Prólogo

2.6K 226 86
                                    

La pequeña rubia con dos coletas se soltó del abrazo de su madre y corrió a jugar con los otros niños que, a diferencia de ella, lloraban desconsoladamente por tener que separarse de sus madres y padres.

El pequeño niño de grandes ojos azules contemplaba maravillado como aquella niña rubia con dos coletas ayudaba a otra niña con el pelo recogido en una gran trenza morena a calmar su llanto.

La animaba diciéndole que se lo iba a pasar muy bien, y que todo iba a estar bien.

- ¿Lo prometes?

- Lo prometo

- ¿Amigas?

- Para siempre- las dos niñas se abrazaron y corrieron de la mano hacia los columpios que había en una esquina del patio.

El pequeño Peter caminó hasta la especie de jardín que había a la derecha del patio. Le llamó la atención una bonita flor que crecía a los pies del castaño. La flor era de color lila, con unos pétalos alargados y un tallo recto. Le pareció bonita, aunque no tanto como la niña de antes. Apartó esos pensamientos de su mente y corrió a jugar al fútbol con los otros niños.

Pero el pobre Peter, en todo el partido que jugaron, no se pudo sacar de la cabeza a aquella niña de las dos coletas rubias y ojos azules.

Así que, en cuanto el partido terminó, Peter corrió hacia aquel castaño y arrancó la flor.

Contempló desde lejos a aquella niña rubia, de la que todavía no sabia el nombre.

Corrió hacia ella y tocó varias veces su hombro, ella se dio la vuelta y miró a Peter de arriba a abajo. Peter tragó saliva nervioso, de cerca le parecía aún más bonita que antes.

- Hola, me llamo Allie. ¿Tú cómo te llamas? - Allie le sonrió al pequeño niño que la miraba con admiración.

- Peter. Encantado de conocerte.

- Lo mismo digo - se balanceó atrás y adelante con sus pequeños pies- ¡Wow! ¡Qué flor tan bonita! ¿Puedo verla de cerca? - Peter asintió emocionado. A Allie le había gustado su flor.

- La cogí para ti - dijo mientras se sonrojaba.

- ¿En serio? ¡Es preciosa! ¡Me encanta! ¡Gracias!- abrazó a Peter.

- ¿Quieres ser mi amiga? - le preguntó el pequeño con las mejillas teñidas de rojo neón.

- ¡Sí! - le cogió de la mano y fueron juntos al balancín. Se quedaron juntos toda la tarde hablando sobre sus dibujos favoritos. Allison no era como las demás chicas. Mientras las otras jugaban a maquillarse y a darles de comer a los nenucos, ella jugaba a la DS, a su juego favorito, Pokemon.

Eso fascinó a Peter, que sin darse cuenta, acabó enamorándose de ella.

Pero el destino quiso separarlos, y tres años después, Peter tuvo que marcharse de la ciudad. Pero no sin antes prometerle a Allison un par de cosas.

- ¿Y cómo sé que tu me sigues queriendo? - le preguntó la pequeña Allie al niño Moreno de ojos azules que la miraba incrédulo. «¿Cómo podría dejar de quererla?» se preguntó.

- Cada año, en tu cumpleaños, te mandaré una flor. Una como la de antes.

- ¿Lo prometes?

- Lo prometo.

- ¿Prometes también que volverás algún día?

- Lo prometo.

La madre de Peter pulsó la bocina de su coche, metiéndoles prisa. Pero ellos la ignoraron. Estaban demasiado concentrados el uno en el otro.

La pequeña Allie comenzó a llorar, y Peter la abrazó hasta que consiguió calmar el llanto. Unas lágrimas silenciosas se deslizaron por su mejilla, y acarició la de Allie.

- Adiós Peter.

- No digas eso, di mejor, Hey Peter. Así no será una despedida, porque está prometido. Volveré.

- Hey Peter- se sorbió la nariz. Allie miraba a Peter con aquellos ojos azules que él tanto amaba, y que no vería en varios años.

- Hey Allie - dijo él, para darse la vuelta y adentrarse en el coche.
Se sentó y en el asiento bajó la ventanilla.

- ¡Hey Peter! - gritó ella con todas sus fuerzas.

- ¡Hey Allie! - gritó él de vuelta desde dentro del coche.

El coche arrancó, y Allie casi no lo vio irse. Y como si de una película se tratase, empezó a llover y la pequeña Allie corrió hacia su casa.

Subió a su cuarto y contempló la pequeña flor que flotaba en el jarrón de cristal.

- Hey Allie....- esas palabras resonaron en su cabeza, y cinco minutos después, Allie ya estaba profundamente dormida, abrazada a su peluche de Piplup mientras se oía el suave sonido de la lluvia impactando contra el tejado.

Hey, AllieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora