18. Sorpresas no agradables, puñetazos y No te das cuenta ¿verdad?

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18. Sorpresas no agradables, puñetazos y No te das cuenta, ¿verdad?

Choqué los cinco con Sam. Aparentemente, todo había salido según lo planeado, y aquello era motivo de celebración. Pero, cuando la madre de Matt salió corriendo de la casa, vestida con una bata rosa y unas zapatillas rosas a juego, y empezó a gritar como demente, decidí que lo mejor era irse de allí antes de que nos viera por completo.

Miré a Dylan tratando de contiene una carcajada, pero él no se resistió y comenzó a reírse. Le agarré de un brazo y tiré de él mientras corríamos para llegar al coche.

Abrí la puerta en un solo movimiento, y prácticamente me lancé dentro del vehículo. Comprobé que Matt y San estuvieran dentro, y cerré la puerta fuertemente. La madre de Matthew se quedó quieta justo al lado de nuestra ventanilla, con una expresión en el rostro cual perro rabioso y una chancla en la mano.

Dylan encendió el motor y arrancó, provocando que el coche dieran un pequeño salto.

—¡Acelera mierda! — le grité. Dylan no discutió, y pisó el acelerador con más fuerza.

Cinco segundos después de silencio sepulcral, empecé a reírme. Una risa que se contagió rápidamente y 2 segundos después todos estábamos riéndonos.

Se sentía bien actuar como una verdadera familia.

...

Me aferré más a mi libro y continué caminando por el pasillo, con Sam a mi izquierda, explicándome todos sus macabros planes para asesinar a Matthew de mil formas distintas. Algunos eran simplemente traumantes.

—Es hora de ver su coche — comenté en voz alta. Sam asintió emocionada y comenzamos a correr para llegar al parking. Allí estaba, a varios metros de nosotras. El timbre acababa de sonar, pero aún así, fui capaz de identificar la amorfa cabeza de Matthew entre todas las demás. Matthew se encontraba mirando su coche con una mueca de rabia en el rostro. En un momento dado, su mirada se cruzó con la de Sam, haciéndola tragar saliva sonoramente. Sonrió de forma socarrona. Tenía las manos metidas en los bolsillos delanteros de sus jeans rotos y caminaba de forma lenta y pausada, como si tuviera todo el tiempo del mundo para joder la vida de la gente. Apreté los puños, y retuve el impulso de pegarle un puñetazo.

—Vaya, vaya, ¡Pero si es Sam Stark! Qué agradable sorpresa— dijo cuando finalmente llegó a nuestro lado. Sal bufó, se cruzó de brazos y le sacó el dedo de en medio.

—Vete a la mierda — añadió, con una sonrisa sarcástica. Sus ojos reflejaban pura ira y tenían un brillo malvado que me hizo retroceder un paso. Parecía a punto de cometer el asesinato más terrible de todos los tiempos.

—Grrrrr, la gatita tiene garras — la retó, mientras hacía el gesto de un gato y recuperaba su sonrisa socarrona. Sam tensó la mandíbula, y cuando Matthew se acercó un poco más a ella, Sam no dudó en darle un buen rodillazo en la entrepierna. Matthew chilló de dolor, y se agarró su miembro con las manos, mientras ponía una mueca de estreñido.

—Así aprenderás que las mujeres no somos juguetes, gilipollas. Me voy. No pienso perder mi tiempo con una persona tan repugnante como tú.

— No engañas a nadie. Eras una puta, como todas las demás —Esa fue la gota que colmó el vaso. Sam se giró, y con una rabia que nunca había visto en ella, impactó salvajemente contra su mejilla, haciéndole soltar un sonoro chillido de dolor.

No pude evitar reírme. Sam se sacudió las manos, y tras darle una patada en la barriga, se fue caminando calle abajo, con una sonrisa orgullosa en la cara.

Hey, AllieWhere stories live. Discover now