DOMINGO 24

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-Ayer no viniste.- Me miró, se sentó a mi lado.

-Lo sé.

-¿No me piensas decirme nada más?-  La miré. Realmente no sabía que decirle, suspiré.

-Tú has faltado algún día.

-Lo mío tenía excusa, estaba enferma y vinieron mis abuelos.- Sabía que se estaba enfadando.- Además, te mandé a Bruu para que supieras donde estaba y me...

-No tengo perro y tampoco estaba en casa ¿Te verías capaz de ir a mi casa? Sola. Encendí un cigarro.

-Ya fui una vez.- Le tiré el humo a la cara.

-Sin dirección, sin fiesta. Solo por mí.- Una calada.

-No fui por la fiesta.

-¿Ahora me dirás que viniste por mí?- Dentro de mí algo, alguien, yo quería que dijese que sí. Pero por aquel entonces no sabía quién era, solo un borde de la calle. Y por este entonces, un loco que de tanto en tanto decía algo que valía la pena.

-¿Qué te pasa?- Me senté en el respaldo del banco y miré en el asiento: Alex y Callie y nada más. Era una lástima porque realmente era un buen nombre, pero ya no estaba. Quizá se había dado cuenta pero no quería decir nada ¿Para qué? Para no herirme. A estas alturas nada podía herirme. Quizá solo una cosa y tenía su nombre.

-Callie, ¿Qué ves delante de ti?- Me miró, supe que estaba buscando la mejor respuesta, pero no había una respuesta clara. Decidí darle yo la respuesta que quería oír.- Ves vida, pero puedes decirme ¿Qué es la vida? ¿Por qué trabajamos tanto? No tiene sentido, trabajamos tanto, intentamos ser los mejores para después morir. Todo acaba en la muerte. ¿Qué estúpidos somos, no crees? Creernos los mejores tan solo por ser listos. Pero al final morimos...

-Suicídate.- La sangre se me heló por dentro, supongo que me quedé pálido. Se me olvidó como respirar por unos momentos.- No quiero que lo hagas. Alex mírate, odias esta vida. Lo odias todo, ¿por qué sigues aquí? ¿Cómo puedes? La muerte es todo lo que tú quieres...

-Soy un cobarde Callie, soy un cobarde, por eso todavía estoy aquí. Porque no tenía la suficiente fuerza para irme sin antes verla, ver la única persona que me mantiene en este mundo.- Soné desesperado, pero lo estaba sabía que ella lo sentía. Se tomó su tiempo en hacer la próxima pregunta. Se lo agradecí y ambos sabíamos cuál era la siguiente. Sabíamos cómo acabaría y sabía que ella no quería la respuesta.

-¿La has visto?- Sí, la veo cada día. Cuando cierro los ojos y cuando no. En mis sueños y en mis pesadillas. Cuando me visto o cuando ando. Cada domingo tengo la oportunidad de tocarla, de hablarla, de tirarle el humo a la cara y saber que es real y no un sueño. Cada domingo, Callie. Respiré profundamente.

-Cada domingo.- ¿Qué pasaría ahora?

-¿Qué vas a hacer ahora?- Me encogí de hombros porque realmente no lo sabía.- ¿Ya tienes las fuerzas para irte?- Me encogí de hombros porque mis palabras se habían ido, había varias respuestas posibles: mentiras y verdades, pero ninguna sería buena.-¿Ella lo sabe? ¿Ella sabe que es la única ancla que te queda en el mundo?

-¿Tú crees que ella puede saberlo?- No me contestó, me miró. Pasó el tiempo. Me cogió el cigarro de la mano izquierda que era la que estaba más alejada a ella y me arremangó la chaqueta, luego la sudadera y lo vio. Me acarició las muñecas y miré al suelo.

-¿Alguna vez has pensado en...?

-En mi entierro, en mi muerte, en como quiero que sea todo. En como quiero que sea todo perfecto...- Sabía que lo decía para contestarme, para que no completara la pregunta. Pero en

-A mi me gustaría que fuese todo muy íntimo, quizás tú, mi madre, tu hermana podría venir. Y tendría que sonar My Chemical Romance o cualquier canción en mi Ipod. Realmente es muy buena.

-Alex...- La miré.- Basta, basta de hablar así. Basta de hablar como si la vida no valiese nada porque tu vida vale mucho.- Le cayeron unas lágrimas que rápidamente se limpió. Le sequé la última que le quedaba y le acaricié la mejilla.- Yo te... Yo te quiero. Yo te quiero Alex y no puede pensar en una vida sin ti. No puedo imaginarme como vives con tanto dolor. No sé Alex... Estoy perdida.

Le besé la cabeza. Me levanté del banco y señalé donde una vez habían estado apuntados nuestros nombres. Saqué el permanente que todavía no me había sacado de mi chaqueta desde la última vez.

-Vamos a necesitar a alguien que lo vuelva a escribir.- Me cogió el rotulador y sonrió. Su sonrisa era triste, pero era ese tipo de sonrisa que tienes cuando acabas de estar llorando y después sonríes porque algo te ha hecho feliz. Aproveché mientras escribía para decirle:- El próximo domingo trabajo y no podré venir, espero que no te importe.

-¿Dónde trabajas?- Levantó la cabeza y me devolvió el boli: Este banco pertenece a Alex y Callie y ya está.

-Me gusta.- La cogí por los hombros con mi brazo izquierdo y le besé la cabeza. Y sin soltarla le dije.- Te acuerdas donde fuimos a comer unos cuantos domingos atrás, ¿verdad?- Noté que se tensaba debajo de mis brazos.-Pues allí.

Se dejó ir de mis brazos. Me miró. Sonrió.

-La semana que viene es mi cumpleaños, bueno y el de Danielle. Lo hacemos del sábado a domingo. Así puedes venir.

Le sonreí. Nos veríamos dentro de dos semanas y ella haría diecisiete años. La abracé. Tenía que buscar el mejor regalo.

Atentamente, tu Alex || en corrección ||Where stories live. Discover now