DOMINGO 16

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Lo miré a los ojos, vi ese verde capaz de quitarte la vida. Sonreí.

-Al fin te has quitado las lentillas.

-Ha sido una decisión difícil, ha costado lo suyo. Mi madre me ha mirado raro.

-Me teñí de negro y me puse lentillas porque no quería ser como mi hermana. No me gusta que seamos gemelas, no me gusta que la gente nos compare, no me gusta que la gente me conozca por ser como ella o por ser su hermana; quiero gustarles por como soy y punto.- En el fondo me sentía orgullosa de ello porque años atrás, incluso meses atrás no me habría atrevido a decir eso en voz alta.

-A mí me gustas por cómo eres. - Le sonreí. Me sonrió. - Hace un tiempo, conocí a una chica que me robó el corazón, no del todo porque si lo quisiera robar quizá lo habría cuidado, pero no lo hizo. Así que decidí taparme los ojos, sé que este verde mueve cielos y montañas y por mala suerte lo he heredado de mi padre. Sabes, antes me iba bien, estaba contento porque podía ligar. Pero después, cuando dejé de tener placeres no me servían de nada, en realidad, me molestaban.

- ¿Por qué dejaste de disfrutar de las cosas bonitas de la vida?

-Dejar de buscar el placer en las cosas no significa dejar de disfrutar de las cosas bonitas. Sigo viéndolas como todo el mundo, pero no me transmiten nada. Se trata de construir una muralla a tu alrededor para que aquello que no quieres, no entre. En realidad, me costó construir esa coraza, pero lo hice.

-No entiendo el porqué de todo este esfuerzo.

-Hace tiempo te dije que para lo que hacía mi padre era mejor que no estuviese, así que me aislé. Tenía que hacer algo para que aquello que me dijese no me afectara, y todo lo que hacemos tiene consecuencias. Y este es el precio que tengo que pagar, pero qué más da. Las cosas bonitas solo son una debilidad para aquellos que no quieren vivir, les impiden irse.

- ¿Por qué no te has ido todavía?

-Estaba a punto, pero entonces se quebró un poco mi coraza. Cada día un poco más, como si no hubiese una fuerza más fuerte para poder repararla. Así que cedí. - No hacía falta que preguntarle que le había roto la coraza, me hacía una idea.

- ¿Y qué pasará entonces?

-No solo impedía que las cosas entraran, sino también que saliera todo lo que siento. Así que cuando se rompa del todo no habrá vuelta atrás, todo saldrá y no habrá nada bueno de ello.

- ¿Y qué puedo hacer? - Me sonrió, me recogió un mechón castaño detrás de la oreja. Y muy suavemente, como una caricia me dijo:

-Nada, soy feliz así. - Le devolví la sonrisa, pero sabía que tenía que hacer algo. Tenía que volverle la vida, las ganas de vivir.

-¿Por qué no te quitaste las lentillas antes?- Se encogió de hombros.

-Me las quité el domingo anterior, pero me vi tan diferente, quizá no me reconocías.

-¿Cómo no iba a hacerlo? Sigues siendo tú.- Y sonreí, pero era una sonrisa triste. No sé cual de los dos estaba más triste ahora mismo.

-Eso espero.- Y se terminó el cigarrillo, quizá se estuvo un minuto entero y ninguno de los dos dijo nada, quizá fueron dos minutos como lo fueron cinco. Hay un momento en tu vida que deja de importarte el tiempo, es solo una cosa más de la vida, algo sin importancia comparado con la inmensidad de nuestro mundo.

-Por cierto, me gusta este color que llevas.- Probablemente lo decía con ironía. Llevaba otro cigarrillo en la boca, pero todavía no estaba encendido.

-Bueno es para tapar medianamente el negro y dejar paso al rubio.- Le sonreí y nos despedimos, y entonces él encendió el cigarrillo. Siete minutos menos de vida.

Atentamente, tu Alex || en corrección ||Where stories live. Discover now