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«Es ahora o nunca»—pensó y miró por el ventanal de la heladería, Dione se encontraba en la caja.

Entró al lugar y Dione le sonrió cuando se dio cuenta de él.

«Acércate y háblale»—se dijo a sí mismo y caminó hasta la barra que se encontraba vacía.

—Hey—le dijo Dione. Adam sonrió.

—Hey—respondió—. Es tu último día...¿a qué hora te irás mañana?

—Posiblemente temprano—comentó—. Mi papá vendrá a buscarme a las nueve y seguro nos iremos como a esa hora para estar en Asderma en el almuerzo.

Adam asintió, entonces esa sería la última vez que la vería.

¿Te falta mucho? Necesito hablar contigo antes; despedirme.

—Déjame recoger esto y podemos caminar un rato—se volteó a ver a su compañera—. Ornella, ¿estarás aquí hasta tarde hoy no? —ella asintió—. Bien, entonces me iré—miró a Adam—, dame un chance.

Él asintió y se fue a sentar en una de las mesas, buscó a Billie pero se dio cuenta de que al ser martes, ella no se encontraría allí.

—Ahora sí, ¿qué sucede? —dijo Dione llegando a su lado, no supo cuánto tiempo pasó o si ella era realmente rápida para terminar sus cosas.

Adam se levantó y le tomó la mano para salir del lugar, ella no dijo nada y sólo permitió que él la llevase a donde sea que él quisiera. Lo miró y sonrió, lo extrañaría mucho, pero era una buena decisión, no iba a echarse para atrás.

—Sé que últimamente he estado un poco extraño y sé que ya sabes la razón, pero realmente quiero que sepas que tú eres importante para mí—le dijo Adam, ella asintió.

—Lo sé, tú también lo eres—dijo y se detuvo para abrazarlo—. Lo que más voy a extrañar de Coramora es a ti; quiero que sepas que estoy de acuerdo con lo que suceda con Billie.

— ¿Qué?

—Si sales con ella...estoy de acuerdo con ello—le dijo—. Me dará mucha felicidad verte feliz, Adam. La verdad es que, siempre te ha gustado Billie, Adam. Incluso antes de que yo llegara, siempre ha sido ella. Lo siento de esa forma, sólo que no te habías dado cuenta hasta ahora.

Dione, yo... —ella negó.

—No intentes negarme algo que ya sé—le dijo—. Por favor, todos lo sabemos, ¿por qué te empeñas a negarlo?

—Miedo.

— ¿Miedo? —preguntó frunciendo el ceño, ¿miedo a qué? ¿Miedo de qué?

—Tengo casi un año conociendo a Billie, me agrada mucho y creo que es una grana miga, no quiero iniciar con ella, que no funcione y tirar todo por la borda.

—No quieres perder la amistad—dijo—. Te entiendo, pero no podrás saber cómo terminará si no intentas al menos un poco. La vida está para fallar, ganar e intentar, no puedes ir por la vida creyendo que las cosas pueden salir mal porque si no saldrán mal.

—Eso es algo que habría dicho la Dione de mi historia—ella sonrió.

—Puede que nos parezcamos un poco—le dijo—. ¿Irás a Asderma un día para visitarme?

—Quiero hacerlo—le dijo, ella lo abrazó nuevamente—. Igual mantendremos siempre el contacto.

—Tendrás que decirme si al final todo salió bien con Billie—suspiró—. Haz a Dione un personaje increíble, que los lectores lean y digan: ojalá existiera en la vida real.

—Para qué una Dione de libro si estás tú—acarició su mejilla.

—Haz que se quede con el protagonista, quién quiera que fuese—le dijo—. Si está bueno, mucho más—Adam rió por su comentario y luego asintió. Tomaría en cuenta esa petición para su historia—. Sé que esto terminaría así. ¿No es ese el cliché de las historias de amor? El chico siempre queda con la buena, en este caso me siento como la mala.

—También eres la buena.

—De mi propia historia, quizás seamos los malos en las historias ajenas—le dijo y luego entendió que era verdad, no siempre sería la buena, todo dependía de los ojos que leyeran la historia—. ¿Crees en la magia Adam?

—Ya me hiciste esa pregunta.

—Pero, ¿crees?

No lo hacía hasta que apareciste.

—Entonces cumplí mi cometido, mostrarle a un chico frustrado que puede hacer magia con su escritura—Adam la miró.

Quizás ella tenía razón, podía hacer magia a través de las palabras. Era escritor y tenía que creerse un escritor para que el mundo luego se lo creyera también.

Él creaba historias, creaba vidas, creaba mundos, tenía el poder en sus manos de hacer que las personas pudiesen sentir empatía por alguien que realmente no existía. Eso era ser escritor, escribir de una diferente perspectiva.

—Ya debo regresar, tengo que acomodar todo para mañana y recoger las cosas en el trabajo—le dijo—. Te quiero mucho Adam, siempre te desearé lo mejor—besó su mejilla.

—Yo también te quiero—respondió y ella sonrió, le dio un último abrazo y se alejó de él para regresar a Sunny Ice.

Adam la miró caminar.

Ahí se iba Dione, pero en sus libros la energía que ella le emitía quedaría plasmadas por siempre en el papel.

Eso era lo que más le gustaba escribir, podía inmortalizar a alguien.

Fuera De TextoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora