DOMINGO 23

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Decidí hacer aquello que nunca había hecho nunca. Me fui a una tienda y entré, me puse delante del mostrador. Apareció el encargado, me repasó todo entero y entonces habló.

-¿Es el primero que te haces?- Asentí, porque en realidad nunca me había hecho un tatuajes.- ¿Cuántos años tienes?

-Dieciocho.- Me revisó entero otra vez.

-¿Estás seguro?- Asentí. Me saqué el carnet de mi cartera y se lo enseñé. Comprobó que era yo y entonces sacó muchas hojas del mostrador. Me comentó que si quería podía sentarme en uno de los sofás mientras me lo leía todo, no tenía prisa. Me puse los auriculares y empecé a leer. En realidad, no tenía muy claro que iba a ponerme. Solo sabía que quería un tatuaje. Cuando acabé, me estuve mucho tiempo esperando al hombre a que volviera. Después de unos z minutos salió de detrás de unas cortinas de bolitas marrones.

-¿Estás listo?- Asentí, la verdad es que no me salían las palabras. Nos sentamos delante de un ordenador. Se sentó en la silla de delante de éste y yo a una de al lado. Abrió unas cuantas pestañas y cuando estuvo listo se giró. Se me quedó mirando. Era un hombre un tanto extraño y no tenía pinta de tener paciencia. Más bien parecía que le molestase estar ahí mismo esperando.- ¿Ya sabes lo qué quieres?

-Aah, si sí... Maybe this time two wrongs make a right y la letra como si fuera de máquina de escribir, ¿Sabe?

-Claro que sé.- En un momento lo tenía escrito. Acabamos de decidir el sitio y los últimos retoques.- Vamos allá.

No era un hombre muy hablador, solo hablaba lo necesario. Lo justo, medía sus palabras no permitía gastarse saliva en conversaciones triviales. Pero para mi sorpresa habló.

-¿Quién es tu segunda?- Me dijo cuándo me estaba poniendo alcohol de desinfectar y anestesia en el brazo derecho. Justo en la parte interna. Me lo quedé mirando porque no lo entendía.- Me refiero a la frase, me imagino que tú serás algo que está mal y buscas a otra persona que lo esté para completaros el uno al otro, ¿Me equivoco?

-No te equivocas, supongo que ya la he encontrado.- El hombre se giró y cogió la plantilla. Me la imprimió en el brazo.

-¿Y es la idónea? ¿La elegida?- Me encogí de hombros, nunca había pensado en Callie de esa forma.- Supongo que eres demasiado joven todavía. Empezamos, tranquilo probablemente sea doloroso. Entiendo que solo hable yo, no es la primera vez que mantengo conversaciones conmigo mismo.

-Monólogos.- Antes de hacer el primer pinchazo el hombre me miró.- Me refiero que cuando solo habla uno se llama monólogo.- El hombro soltó un <<Aah>> y volvió a concentrarse en su tarea.- Yo también hago muchos muy a menudo.

-Sabes, cuando yo era joven, bueno no tan joven como ahora porque apenas tengo treinta años. Solo que me he quedado calvo muy temprano y la barba quizá confunde, pero hace apenas unos años yo también estaba perdido. Pero eso que se le dice muy perdido. Hacía la misma cara que tú haces ahora o cuando has entrado, una cara de no tener rumbo. Si alguna vez puedes ver un animal desorientado se lo notarás. En realidad, solo a los domésticos porque parecen vivir más como humanos que como animales, hay algunas personas que se pasan con ellos. Pero este no es el tema, los animales salvajes no suelen perder su rumbo. Bueno, el caso es que haces cara de estar perdido, no sé hasta qué punto, pero solo espero que encuentres el lugar de vuelta a casa. Porque ooooh chaval, cuando lo haces, cuando encuentras el camino de vuelta casa sienta de maravilla. Todo es distinto, todo sabe de otro modo, todo se ve distinto, lo oyes todo diferente. Las cosas llegan a tener sentido y un sentido comprensible. ¿Sabes a veces cuando estás en clase de mates y entonces explican algo y todo el mundo lo entiende menos tú? Yo creo que te sientes así, pero no, una vez lo entiendes te sientes bien y las cosas tienen sentido otra vez.

-¿Qué hiciste?- lo dije mientras me secaba la tinta que sobraba porque la verdad es que dolía.

