✦ DÍA 19 ✦

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Anahí estaba emocionalmente lastimada y tenía un sinfín de preocupaciones en la cabeza

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Anahí estaba emocionalmente lastimada y tenía un sinfín de preocupaciones en la cabeza. Más allá del problema con Soriarte y con El Refugio, todavía no sabía qué decisión iba a tomar cuando llegara el momento indicado. No tenía claro qué quería hacer y solo pensar en las posibilidades le causaba jaqueca.

Se sentía impotente por su muerte, traicionada por su pareja, triste por sus seres queridos y confundida respecto a la situación en el purgatorio.

¿Qué sentía por Irina? ¿Podía considerarla su amiga y confiar en ella? Le ocultó información y hasta la había traicionado en el pasado, ¡y casi que la forzó a marcharse con ella contra su voluntad! Le mintió con rumores sobre la personalidad de Lucio y la condicionó a ver el mundo de cierta forma. Sin embargo, a pesar de todos los aspectos negativos, la consideraba una amiga, una compinche. Compartían varios intereses en común y forjaron buenos recuerdos en el tiempo que convivieron en El Refugio.

¿Y Lucio? ¿Era un monstruo o un héroe? Lucio era un buen hombre, un hermano mayor estricto, pero justo. Se enfadaba cuando lo creía pertinente y celebraba cuando la situación lo ameritaba. Ponía siempre su seguridad en primer plano y le enseñaba cosas nuevas todo el tiempo. Observó numerosas facetas del hombre y entendía que todavía quedaba mucho por comprender sobre él.

También había aprendido a disfrutar de la compañía de Inés. Si Anahí optaba por quedarse en el purgatorio, definitivamente preferiría trabajar en casa de Lucio que volver al mundo subterráneo. Se sentía a gusto allí. Podría enseñarles inglés a los niños de El Refugio una vez por semana a modo de excusa para ir a visitarlos —aunque el idioma no les sirviera de nada—.

Pero ahí estaba la clave: «si». Anahí no podía decidir su futuro. Quisiera lanzar una moneda al aire y dejar que el destino escogiese por ella, pero sabía que se arrepentiría de ello.

Tuvo entonces una idea, algo sencillo que le ayudaría a aliviar las penas. Salió corriendo de su habitación y buscó a Lucio por toda la casa. Lo encontró en el jardín trasero, sentado a la sombra de un árbol con un libro entre las manos.

—¡Lucio! —gritó ella a medida que se acercaba—. ¡Lucio! —repitió.

El hombre levantó la vista por apenas un instante y suspiró. Cerró el libro con brusquedad, sin siquiera marcar la página, y esperó, paciente.

—¿Pasó algo? —preguntó él, preocupado. Temía que Soriarte ya hubiese atacado.

—No, nada. Pero necesito pedirte un favor enorme así como del tamaño de tu casa —bromeó Anahí—. Es una boludés, pero es importante para mí.

Exasperado al comprender que se trataba de una nimiedad, no respondió. Miró a la chica a los ojos y esperó que ella continuara hablando.

—Hace rato que te iba a pedir esto, pero ahora lo quiero más que nunca. ¿Me comprarías una cámara de fotos de esas que son instantáneas? Estoy segura de que acá las deben tener porque son medio pasadas de moda.

—¿Y para qué querés una cámara? —preguntó él sin poder ocultar la sorpresa—. Te vas a ir en unos días.

—Por eso mismo, tarado —respondió ella con naturalidad. Enseguida, se tapó la boca por el insulto. Temía ofenderlo y perder así la oportunidad de conseguir lo que deseaba. Lucio alzó una ceja, molesto, pero no reprochó la palabra—. Perdón, se me escapó.

—No importa —mintió él—. Pero explicate, no entiendo.

—Pasa que todavía no sé si me voy a ir o no —comenzó a decir ella—. Pero en el caso de que decida marcharme, me encantaría dejarles al menos el recuerdo de mi hermosa cara —pausó por un instante—. Y claro, capaz si me convierto en fantasma me permitan también llevarme un recuerdo conmigo para no pasar toda la eternidad tan sola.

—O sea que...

—O sea que me quiero sacar una foto con vos, otra con Olga y con Inés, con Delfi, con Irina y con los chicos. Quiero fotos con todos, pero tiene que ser de la cámara instantánea para asegurarme de tenerlas reveladas pronto —concluyó Anahí.

Lucio se sumió en sus pensamientos. La última vez que había posado frente a una cámara fue con su esposa, muchos años atrás. La idea no le molestaba, pero le resultaba incómoda. No sabía qué hacer.

—Creo... —anunció, dubitativo—. Creo que tengo una cámara de esas en el sótano, pero no sé si funciona o si poseo todos los materiales que hacen falta para improvisar un pequeño cuarto oscuro. Le voy a pedir a Olga que se fije más tarde, así la podés probar si es que no hay inconvenientes. ¿Te parece? Si para mañana no la encuentra, voy a comprar una nueva y más moderna.

La buscaría él mismo en realidad, pero todavía no estaba seguro de querer tomarse una fotografía con otra mujer. Le parecía incorrecto y esperaba que su invitada olvidara el asunto.

—Dale, genial. Gracias. —Anahí se acercó para darle un pequeño abrazo antes de marcharse, emocionada, rumbo a la casona.



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Purgatorio (COMPLETA)Where stories live. Discover now