v e i n t i s i e t e

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Es el día más soleado de octubre, tomo una profunda respiración y disfruto de los fuertes rayos solares golpeando mi pálida piel. Después empujo la puerta de cristal restándole importancia a mi corazón latiendo desbocadamente y al dolor que recorre mi torso con cada respiración. Si el médico que me atendió hubiera imaginado que yo no daría mi brazo a torcer en cuanto a quedarme reposando en casa un mes entero como lo pidió, él mismo se hubiera encargado de no dejarme salir del hospital con tanta facilidad.

No me he colocado maquillaje, he dejado mi cabello suelto y un poco despeinado, así que llamo la atención de un par de comensales en el restaurante de la familia. Les sonrío amablemente, pues ellos debieron verme aquí antes, cuando ayudaba un poco empleada como una mesera que iba de un lado a otro sin descanso. Camino el que ahora me parece un interminable trayecto hasta la puerta que me dará acceso a la cocina, al eterno desastre que esta es. La chica que está en la pequeña anterior a la puerta me da una mirada, deseando detenerme, pero ha de reconocer en mis facciones el parecido que tengo a Julia y decide no hacerlo, dejándome proseguir no sin antes fruncir el ceño.

Sí. Yo sé que luzco horrible, pero tenía que apresurarme a salir de casa antes de que Niall se percatara que había salido. Con seguridad va a matarme al enterarse que he escapado.

Empujar la pesada puerta doble implica el triple de esfuerzo del que recordaba y un par de pinchazos de dolor que me amenazan con tirarme en el suelo. Sin embargo soy fuerte y he aprendido a manejarlo.

Algunos de los empleados de la cocina notan enseguida mi presencia y la mayoría me sonríen en saludo, evitando inteligentemente hacer comentarios al respecto y se enfocan en su trabajo. Y yo, voy directo hasta el alto y delgado hombre que siempre voy a reconocer como una figura paterna a pesar de lo que suceda. Keith Collins se encuentra a un lado de uno de los chefs más recientes en el restaurante, quizá mostrándole como preparar un platillo o dándole consejos, ambos hombres están enfocados en lo que hacen y tengo que carraspear dos veces para hacer notar mi presencia.

—Cariño, ¡qué sorpresa! —menciona y la sonrisa en su rostro desaparece al verme correctamente. —Por el amor de dios, Maiah. ¿Qué pasó? ¿Por qué-? —lo detengo, sorprendiéndolo con un abrazo fuerte que hace que mis costillas duelan.

¿Cuánto tiempo voy a tardar en sanar físicamente?

Acabas de salir del hospital, después de un aparatoso accidente. Han pasado solo trece días, dale tiempo. Mi mente regaña.

Hago una mueca al sentir el abrazo correspondiente de mi padre, aplastándome más de lo debido.

— ¿Podemos hablar, fuera? —pido y me da una mirada curiosa, pero termina asintiendo y volviendo al hombre con el que hablaba antes.

—Vamos a mi oficina. —lo sigo, sabiendo que su oficina no es más que uno de los cubículos del restaurante, el que nadie usa, en una de las esquinas que raramente está menos iluminada que el resto del lugar. — ¿Qué pasó, Maiah? Estás toda-

— ¿Herida?, ¿llena de cicatrices?, ¿demacrada?

—Has usado todo lo que iba a decir. —trata de aligerar la manera en que lo interrumpí groseramente y suelto un suspiro. —Rebecca estuvo aquí un par de veces en la última semana, pero fue muy raro y... bien, debo suponer que ella sabe a la perfección que te sucedió y no me dijo absolutamente nada al respecto, ¿debo preocuparme?

—No deberías, estoy en recuperación, todo debe ir bien de ahora en adelante.

Y eso va sobre todos los aspectos de mi vida.

Brave | niall horanWhere stories live. Discover now