-Tuve problemas con adicciones, muy comunes en gente de tu edad en barrios bajeros como el mío. Y como salí... - Se tomó su tiempo para responder.- Conocí una chica, una chica muy diferente a las que yo conocía. No iba vestida para provocar, más bien todo lo contario, pero aun así era mucho más guapa que todas las chicas del barrio. Me acerqué y le hablé, pero como era de esperar se asustó y salió corriendo. ¿Cómo podía una chica como ella enamorarse de un chico cómo yo? Para ser más preciso, incluso cómo podía acercarse. Entonces algo en mi cabeza cambió, supe que necesitaba hacer un cambio así que lo hice. Yo solo me apunté a uno de esos centros que te ayudan a dejar tus adicciones y ahí estaba ella de voluntaria. En realidad, eso explicaba muchas cosas, explicaba el porqué estaba ahí y que era una chica muy valiente. Yo debería tener unos veinte años y ella tenía diecisiete. Fue la mejor excusa para conocernos. La verdad tengo que decirte que fue una de las mejores elecciones que he hecho en mi vida. La verdad es que muchas veces la gente te pregunta si te arrepentirías de lo que hiciste en el pasado, antes decía que sí. Después comprendí que no, que el destino es el destino y si en un pasado no hubiese sido de la forma que fui no habría conocido a mi mujer.- Las palabras no me salieron de la boca, solo lo miré y sé que lo entendió todo. Le sonreí y él me lo devolvió.- Impresiona ¿verdad? Una chica como ella casada con un chico como él. Pero ya no estamos juntos, el día que abrí este local la dejé. La verdad es la quiero muchísimo, sé que ella fue lo mejor que me ha pasado alguna vez en la vida, mejor corrijo, fue, es y será. Pero la dejé ir, siempre dicen que si quieres a alguien déjalo ir. Sabía que ella me quería, supongo que aún lo hace. Sé que se volvió a comprometer y estoy muy feliz por ella. Probablemente vaya a su boda, puede que sea un poco raro, ¿no crees? Pero por otro lado creo que no. Al fin y al cabo es mi amor platónico.

-¿Por qué la dejaste?- Era algo que me mataba por dentro, quizá en el fondo tenía razón. Quizá era mejor dejar ir algunas personas que querías. Si en el fondo eres una carga para ellas...

-Hace dos años que tengo este local. ¿En dos años se puede llegar a conocer a alguien para casarse? Eso es lo pensé cuando me mandó una carta. Lo sé, lo sé. Quizá es un poco extraño mandar cartas a esta edad del mundo, pero al fin y al cabo este mundo avanza muy rápido y hay pequeños detalles que deja atrás. Quién sabe, a lo mejor un día esos pequeños detalles lo rompan entero. La cuestión es que era uno de sus compañeros de trabajo, por tanto ya hacía tiempo que se conocía, puede que hasta me hubiese engañado. Pero no, ella no era ese tipo de persona. Ella era noble, fiel, sincera, muy valiente, tenía carácter, era bonita, no, aún mejor preciosa. No era perfecta, ni mucho menos, pero para mí era todo lo que me faltaba, todo lo que ella tenía era lo que me faltaba a mí. Éramos como un puzle, es fácil de entender el concepto, pero no de sentirlo. Es sentirte completado con esa persona, sin contar su físico, sin contar sus errores, sin tener en cuenta todo aquello que hace mal, sin contar todas aquellas cosas que la hacen ser como ella es o como todas aquellas cosas que no es y la hacen ser como ella es. Por eso, por eso la dejé porque sabía que ella vivía en el pasado. Me quería como al chaval de veinte años que fui una vez, su amor hacia a mí era profundo, difícil de romper, pero ese tipo de amor que mantiene un profesor con un su mejor alumno, un médico con su paciente. Nuestra relación había ido más allá era más profunda que eso, pero en el fondo no era algo profesional, sino un amor diferente. Por eso cuando la dejé lo entendió, por eso me dejó la casa a mí y el coche y me cedió el local de su padre para abrir mi negocio. Porque ella era así, ella era generosa y tendía a cuidarme más de lo que necesitaba, más de lo que yo necesitaba en ese momento. Era como si nunca me hubiese curado para ella. Así que al final, decidí darme la alta yo mismo.- Hizo un rápido movimiento y se secó una lágrima. Hacía tiempo que había empezado a llorar, no podría concretar cuando pero no había parado de tatuarme hasta al final. Sus sentimientos se quedaron a un lado para poder acabar su obra de arte. Yo no dije nada.- Ya está acabado.

Me la cubrió con el plástico y me acompañó a la salida. Me dio las instrucciones que tenía que seguir y me dijo que tenía que ponerme crema de aloe vera y no otra crema hidratante ya que ésta tenía mejores propiedades. Pagué y me propuse ir, pero antes de que abriera la puerta el hombre añadió.

-Sabes Smith, en el fondo me has caído bien. Espero verte de vuelta algún día. Y recuerda, un gran cambio, por malo que sea, siempre sienta bien.- Y cerré la puerta y me fui, lo vi por el cristal despidiéndose de mí y yo le hice también una señal para despedirme. Por un momento lo vi todo más claro.

Atentamente, tu Alex || en corrección ||Where stories live. Discover now