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Hago todo lo posible por no mirar fijamente al frente por largos periodos de tiempo y darle a conocer a mis profesores mi rostro que claramente indica lo mucho que bebí la noche anterior y lo poco que he dormido, así que finjo tomar apuntes todo el tiempo, velozmente doy pequeñas miradas al frente para lucir más casual. Nadie escribe tanto como yo lo hago y tengo que disminuir la velocidad con la que muevo todo.

Mi mañana fue un absoluto desastre, me levanté apenas a tiempo y vomité fuera todo mi alimento y me abstuve de tomar el desayuno para no tener que estar corriendo al baño de la universidad, también me duele la cabeza y siento que el sol está quemándome y va a dejarme hecha cenizas, pero no puedo utilizar gafas oscuras dentro del aula.

Salgo de la clase para mi turno del almuerzo y siento el aparato vibrar en el fondo de mi mochila. Lo tomo, ya no me siento avergonzada por cargarlo conmigo en público y leo el mensaje, que, para mi sorpresa, es de Daisy.

Daisy: "No puedo creer que vine a la universidad después de lo de anoche. Voy a morir, me marcharía a casa de no ser por mi examen de francés que no he podido aprobar. Maldición, voy a morirme aquí."

Leo el mensaje que llega fragmentado en seis partes debido a la pulgada de pantalla que tengo. Suspiro y aprieto el gordo aparato en mis manos, tomando la decisión de comprar un jugo y un chocolate de alguna de las máquinas expendedoras. No me siento con las ganas de fingir que no vi que estaba tragándose a Zayn anoche. Pero es probable que ella no tenga ni la menor idea de que el tipo a quien besó es novio de mi mejor amiga. Ni siquiera debe saber que tiene pareja.

El teléfono recibe dos mensajes más.

Daisy: "¿Por qué si quiero un título en psicología necesito un curso de francés? Es absurdo, no iré a Francia."

Daisy: "¿Maiah?, ¿siquiera has venido a la universidad?"

Estoy a punto de apagar el aparato infernal cuando el nombre de Niall aparece con el ícono de mensaje. Sin esperarlo, una sonrisa surca mis facciones y me siento culpable en lugar de sentirme contenta. Estoy feliz, pero no plenamente feliz.

Niall: "Hola preciosa ;)"

Comienzo a picar furiosamente las teclas para escribir, pero fallo horriblemente en el intento y el llamado a mis espaldas me hace detenerme, para después reanudar mi paso, fingiendo que no es a mí a quien llaman. Maiah no es un nombre común irlandés, pero nadie tiene que saber que es a mí a quien Daisy llama a unos metros detrás.

—Maiah. —repite por décima vez, alcanzando mi hombro para detenerme. Me giro bruscamente y si pensé que la rubia frente a mí podría lucir perfectamente sin importar que sucediera, me equivoqué garrafalmente.

El cabello rubio de Daisy está recogido en un moño desordenado por encima de su cabeza. Viste unos jeans comunes y un suéter con el estampado de la universidad en él que le queda grande y que por supuesto debe haberle pertenecido antes a un chico. Sus labios están pálidos y agrietados y en su rostro no hay ni una pisca de maquillaje que le ayude a disimular la resaca que debe estar aquejándole. Detrás de esos lentes negros de sol debe haber unas grandes ojeras y ojos rojos.

Siquiera yo hice mi intento por lucir más normal.

Pero siempre fallo, aunque para todos debe ser cosa de todos los días verme cansada mientras me arrastro de clase en clase y hago mi mayor esfuerzo por poner atención.

—Hey. —mascullo, tratando de no sonar molesta. Mi cabeza comienza a palpitar fuertemente una vez más.

—Pensé que no habías acudido, pero es una suerte haberte encontrado. ¡Vaya que noche tuvimos! —sin embargo, Daisy no pierde su jovialidad. Su agudo tono hace que el dolor sea peor. Mi mueca lo dice todo. —Debimos quedarnos en casa, ¿no lo crees?

Brave | niall horanWhere stories live. Discover now