DOMINGO 14

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La estaba esperando. Llevaba una semana esperándola ver. Tenía miedo. El domingo anterior no había aparecido. ¿Y si éste tampoco lo hacía?

Una vez leí una frase que se me quedó grabada para siempre: ¿Cómo uno puede enamorarse de la Luna después de ver el sol? Callie era mi sol, la música mi Luna. Cuando uno no ve el Sol, se conforma con la Luna. Amaba la noche, era magnífica. Pero una vez que el Sol te irradia con sus rayos una mañana, te tocan esos rayos matutinos en tu piel y cierras los ojos y respiras hondo, no puedes desengancharte. No busques una sombra, no hay nada mejor que el Sol.

Dejé que los rayos matutinos me tocasen. Mi piel empezó a estar caliente. Era invierno. El jersey. Los rayos que dan calor. Me acariciaron la cara, después bajaron. Masajearon mi hombro. El izquierdo. Abrí un ojo. Después el otro. Lo que me daba calor no eran los rayos. Sonrió. Callie.

-Hola.- Me saludó

- ¿Cómo estás? - Apoyo su cabeza en mi hombro. No el hombro de otro, mi hombro.

-Feliz. - Sonreí. Era feliz. Allí mismo, conmigo.

- ¿Por qué? - Sacó su cabeza de mí hombro y me miró seria.

-No te has levantado alguna mañana y has dicho: hoy soy feliz. - Su cara irradiaba luz. Era feliz, mentira. Estaba FELIZ. En mayúsculas es mejor. Todo en mayúsculas es mejor. - Y lo mejor es no saber por qué. Tan solo ser feliz porque sí. Entonces lo soy más.

-Eso es que has soñado con un polvo. Y yo era culpable. - Me dio un golpe en el brazo. Pero se rio.

-Seguro. - Sonrió. - ¿Y tú?

-Yo no he soñado que hacía un polvo.

-Estúpido.

-Lo sé, por eso no soy feliz. - Me miró. Le sonreí. - Pero tengo algo que me va a hacer feliz y a ti también.

Me saqué un permanente del bolsillo y se lo tendí. Hice sitio en el banco. Dejé ver el lugar donde una vez había estado mi nombre (alguien lo había tapado una vez más). Y con mucha delicadeza. Con toda su clase, como siempre, escribió: Este banco pertenece a Alex y Callie.

- ¿Sólo Alex y Callie? ¿Sin apellidos?

-Sin apellidos. - Añadió: y nada más.

-Este banco pertenece a Alex y Callie y nada más. Me gusta. - Sonrió. Sonreí. Le cogí por el hombro y la abracé. Le besé la cabeza.

-Callie

- ¿Si?

- ¿Se puede amar la Luna después de ver el Sol?

-La Luna es muy bonita. Su brillo es muy elegante.

- ¿Tú qué serías?

Pensó. Se tomó su tiempo. Reflexionó. No me importaba.

-Definitivamente la Luna.

- ¿Y por qué no el Sol?

-El Sol es demasiado importante.

-Puedes serlo.

-Alguien por sí solo no puede ser el Sol.

-Pero la Luna necesita del Sol. No brilla por sí sola. Necesita que la ayuden. Y tú lo haces. Iluminas a los de tu alrededor.

Me miró. Su cara estaba absuelta de cualquier sentimiento. Poco a poco sonrió.

-Tú eres un Sol.

-Y tú el mío. - Paró un momento. No quería una respuesta. Estaba asustado. Me besó la mejilla. Definitivamente la mejor respuesta.

-Yo no creo que seas una Luna.

- ¿Qué? - La miré.

-No creo que necesites de mí para brillar. Lo haces tú solo.

-No me conoces.

-Alex. - Sonó seria. Me asusté. Nos miramos. - Todo el mundo brilla por sí solo.

-Algunos necesitan ayuda. Por ejemplo, la música. La música es un Sol, brilla por sí sola. Pero si a la música le quitas la gente que la escucha ya no lo hace. Es como la Luna cuando no le toca el Sol, nadie la ve. Nadie la escucha. El mensaje no se transmite. Por tanto, la música moriría. La música es una Luna que necesita de un Sol como base, después puede ser que la música sea el Sol para terceros, pero en sí necesita de otros.

-Vaya.

- ¿Qué?

- ¿Y si por ejemplo tú necesitas de la música y la música te necesita a ti? - Me encogí de hombros. Yo necesitaba de la música. Pero ella tenía a otros. - Vale, ¿Y si yo te necesito y tú a mí?

Pensé. Me tomé mi tiempo. Reflexioné. No le importó.

-Entonces seamos estrellas. Tengamos la suficiente fuerza para iluminarnos. Pero necesitemos para brillar. Brillar con intensidad y que la gente nos vea.

Asintió. Sonrió. La quería. Mi pequeña estrella. La Luna.

Atentamente, tu Alex || en corrección ||Where stories live. Discover now