c i n c o

1.4K 97 7
                                    

Mis parpados se sienten pesados y luchan por caer cerrados en cada parpadeo prolongado que me permito mientras el señor Ross explica algo de la teoría que vendrá en el próximo examen, hago lo posible por mantenerme despierta, pero he pasado 48 horas sin dormir ni un solo minuto. Y mi cuerpo está cobrándome eso ahora. Inhalo profundamente mirando a mi reloj analógico en la muñeca y suelto un suspiro de alivio cuando la clase termina cinco minutos más tarde. Por fin es tiempo de marcharme a casa, pero sé que una vez ahí no conseguiré descanso, luego recuerdo que prometí ayudar a mis padres en el restaurante durante toda la semana, pues uno de los meseros ha tomado la semana para descansar.

Salgo hasta el final, cuando ya la mayoría de los estudiantes han abandonado el salón. El señor Ross –mi profesor–, me mira unos instantes y me detiene al hablar:

—Señorita Collins, creo que mi clase es tan importante como cualquier otra cosa a la que esté prestándole importancia en estos momentos. No ha parado de bostezar y tallar sus ojos durante toda la clase, si sigue así, le sugiero no entrar de nuevo hasta que descanse lo suficiente. —la voz ronca y cansada del hombre que tiene alrededor de unos cincuenta y tres años me amonesta, no hago otra cosa más que asentir.

—Su clase me parece interesante, en realidad. Sin embargo, padezco de insomnio estos días. —miento en la última parte, incapaz de quedarme callada y marcharme. Nunca puedo quedarme con lo que pienso. —Trataré de descansar.

Digo, pero esa también es una mentira. He gastado los últimos dos días trabajando hasta que el restaurante cierra a las diez de la noche y luego rebuscando en casa por pistas que me ayuden a llenar los espacios en blanco que esa pequeña amenaza escrita en el papel roto dejó en mí desde entonces. Marcie se ha marchado a Londres para retomar sus clases y no soy capaz de contarle a mi madre para que ella pueda aconsejarme, así que termino guardándome todo para mí ya atormentada mente.

Soy inconsciente de si Niall ha llamado desde que mi auto fue robado y en él se encontraba mi bolso con el aparato. Tampoco he sido suficientemente valiente para llamarle a pesar de que me muero por escuchar su voz, más que nada porque sé que preguntará un montón al respecto y dejará cualquier cosa por su preocupación.

Suspiro cuando los primeros rayos de sol de la semana chocan con mi rostro, entrecierro los ojos y agradezco en mi mente porque la lluvia finalmente se haya retirado. El clima de Irlanda es imparable, y a pesar de que jamás he tenido un cambio, jamás he ido a un lugar donde el sol está fijo en el cielo todo el año, añoro con un día llegar a un sitio donde no tenga que preocuparme por la humedad o las lloviznas.

— ¡Hey, Maiah! —la chica rubia que no ha dejado de tratar de ganar mi amistad en los últimos días se acerca a pasos grandes hasta el sitio donde me quedé congelada. Daisy me saluda con una radiante sonrisa y un abrazo que me toma por sorpresa.

Es idéntica a Marcie en ese aspecto.

—Daisy. —murmuro, aún apachurrada entre sus brazos. —Hola.

—Hola, ¿Cómo va todo? ¿Hay noticias de tu auto? Zach y yo hemos preguntado por el con las personas que llegan al local, pero nadie sabe algo de él, lo lamento. ¿Cómo llegas a casa?, ¿Necesitas un aventón? —la rubia habla apresuradamente y termino negando con la cabeza.

—Te lo agradezco Daisy, todo. —luego, recuerdo el bulto dentro de mi mochila. —Oh, espera. Tal vez si, ¿Cuándo vas al local?

—Justo ahora. Estoy trabajando tiempo extra para pagar mi auto. ¡Puedes creerlo, me hice de un auto! —exclama emocionada y hace un pequeño baile. Me río ante sus acciones. —Muy bien, entonces vamos.

Brave | niall horanWhere stories live. Discover now