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Martin miró a su amigo quién mantenía su atención en el celular y sonrió ante la idea que se le llegó a la cabeza. Lo miró por encima y notó que hablaba con Dione, negó con la cabeza para luego hablarle:

—No soy experto en el psicoanálisis pero es evidente que no la amas—le dijo su mejor amigo mientras salían de clases. Adam rodó los ojos y no dijo nada—. Hermano, sabes que la que te gusta es Billie y Dione es solo una fantasía rara que se volvió realidad. Freud lo dijo una vez...

—No me gusta Billie—respondió Adam interrumpiendo—. Y deja de usar tu psicología barata conmigo.

— ¿Psicología barata? —se llevó las manos al pecho—.Ahora me debes veinte dólares por insultarme.

— ¿Qué? ¿Por qué?

—Tú mamá tiene esa regla—Adam rodó los ojos, era cierto—. Un insulto, un dólar.

—Pero me estás pidiendo veinte.

—El insulto de la psicología barata vale por veinte—mencionó con una sonrisa divertida, Adam prefirió ignorarlo y continuar caminando—. ¿A dónde vas?

—A Sunny Ice por un helado, ¿vienes o te quedas ahí citando a Freud?

— ¿A ver a tu triangulo amoroso en acción? Yo digo que sí—dijo animado—. Pagas el helado tú, me debes veinte.

Adam rodó los ojos pero aceptó la idea, si decía que no, Martin seguiría con el tema hasta quién sabe cuándo y era preferible mantenerlo callado. Ambos chicos tomaron el autobús hasta la heladería y al llegar se encontraron con Dione en la caja, no había rastros de Billie pero se debía a que ya las clases habían empezado y el trabajo se complicaba.

Se sentaron en una de las mesas y Martin fue el que pidió los helados. Adam sacó de su mochila su cuaderno de historia y miró sin ganas el ensayo de historia sobre la Revolución de Coramora que debía hacer, no es que no le gustara pero digamos que había otras materias que le interesaban más.

—Dione dice que hoy irá a tu casa en la noche—habló Martin cuando llegó a la mesa con ambos helados en la mano. Colocó uno frente a su amigo y éste le agradeció.

—Debo decirle que iré a la casa de Bruno para hacer un trabajo juntos—Martin frunció el ceño.

—Yo sé que soy despistado y tiendo a faltar a clases pero nosotros no estudiamos con Bruno—mencionó—. Así que explícame el porqué de tu mentira.

—En realidad pasaré por la casa de Billie para prestarle mi película del Origen—dijo y Martin lo miró interesado—. Sólo le dejaré la película.

—Claro que sí—dijo—. Así como yo fui solamente a buscar un poco de azúcar en la casa de mi vecina—Adam alzó una ceja.

—No me sé esa historia.

—Cosas que un caballero se guarda—el pelinegro negó y luego miró a la barra en donde se encontraba Billie con Dione conversando.

—Se irá pronto—dijo y Martin supo que hablaba de Dione—. No sé siquiera por qué rechacé la idea de vernos hoy—suspiró.

—Deberías decirle cómo te sientes.

—Ni yo sé cómo me siento.

Martin asintió, a pesar de no saber exactamente cómo se sentía su amigo, podía entender un poco sobre él. Odiaba la adolescencia porque eso lo hacía a veces sentir un poco inseguro, nunca se había enamorado de alguien y dudaba si quiera que llegase a pasar, ver a Adam así de confundido—aunque todavía no lo supiese del todo, por dos chicas—, lo hacía no querer enamorarse nunca.

—El amor es un asco—mencionó, Adam sonrió.

—El amor es un asco porque no lo entendemos todavía—respondió—. Quizás cuando encuentres la persona correcta, todo será diferente.

—Persona—comentó Martin—, quizás no quiera estar con alguien y ya.

—Acabas de decirme que te enrollaste con tu vecina.

—Nunca lo dije, eso fue lo que tú entendiste—mencionó—. Soy responsable de lo que digo, no de lo que tú entiendes—parafraseó.

—Claro—dijo Adam y volvió su mirada a las chicas.

Dione se encontraba sirviéndole a un chico un cono de helado, ella se dio cuenta de su mirada y se fijó en él; le sonrió y luego dirigió su atención al chico que estaba atendiendo. En su campo de visión apareció Billie, ella estaba acomodando los conos que se encontraban en la barra, se veía concentrada que nada podía distraerle ni un poco.

Un cosquilleo apareció, eran las tontas mariposas que todos siempre mencionaban, pero en vez de verlo como algo lindo, Adam sintió que lo querían matar a rasguños. Tomar todo lo que estaba dentro y dejarlo vacío del dolor.

Podía entender por qué Martin no quería enamorarse, ¿quién podría quererlo?

—Freud no se equivoca—dijo Martin sacándolo de sus pensamientos, él lo miró sin entender a qué se estaba refiriendo, su amigo señaló a Billie—. Te gusta esa chica. 

Fuera De TextoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora