Capitulo 44.

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Madrid, España.

Habían pasado cinco días desde que Guillermo había desparecido. Samuel estaba más que desesperado, sobre todo por el mensaje que había recibido del rubio, donde sólo le mandaba unos puntos suspensivos.

– Tienes que tranquilizarte cariño, si llegan a llamar...— Samuel ya estaba harto de escuchar los mensajes esperanzadores de la mamá de su novio. Él sabía quien lo tenía y sabía como recuperar al castaño.

Se quitó la mano de su suegra de la espalda y camino a la salida de la casa. Se montó en su auto, con un único destino en su cabeza.
Tenía tantas ganas de que su amigo estuviera aquí apoyándole, de que Frank le dijera que todo estaría bien; pero no podía hacerlo, no podía meterle más preocupaciones de las que el pelinegro de por sí ya tenía.

Tardo más de una hora en llegar a la casa donde vivía la prima de Raúl. Estaba tan seguro de obtener respuestas en ese sitio que ni siquiera se fijó que nada iluminaba esa casa derruida por el tiempo.

Se acercó a la puerta y toco varias veces. Nadie abrió.
Una señora de la casa continúa – que Samuel no reconoció – salió a mirar quien rayos era el que hacia ruido y no dejaba dormir a sus hijos.

– ¿Pasa algo muchacho? — pregunto, mirando con cierta molestia a Samuel.

– Busco a la chica que vive aquí ¿No sabe sí salió o algo? — Samuel miro de nuevo a la puerta y después volteó hacia la señora. — Lo siento jovencito, pero la muchacha y otro joven más se fueron hace unas semanas de aquí, dejaron todo.

La mujer se despidió de Samuel y volvió a meterse a su casa. Samuel quería gritar, y sin poder reprimirse más, lo hizo. Grito hasta que los perros del vecindario comenzaron a ladrar, hasta que las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas rojas por el frío; hasta que su corazón dejo de sentir.

(....)

Lugar desconocido, sin ubicación.

Mierda, mierda y veinte veces más mierda – susurraba Raúl en su cabeza, mientras se hincaba a la altura de Guillermo y miraba la herida.

Había bajado rápidamente después de haber escuchado el retumbar del disparo en el sótano. Estaba realmente asustado, temiendo por su vida y por la de Willy. Cuando llego a la parte baja de la casa donde estaban escondidos, Simón iba subiendo las escaleras, riendo como un niño que acaba de ganar un juego.

– Asegúrate que no se muera, aún no es su tiempo. — había ordenado Simón, cerrando la puerta tras de sí.

Guillermo aún permanecía desmayado. Raúl se apresuró a sacar el botiquín de emergencia y de buscar unas pinzas para sacar la bala. Era un experto en esto; al final de sus días pasados, siempre tenía que ayudar a sus amigos a no morir, sacando balas de lugares inexplicables y que sólo un médico debería hacer.

Se puso unos guantes quirúrgicos y limpió las pinzas con algo de alcohol, desinfectando rápidamente todo. Con cuidado de no hacer tanto escándalo, le bajo los pantalones y Guillermo y miro su muslo.

La sangre seguía chorreando de la herida. Era profunda la entrada de la bala, por lo que le iba a costar demasiado sacarla sin tocar lugares que pudieran ocasionar que el chico dejara de caminar o que se infectara la pierna y tuvieran que amputarsela después. Lo peor sería al coser la herida, puesto que Raúl no tenía ningún material necesario y dudaba que Simón quisiera conseguir algo para él.

(...)

Las horas habían pasado. Raúl aún seguía vigilando a Guillermo, si el menor despertaba, lo haría totalmente desorientado y Raúl quería contarle lo que había pasado.

Perfect Match  ∞ Wigetta & Staxxby. {Editando.}Where stories live. Discover now