DOMINGO 27

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Estaba sentado en el banco. Eran las 10:55, Callie llegaba tarde. No es que fuese un obseso de la puntualidad, era solo que llegábamos al mismo tiempo y hacíamos una carrera para ver quien llegaba antes. Y entonces, ... Entonces la abrazaba porque siempre llegaba antes que yo. Olía su pelo volando a mí alrededor. La dejaba en el suelo, le echaba un vistazo y sonreía, cada día estaba más guapa.

Pensé en todas las veces que había visto a Callie. Debía tener unos siete años y ahora ella tenía 17. Diez años desde la primera vez que nos habíamos visto. Yo por aquel entonces tenía ocho años y por muy imposible sabía distinguirlas, aunque fuesen como gotas de agua. Me sentaba en el patio, solo, y la observaba. Era muy guapa desde pequeña, no del mismo modo que lo es su hermana. Puede que sean iguales, pero cada una tiene una belleza diferente, Danielle la busca en cambio Callie la tiene con solo sonreír es todo muy natural. Yo sabía que no tenía muchos amigos, yo tampoco. Por aquel entonces me había alejado de todo el mundo por mi padre, cuando tu padre te dice que es mejor no tener amigos le haces caso. Y eso he hecho durante toda mi vida, me he alejado de la gente, en vez de buscar amigos solo he tenido aliados o socios que van bien por si te tienen que defender. Desde pequeño me construí esa fachada para que todo aquello que mi padre me dijese se quedara fuera, aunque eso me costara tan caro como dejar la amistad fuera de mí. Incluso la felicidad, pero a veces se tiene que pagar un gran precio por las cosas para sobrevivir.

            Con el tiempo hice un cambio, cuando Callie se mudó y yo no tenía ninguna posibilidad de volver a verla todo hizo un cambio radical. Con mi muro construido fui capaz de hacer lo que quise, hasta el punto de perderme por el camino de las drogas y otras cosas aún peores. Uno nunca está listo por lo que realmente le espera ahí fuera, dejé los estudios a los dieciséis años. Callie tenía catorce. Algo dentro de mí me impedía dejar de buscarla, pensaba en ella constantemente, cuando era pequeño había sido la única que me había mantenido a flote. La había visto como una igual, alguien que en realidad parecía sufrir tanto como yo. Durante ese periodo de tiempo dejé a un lado la confianza, no confiaba en nadie solo en mi madre porque era la única que podía haber llegado a sufrir y sentirse como yo, aunque solo fuese la mitad.

Pensar, dejé de pensar, dejé de comerme el tarro como alguna vez había hecho. Al dejar de hacerlo algo parecía que se abriera dentro de mí, quizá un rayo de esperanza. Poder a volver a ser el mismo, era una idea muy tentadora pero entonces en mi cabeza los engranajes volvieron a rodar. Realmente, ¿quién era? Desde muy pequeño me había encerrado en banda y no me había socializado, ni yo mismo sabía cómo era. Solo conocía a mi cabeza ¿Era simpático, repelente, listo?  Pero mi yo de 16 años pasó de descubrirlo y lo que decidió fue rellenar los vacíos como quisiera, nadie sabía cómo era, podía ser cualquier persona que deseara.

Entonces pasó, yendo por la calle la vi. La vi paseando a su perro en un parque, un domingo casi a las 11 de la mañana. Tenía casi 17 años, ahora 18. Las cuentas salen solas, voy a hacer 19 dentro de poco y he estado esperando estos dos años a tener de nuevo el rayo de esperanza. Ahora cuando me la miro, parece que la acose, que no pueda hacer nada más que ella. ¿Pero qué haces si solo te queda un banco, un parque y una persona para que te mantenga a flote?

La respuesta no la sé, a día de hoy sigo esperando una respuesta con la que quedarme, aferrarme. No estaba cerrado a una sola respuesta, solo quería aquella que me gustara más o simplemente todas. Cuando no te queda nada, tiendes a aquello más sencillo que es dejarte caer sin más.

            Cerré los ojos, los pulmones me dolían. Tosí. Cogí un cigarro y lo encendí. Lo observé, el fuego lo iba consumiendo lentamente. Le había dicho a Callie que lo hacía para llamar a la muerte, pero tan solo era para que viniera más deprisa. Para decir verdad, nunca había tenido el suficiente valor para quitarme la vida, aunque muchísimas veces lo había considerado como primera opción. Luego pensaba en mi madre, que se quedaría sola y que no podría vivir con ello y ella merecía tener una vida decente. Después estaba Callie, no tenía miedo a dejarla sola, sabía que ella podría vivir sin mi perfectamente. Tenía miedo de quedarme solo, de no ser capaz de vivir sin ella. Tiré el cigarrillo al suelo. Respiré un segundo, reflexioné y cogí otro.

En el fondo, ella tampoco había venido.

Atentamente, tu Alex || en corrección ||Where stories live. Discover now