DOMINGO 6

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         Todo tiene una explicación. Todo. A veces es mejor no saberla. Por eso no pregunté. Hacía dos semanas que no sabía nada de Alex. Sí, había ido al parque. Me había sentado en su banco. De hecho, allí estaba. Sentada en su ex-banco porque ya no había nada escrito. Alguien lo había tapado.

Alex no iba a mi instituto. No sabía nada de él. Tampoco era un problema. El error, el pequeño error era que me conocía. Sabia cosas de mí y eso era un gran error. Muy poca gente sabía que me teñía. Solo mi familia y los amigos de la primaria, pero ellos no sabían que ahora iba teñida o usaba lentillas, eso sí, conocían a mi hermana. Y me conocían a mí. Por separado. Nunca he sabido cuando decidí cambiar. Un día cualquiera. Como ese.

Alguien se paró al lado del banco. No me giré para mirar. ¿De qué serviría? Ya sabía a qué había venido. Estaba sentada en el respaldo. Como él había hecho el primer día.

-Ya no tiene tu nombre. Ya no es tuyo, idiota.

-Niña, ¿pero ¿qué dices? - No era su voz. Me giré. Mierda.

-Perdone. Lo siento muchísimo. Me he confundido.

-Vaya juventud.

Y salí corriendo.

6 2.0

Salí de la ducha, todo el baño tenía vaho. Con la mano fregué el espejo y me vi reflejado en él. Tenía el pelo negro caído por los lados, no era del todo largo, pero un corte no me iría mal. De pequeño había sido más rubio. Con el tiempo había adelgazado bastante hasta quedarme como estaba, aunque con el paso del tiempo había vuelto a recuperar algunos quilos y en cuanto los gané, los perdí rápidamente e incluso más. Me estaba quedando cada vez más en los huesos y eso que pocos meses antes había estado fuerte por ir al gimnasio. A lo mejor era por las pastillas que me quitaban el apetito y no tenía ganas de hacer nada. Probablemente fuese por eso, al menos quería pensarlo. Me até la toalla alrededor de la cintura y fui a mi cuarto. Me vestí y bajé los tres pisos hasta el salón donde mi madre estaba viendo una película. Cogí algo para picar, decidí comérmelo en la cocina para evitar que mi madre me riñera por haberle ensuciado el sofá. Volví y me senté a su lado.

- ¿Has encontrado a las dos chicas que iban contigo en la primaria?

-Sí. Son gemelas. - Estábamos tumbados en el sofá mirando la televisión. Daban una peli malísima que iba sobre el zodíaco. - ¿Te acuerdas de Callie?

- ¿La qué te gustaba?

-No me gusta. - Me puse recto.

-No he dicho nada de ahora, me refiero a cuando eras pequeño.

-Si tú lo dices. Bueno, ¿te acuerdas de ella? - Intenté quitarle importancia al asunto.

-Me acuerdo de su hermana Dani. Pero vamos, que son iguales así que más o menos. - Y allí estaba Danielle Martins, 24 horas presente en la vida de todo el mundo.

-No son iguales, no ahora. Callie se ha teñido y lleva lentillas. No entiendo porque lo hace. - Realmente no entendía porque lo hacía, sus ojos eran muy bonitos.

-Bueno, tú también lo haces. Lo de las lentillas. No sé porque no dejas ver tus ojos verdes. Son fantásticos.

-Ya sabes porque, mamá. - Me levanté del sofá.

-No en todos los sitios son iguales. Las chicas no son todas iguales.

-Los ojos verdes atraen. Prefiero atraer psicológicamente y no por mis ojos verdes.

-Pues entonces no vayas al gimnasio. - Puse los ojos en blanco.

-A ver, tengo 19 años. Tampoco quiero arruinar mi vida. - Supongo que hice ese tipo de broma para quitarle importancia al asunto, pero en el fondo sabía que por mucho que fuera al gimnasio no mejoraba mi aspecto, no conseguía ganar peso, no parecer enfermo.

-Mucha tontería, ¿Dónde vas? La peli no ha acabado.

-Es malísima, nos vemos después mamá.

Por la calle hacía un poco de frío. Me encantaba observar a la gente. La miraba. Me quedaba con cada detalle importante. Y después pensaba que no la volvería a ver más. No pasaba siempre por ahí y tampoco sabía si la otra persona solo paseaba por esas calles por rutina o por simple placer. Observar a la gente. Era como un hobby. Nunca se sabía cuándo una persona de tales características se necesitaría para escribir, para pintar, ...

Entré en el metro. Tenía coche. Mis llaves estaban en el bolsillo. Aun así, prefería el metro. No tenías de que preocuparte. Solo de no saltarte la parada. Cosa que no era de importancia porque no iba a ningún sitio en concreto. Cuando me cansé de estar allí, bajé en una de las paradas. Y anduve.

Anduve durante mucho rato. Di vueltas por allí y por allá. No importaba donde acabara. Encontraría el camino de vuelta. Siempre lo hacía, siempre había sabido volver a casa. Me apoyé en una pared. Me senté en el suelo y saqué un cigarro. La gente de ese barrio que pasaba por ahí me miraba extrañada e incluso con asco. Eran demasiado pijos para mí y yo era demasiado poco pijo para ellos. Me ajusté la chaqueta de cuero. Nada iba a afectarme. Una de las chicas pijas se me quedó mirando. Levanté las cejas. La chica sonrió y se puso roja. Era uno de los problemas de ser como era, mi físico entraba por los ojos y después directo al corazón. Pero era algo que no me gustaba, yo quería entrar por el cerebro y después al corazón. Su madre la arrastró cuando vio que se quedaba casi embobada. Me miró mal. Era costumbre ver cómo me miraba la gente, me juzgaban por cómo iba, por cómo era y eso que probablemente mi casa fuese el doble que la suya y con ello mis riquezas. Mas mi filosofía es no ir demostrando por el mundo todo aquello con lo que estás en contra.

Demasiado poco pijo para ese barrio.

Era oscuro. No llevaba mucho allí. Solo unas cuantas canciones. Podrían haber sido 10 como 50. Calculé el tiempo que era. Si cada canción tenía una media de 3 minutos, había estado allí por 30-150 minutos. Que rápido pasa el tiempo. Perderlo de tal forma daba gusto. Hay veces que va bien perder aquello que no es recuperable.

-Oye chico, ¿No crees que es hora de volver a casa? - La puerta se abrió y un hombre apareció detrás de ella.

-Claro, ahora me voy señor Martins. - Me levanté. - Un placer volver a verle.

- ¿Cómo sabes que...

-Todo el mundo conoce a su hija. - Con eso de hija su padre dio por sentado de que me refería a Dani, pero en realidad, todo el mundo sabía que la única razón por la que había llegado ahí, que mi subconsciente me había llevado allí era por Callie. Ya había salido de la propiedad y por la ventana pude ver a Callie. Iba con un sujetador negro y la vista se quedaba allí. Rezaba porque me hubiese visto. Y tras desear eso salí corriendo como hacía tiempo que no corría porque no hay nada mejor que sentir el viento en la cara.

Atentamente, tu Alex || en corrección ||Where stories live. Discover now