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—Siempre he visto a mi chica perfecta como la clase de chica a la que no le importaría que hora es, estaría disponible para escaparse conmigo por un helado o algo de comer—dijo el pelinegro a la chica que acaba de conocer.

— ¿Y Dione es así? —le preguntó ella. Ambos estaban caminando por el parque, habían decidido dejar la heladería debido a que se les hacía un poco hablar sobre ellas si ambas chicas se encontraban ahí.

—Creo—dijo—. No es como si le hubiese escrito a las doce de la noche para ir a comernos unos tacos—volteó a ver a Irene—. Aunque nos sería mala idea.

—Puedes intentar y ver, siempre es bueno tener a alguien con quién comer en la madrugada—dijo ella en broma, Adam sonrió y asintió.

No le había pasado, pero seguramente sería una de las mejores sensaciones que podía tener.

Ella rió.

— ¿Y tú? —preguntó el chico, ella lo miró sin entender—. No es como si fuese muy obvio pero, a ti te gusta el rubio intenso que llamas amigo—ella rió y luego negó.

—No, para nada—dijo, Adam la miró con una ceja levantada y ella suspiró—. Quizás un poco.

Adam rió.

—Lo noté—mencionó—. Pero tranquila, yo no diré nada.

—Estoy escribiendo un libro sobre Dione—comentó—. Dione, mi personaje, aunque la chica también—mencionó.

— ¿De qué trata?

—Antes era sobre el amor, pero ahora la adapté a una chica que viaja por varias partes acompañada de su mejor amigo.

—Suena a una historia sobre la friendzone, seguro me identifico—comentó y Adam rió.

—En la historia, Dione y el personaje principal, se conocen de la misma forma que yo con la Dione real—mencionó—. Al principio me asusté, pero creo que es una historia interesante.

— ¿Cómo que de la misma forma?

—Ambos chocamos saliendo de un local—dijo—. Incluso hay muchas cosas que coinciden, pero decidí sacarle provecho a eso.

— ¿Cómo?

—Escribiendo sobre lo que me gustaría que sucediera—dijo—. Quiero ser escritor, pero también quiero viajar mientras escribo. Creo que al menos en el libro, pudo hacerlo.

— ¿Y cómo termina la historia? ¿Los amigos quedan juntos?

—Sí, un poco obvio, ¿verdad?

—Realmente es de mis clichés favoritos—comentó, Adam se sentó en uno de los banco del parque, se había cansado de caminar en círculos—. ¿Y Billie?

— ¿Qué con ella?

— ¿No has escrito nada para ella?

Adam lo pensó. Realmente sí, antes lo había hecho; pero eso fue cuando apenas conocía a Billie y realmente no eran amigos. La veía muy alejada a su realidad, no se habría esperado nunca que fuesen cercanos; aunque ya la situación había pasado a algo más que eso. Quizás un poco de intimidad.

—Escribí hace poco sobre sus ojos—dijo—. No he dejado de verlos desde hace unas semanas y es un sentimiento que he intentado esconder.

— ¿Por qué?

—No es agradable—dijo—. Seguro te pasó la primera vez que consideraste que tenías sentimientos por Alan. Es como un choque que tienes, no lo quieres sentir más porque sabes que es peor.

— ¿Me estás confesando tus sentimientos por Billie? —ella sonrió, Adam negó.

—Me gusta Dione.

—Adam, sé que no te conozco pero por la manera en que tus ojos brillan cuando nombras a Billie puedo darme cuenta de que hay algo con ella. Una cosa es lo que tu boca dice y otra cosa es lo que tus ojos están reflejando.

Ella le sonrió y se levantó de su silla, sus ojos estaban fijos en él.

—Creo que hablamos mucho hoy sobre todo—dijo y le mostró la mano para chocarlas, Adam le devolvió el gesto—. Ahora tu turno de darte cuenta de lo que está pasando.

Se despidió de él sin decirle nada más y lo dejó con una idea rondando su cabeza. Esa tarde habían hablado sobre muchas cosas, tocaron el tema de Dione y también hablaron sobre Billie, pero al final no sabía realmente a qué se refería Irene.

Sacó de su mochila la libreta y buscó la hoja en donde había escrito su nombre durante las clases.

«Billie»

Que horrible era el sentimiento de incertidumbre cuando no estabas seguro sobre una persona, o quizás sí, pero era mucho menos doloroso que aceptarlos por completo.

«El problema comenzó cuando te conocí y no supe que hacer.

Cuando me miraste y tu sonrisa me dejó con tu imagen toda la tarde.

Cuando tu nombre me pareció el nombre más fascinante de todos.

Cuando entendí que nunca conocería a alguien como tú, porque las personas como tú, sólo se conocen una vez en la vida.

Y ese es el problema, cuando no fui consciente de lo que me sucedía.

Cuando entendí y me negué a aceptarlo.

Porque no quiero que el problema continúe.

El problema comenzó cuando empecé a escribir sobre ti, sin saber que te había escrito realmente»

Fuera De TextoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora