2. Exámenes, bolis sin tinta y pintura explosiva.

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2. Exámenes, bolis sin tinta y pintura explosiva.

Caminaba felizmente por los pasillos. Hoy habían sido los exámenes finales, y mis ojeras afirmaban lo mucho que había estudiado. Solo nos quedaba el último examen, y ya estaríamos libres de exámenes durante tres semanas. Sonreí, una hora más y seriamos libres. Aunque ese no era mi caso. Yo no sería libre hasta meses después, cuando finalmente llevase a cabo mi plan.

...

Mi mano se movía rápidamente por la hoja de examen, intentando rellenar todas las preguntas antes de que finalizase el tiempo.

Pero poco después el boli comenzó a fallar, dejándome con un examen a medio rellenar y un boli que no tenía tinta. Genial. Miré el reloj, todavía teníamos 20 minutos para terminarlo. Toqué el hombro del chico que tenía delante. Se giró, quedando cara a cara conmigo.

—Ey, ¿me dejas un boli?— le pregunté. Me ignoró completamente, y volvió a girarse.

— ¡Oye!— me quejé— Déjamelo.

— Trae uno tú misma— bufé. Este chico era difícil.

— Eso hice, pero mi boli se ha puesto de huelga y no quiere escribir— le reté.

— No es mi problema— Él quería que le pegase, ¿verdad? Es decir, no se puede ser tan irritante ¿no?

— Oh, siento mucho que tu ego no te permita prestarme un puto boli.

— Cállate. Nos van a echar— gruñí molesta. Esto era indignante.

— Gilipollas.

—¡Stark! ¡Collins! Si tantas ganas tienen de hablar, ¡iros al aula de castigo!— Genial. Genial. Por culpa de ese aborto de simio ni siquiera voy a poder terminar el maldito examen.

Me levanté, verdaderamente indignada ante su comportamiento de niño mimado y maleducado.

A esta hora todos los pasillos estaban desiertos–como era de esperar–. Todos los alumnos de segundo de bachillerato estaban haciendo los exámenes que determinarían a qué universidad van a ir, y por tanto, la vida que van a vivir. Y aquí estaba yo, con un enfado infinito, caminando hacia el aula de castigo.

Una vez dentro, me senté en el último pupitre, al fondo a la derecha.

Todo habría sido perfecto, es decir, me repetirían el examen mañana, tendría más tiempo para estudiar, un boli que pintase y un mejor humor, si Él no hubiese aparecido por la puerta.

Y todo habría sido mejor si la profesora no hubiese despegado su culo de la silla y no hubiese anunciado lo siguiente:

— Collins, siéntate al lado de Stark— bufé exasperada. Como si todo esto no fuera horrible, encima  tendría que sentarme con Él.

—¿Cómo te llamas bonita?— enarcó una ceja.

—Primero, ¡nadie me llama bonita! Segundo, ¡eso no te importa!

— Si me importa, bonita. Ahora dímelo. Yo soy Peter.

— Muy bien, "Peter". No te importa. ¿Te lo deletreo?— rodó los ojos.

— Oh, tampoco hacia falta que me lo dijeses. Yo ya lo sé, "Allison".— abrí los ojos, perpleja.

Espera, ¿qué? ¿Cómo es que sabía mi nombre?

— ¿Cómo es que sabes mi nombre?

—Shhhhh, secreto.

Este chico me daba bastante miedo.

Hey, AllieWhere stories live. Discover now