedizas. Y te fuiste, te fuiste al cabo de muchos años. Yo pensaba que él estaba bien y traje un hombre a casa, y lo único que podía ver era a su padre. Por eso cuando has llegado estaba él, se llama Thomas y solo viene cuando Alex no está en casa. Sé que es triste que tenga que esconderme de esta forma, pero la última vez fue peor. No sabes que es pensar que algún día se irá. Llevo diez años con ese temor, veinticuatro horas siete días a la semana durante doce meses. Estoy cansada, necesito...

-Que remonte, que haga frente a la vida.- Me arrodillé y me situé delante de sus rodillas.- Lo sé, la entiendo. En seis meses se ha hecho un hueco en mi corazón, tan grande. Tengo miedo que un día se vaya, porque no sé cómo sería una vida sin él. Puede que sea del modo que él es. Pero como se supone que voy a seguir sin él.- Y vi caer una lágrima sobre sus pantalones. Apoyé mi cabeza sobre sus piernas y ella me acarició el pelo. Dejé llevarme por la situación y ambas empezamos a llorar.

Después de un buen rato se tomó mi tiempo y dijo

-No espero que lo entiendas, pero es importante que Alex no sepa que Thomas sigue viniendo, ni que yo sigue viéndome con él. Para él, toda figura similar a un padre le recuerda a Paul. No sé porque, hay algo ahí dentro que solo lo ve a él. Y grita su nombre y lo saca fuera de casa. Y en unos días no me habla. Sigue creyendo que sigo viendo a su padre. Pero no es así, estoy con Thomas desde hace un par de años. No sé qué hacer porque los quiero a los dos. Pero Alex ha sufrido tanto, ya estoy intentando que solucione lo de Paul, pero a veces le cuesta tomarse las pastillas... Y bueno, supongo que ya lo sabes.

Y en parte lo sabía, me lo había dicho un día en el parque, el día de la lluvia y yo no sabía cómo me lo había tomado, pero no de ese modo. De otra manera, pero con el tiempo todo empezó a tomar forma. Me podía hacer una idea de porque servían esas pastillas, no eran droga. Solo un medicamente, que lo dejaba fuera de sí.


-Hola mamá, estoy en casa.- Cerré la puerta.

-Estoy en la cocina cielo.- Me dirigí hacia allí. A veces me cansaba tener una casa tan grande, pero mi... pero Paul nos la había regalado hacía mucho tiempo atrás. Llegué, estaba haciendo la cena.-¿Cómo ha ido hoy?

-Bien, como siempre.- Suspiró.- Ya sé que no te gusta que trabajé allí, pero la gente es genial...

-Ya sabes que no es por la gente. Es por los recuerdos.

-Precisamente, en ese lugar son los mejores recuerdos que tengo de mi vida.- Cogí los vasos y los cubiertos y empecé a poner la mesa.

-Hoy ha venido ella.- Paré, regresé a la cocina y abrí la nevera, cogí el agua.

-¿Qué le has dicho?- Ya sabía de quién estábamos hablando. Se giró y me miró, dejé el agua con todo lo demás y paré.

-Está muy preocupada, igual que yo. Pero no te preocupes, no le he contado nada que tú no quisieras que supiese.

-¿Y qué es exactamente lo que no quiero que sepa? Porque yo no tengo ningún secreto con ella.

-Para qué sirven las pastillas.

Acabamos de cenar y me senté en el escritorio. Era de cristal y estaba frío. Al lado del ordenador tenía un calendario,3 de Enero. Bonita fecha, hacía algo más de seis meses que nos conocíamos. Que ella sabía de mi existencia para ser más exactos. Cerré los ojos. Cogí el bloc de notas que estaba estrictamente bien puesto al lado del calendario y un bolígrafo del bote de lápices y esas cosas. Y empecé a escribir.

Querida Callie,

Sé que hoy has venido a hablar con mi madre.

Querida Callie,

Solo espero que esta carta te llegue.

Callie,

Gracias por ser como eres.

Callie. Gracias por creer en mí.

Todo eran hojas arrugadas en la papelera de debajo del escritorio. Necesitaba una carta perfecta para el domingo.

Atentamente, tu Alex || en corrección ||Where stories live. Discover now