63. Caballeros, fregonas y Cierra los ojos

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63. Caballeros, fregonas y Cierra los ojos

El restaurante que Peter había escogido, y en el que previamente había reservado mesa, se encontraba muy cerca del parque de atracciones al que habíamos ido en nuestra primera no-cita

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El restaurante que Peter había escogido, y en el que previamente había reservado mesa, se encontraba muy cerca del parque de atracciones al que habíamos ido en nuestra primera no-cita. Sonreí al recordar el momento, y me reproché a mí misma por no haberme fijado en él antes.

Si tan solo me hubiera fijado en él algún tiempo atrás... Todo habría sido diferente. Allie, Idiota.

—Ya hemos llegado— anunció Peter. Bajó del coche de un salto, y corrió a abrirme la puerta del asiento del copiloto. Todo un caballero.

Las puertas del restaurante se abrieron con un chirrido, y un delicioso aroma a pan inundó mis fosas nasales.

Caminamos hasta la mesa de la esquina del local. Peter tomó asiento en la silla de enfrente y me dedicó una de sus sonrisas. Sus preciosos ojos azules se achicaron al sonreír, en un gesto que le hizo parecer terriblemente adorable.

Aquella pregunta que tantas veces había rondado mi cabeza en las últimas semanas se volvió a repetir, ¿sería capaz? ¿Lograría... Irme? Decidí ignorar esos pensamientos. Ya tendría tiempo más tarde para pensar en ello.

La camarera se acercó a nuestra mesa, con la libreta en la mano para pedirnos nota. Peter se apresuró a decir un plato que no llegué a escuchar. En serio, ¿cómo demonios podía perderme tan rápido en el azul de sus ojos?

—¿Por qué me miras así?— preguntó. Reaccioné al instante, y me di cuenta de que llevaba más de un minuto mirándole con una sonrisa de tonta enamorada.

—Porque eres... Jodidamente perfecto— las mejillas de Peter volvieron a tornarse rojas por... ¿Millonésima? Vez desde que me conocí. Peter se acercó a mí, y en el momento en el que por fin nos íbamos a besar... Mi teléfono comenzó a sonar. Reprimir las ganas de tirarlo contra la pared, y pulsé el botón verde para contestar.

—¿Sí?— pregunté.

—¡Tenemos una emergencia! ¡Código rojo! ¡Código rojo!— gritó Elisabeth desde el otro lado de la línea. Traté de sacarle más información, pero el leve pitido que emitió mi móvil me valió para darme cuenta de que ya había cortado la llamada. Bufé frustrada.

—Por mucho que prefiera quedarme contigo... Y te prometo que me quiero quedar aquí contigo pero... Tengo que irme— Já. Qué irónico. Nunca imaginaría el doble sentido de aquellas simples y aparentemente normales palabras.

—Tú no te vas sin mí— prometió. Aquella simple frase había tenido mucho más efecto en mí de lo que él pensaría. Me tragué el nudo en la garganta que se me había formado, y asentí varias veces.

Peter dejó el dinero sobre la barra y me acompañó hasta su coche, que estaba aparcado justo en frente de la tienda. Condujo hasta llegar al instituto. Me bajé apresuradamente del coche, y caminé hasta Elisabeth. Parecía a punto de desmayarse. O peor aún, de sufrir un infarto.

Hey, AllieWhere stories live. Discover now