DOMINGO 17

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-¿Alex?

-Dime...- Estábamos sentados en el banco, en nuestro banco, el banco de Alex y Callie y nada más.

-Solo conozco el Alex de los Domingos, ¿Qué hay del Alex de los lunes o martes o viernes o sábados?

-No hay nada, es exactamente igual que el de los domingos.- Estaba riendo, supongo que le hacía gracia el tema. Mirarle sonreír me sorprendía.

-No me lo creo, ¿qué haces el resto de la semana?

-Esperar a que sea domingo.- Por un momento me dejé llevar y me sonrojé. Había situaciones en que lo sentía, me dejaba ir y sentía algo por él. No sabía del todo que era, solo sabía que me asustaba.

-Oh, vamos. Dime la verdad, sabes que haces algo más. Yo, por ejemplo, voy a clase y a correr, no hago mucho más.

-¿Y David?- Lo dijo neutramente, sin mirarme. Estaba mirando a la nada, como si soltar esa pregunta no fuese nada. Pero en realidad me había dolido, no me acordaba de David de la manera en que él lo hacía y me había sentado mal.

-Lo veo el resto de días, es mi mejor amigo y va a mi clase.

-Ya sabes a que me refiero.- Sus ojos se me clavaron, de verdad que hacía daño, nunca había notado algo así.

-No ha vuelto a pasar nada, no desde la última vez que viniste a casa y nos viste. No he podido volver a pensar en ello, ahora es raro. Ya no tiene emoción si no es secreto.- Dejó ir un suplido medio de burla y de desacuerdo.

-¿Tan ocupada has estado?- Me encogí de hombros.- ¿En qué has estado pensado?

-Cosas.- Estaba claro, solo una palabra. Cuatro letras. Porque la Callie del resto de la semana solo esperaba los domingos porque no había nada mejor que la Callie de los domingos.

-¿No piensas decírmelo?- Le dije que no mientras me reía.- ¿Estás segura?

Asentí. Se tiró encima de mí y empezó a hacerme cosquillas. Después de que consiguiera que parara me dolía la barriga. No podía parar de coger aire, pero la respiración se me paró de golpe. Me encontré con sus ojos verdes y por primera vez noté algo que antes no había visto, su verde era triste. Nunca se me ha dado bien definir, pero ver ese color me cortó por la mitad. Cogí aire, él estaba sonriendo pero por dentro moría de tristeza. Tenía que buscar una forma de hacerlo volver a ser feliz. Tenía que solucionar el problema desde la raíz.

-¿Qué pasa? – Me preguntó, su sonrisa se apagó.

-Tus ojos...- Y entonces lo entendí todo, no llevaba lentillas para esconder sus ojos, las llevaba para esconder la tristeza de su interior.

-¿Qué les pasa?

-Que son la cosa más bonita que he visto alguna vez.- Y le sonreí, le sonreí dulcemente porque mentía.

Atentamente, tu Alex || en corrección ||Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt