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Adam se encontraba sentado en la silla de su escritorio, había colocado su álbum favorito de Jo Inoa y se mantuvo intentando conseguir algo bueno para poder escribir, tenía la inspiración pero no tenía las palabras exactas para comenzar.

Era el mal del escritor.

Leyó varias veces el último capítulo que había escrito, Dione aparecía en todos ellos por ser la protagonista, pero quizás necesitaba crear un nuevo personaje además de Leo y ella, alguien que fuese la razón por la cual ellos deberían luchar para estar juntos.

Su mejor amigo entró a su cuarto y lo sacó de su mini momento de inspiración.

—Me encontré a tus dos nuevos amigos cerca de Sunny Ice hoy y hablamos sobre tu problema con Dione y Billie—Adam azó una ceja.

—No tengo ningún problema con Dione—respondió— ¿Por qué hablan de mí a mis espaldas?

—Porque tienes un problema—respondió— No puedes estar enamorado de alguien ficticio.

—No soy ni el primero ni el último que enamora de alguien ficticio—se quejó—. Es más común de lo que parece.

—Sí, pero no es común que el personaje aparezca de la nada siendo una persona real—dijo—. Eso creará muchos momentos traumantes para todos. Hasta Suma quedará traumada de por vida por eso.

—Eres un exagerado—rió—. Quería poder escribir esta capítulo pero realmente me siento bloqueado, me he sentado varias veces frente a la computadora y nada se me ocurre, es como si todo se me hubiese olvidado—suspiró—. No puedo escribir si no tengo ganas pero tengo demasiadas ganas, sólo no sé cómo hacerlo.

—Salgamos un rato, pasemos por Sunny Ice, ves a Billie y quizás eso te ayude a tener algo para escribir.

— ¿Crees que eso se pueda? —dudó, no lo veía muy considerable.

—Claro, eso hago yo cuando no tengo ganas de estudiar; salir para inspirarte es la mejor opción siempre.

Caminó hacia la puerta.

—Vamos que se nos hace tarde.

— ¿Tarde para qué?

—No sé, sólo es una expresión—respondió y se echó a reír. Adam rodó los ojos y sólo caminó detrás de él.

Sunny Ice quedaba muy cerca de su casa por lo que siempre se iba caminando hasta la heladería. Esa era una rutina que mantuvo desde el año que llevaba conociendo a Billie; llegaba de clases, comía un poco, posiblemente descansaba, se echaba un baño y se iba a Sunny Ice para ver a Billie y escribir un poco.

—Oye, ¿esa no es Dione? —le preguntó Martin, Adam volteó curioso y se sorprendió al ver nuevamente a Dione en Sunny Ice.

Llevaba el mismo uniforme que Billie utilizaba y se encontraba detrás de la barra. Frunció el ceño y entró al local acercándose a ella. Dione le sonrió al verlo y los saludó con la mano.

— ¿Estás trabajando aquí? —preguntó, ella asintió.

—Sip—dijo alegro y le mostró la placa que llevaba su nombre—. Primer día y ya tengo mi placa, excelente—sonrió.

—Que genial es eso—habló Martin—. Entonces ya conoces a Billie.

—Sí, ella me entrenó en la mañana, está en el almacén revisando la dotación que acaba de llegar—dijo, Adam asintió—. ¿Qué pedirán hoy?

—Un helado de limón y uno de chocolate—comentó Martin indicando también el pedido de su mejor amigo, Dione asintió y se dio la vuelta para buscar los conos y colocarle las bolas de helado a cada uno.

Se los entregó y ambos agradecieron dándose la vuelta para caminar hasta una de las mesas del local.

—Está trabajando aquí—mencionó Adam—. Justo como en mi historia.

— ¿En tu historia tienes a Sunny Ice?

—No, una heladería llamada Minny Ice—se encogió de hombros—, pero es para darle honor a Sunny.

—Okay—dijo— Tienes a Dione y tú eres Leo en la historia. ¿Cuál es Billie?

— ¿Billie?

—Sí, si hay tres coincidencias deberías también estar ella.

—Billie no está en mi historia.

Y quizás ese fue el problema.

O quizás fue la razón de todo.

Fuera De TextoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora