d i e z

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Le sonrío agradecidamente a la madre de Marcie cuando amablemente me entrega una copia de las llaves del apartamento de mi amiga la pelirroja. Una hora atrás salí con mi mochila y un pequeño bolso con ropa de la casa de Niall sin siquiera preocuparme por llamarle y avisarle. Incluso dejé el teléfono celular ahí y llamé a Marcie desde un teléfono público, pidiéndole asilo en su piso por un par de días hasta que me decida a hacer algo definitivo. Ella aceptó y lo mejor de todo es que no hizo preguntas al respecto, y tampoco lo hará en un tiempo porque está muy ocupada estudiando su cuarto semestre de medicina en una escuela especial fuera de Dublín.

—Maiah, ha pasado claramente mucho tiempo desde la última vez que supe algo de ti, pero... me alegra mucho que Marcie y tú no terminen su amistad a pesar de la distancia y todas esas cosas. Fue una sorpresa que ella me llamara y me pidiera que te entregara una copia de las llaves de su departamento, si necesitas cualquier cosa... aquí estoy para ayudarte, eres parte de la familia también. —la mujer que es un par de centímetros más baja que yo me dice y afirmo con la cabeza, en el fondo, sintiéndome mal por solo utilizar la amistad con Marcie a mi favor.

—Gracias señora Katharine. Tengo que irme, pronto va a llover. —ella mira al cielo detrás de mí, nubes espesas impiden el paso de los rayos solares. Pronto va a anochecer, también.

—Sí y veo que no vienes en auto. —menciona percatándose del espacio vacío al frente de su casa donde las visitas suelen estacionar.

—Un pequeño incidente... me lo robaron hace unos días. —explico honestamente. —Espero verla pronto.

—Oh linda, no te preocupes. Conozco a los jóvenes de tu edad, viven demasiado a prisa. Salúdame a tu madre cuando la veas, ¿sí? —me da un abrazo y me deja ir.

Me marcho cuando ella cierra la puerta dándome una última mirada y camino hasta la parada del autobús. Para mi suerte la ruta que me lleva a la zona donde el apartamento de Marcie se encuentra pasa justo en la esquina de la calle.

Pequeñas gotas de agua caen en mi rostro y miro al cielo entrecerrando los ojos por debajo de mis lentes de sol. Luego miro abajo a suelo y apresuro el paso para tomar el autobús que acaba de llegar a la esquina. Media hora después estoy en la calle indicada y sintiendo todo el cansancio caer sobre mis hombros.

Necesito dormir.

No. Primero necesito respuestas.

Subo las escaleras soltando pequeños quejidos hasta llegar al piso donde Marcie vive. Música de rock se escucha en la puerta del frente pero a mí me interesa el lugar que se encuentra completamente solo por el momento. Introduzco la llave y tengo un par de dificultades para abrir la puerta, cuando esta finalmente cede, alguien llama mi nombre.

— ¿Maiah?

Y es justo la voz que menos deseo escuchar en este momento.

Me congelo y luego giro el pomo, ignorando el llamado. Doy un paso dentro e inhalo el olor del polvo, resistiendo las ganas de estornudar. Voy a cerrar la puerta a mis espaldas, pero una fuerte mano se encarga de impedírmelo.

—Maiah, ¿Qué estás haciendo aquí? —Zach pregunta. La sangre me hierve ante el reconocimiento y lucho con todas mis fuerzas por cerrar la puerta en su cara. Justo como la noche anterior. Pero él no quiere darse por vencido tan fácilmente, ya sabe que se trata de mí y es demasiado tarde. —Hey, ¿está todo bien?

Suena honestamente preocupado por mi forma de actuar. Dejo caer mis cosas en el suelo y me muevo a un lado, dejando que la puerta se abra. Le frunzo el ceño y le doy la mirada más hostil que encuentro, sin embargo, todo eso se va a la basura y solo hay confusión en mis facciones a causa de la manera en que su rostro luce.

Brave | niall horanDove le storie prendono vita. Scoprilo ora