Acudimos a las autoridades, después de asegurarse que sí habían ingresado al país, comenzaron a buscar en todos los hospitales, delegaciones... nada, no había ningún registro de ella, ni de ninguna de las tres. No sabía si sentirme aliviado al no encontrarla herida o morirme de la preocupación al imaginar que pudieron secuestrarla o no sé, mi mente imaginaba los peores escenarios... su padre, estaba igual o más desesperado que yo y presionaba a las autoridades para que se movieran.

Una noche, mientras jugamos con la comida pues en realidad nadie podía pasar bocado ante semejante situación, el detective encargado del caso llegó con la peor de la noticias...

—Lamento interrumpir...—se disculpó con una expresión de pena—les traigo una noticia que con sinceridad, me gustaría no tener que darles...—comenzó y sentí mi mundo desfallecer...

—¿Qué... qué sucede? —Preguntó el tío Marcos con dolor.

El detective suspiro con pesadez antes de hablar nuevamente.

—En la fechas que las jóvenes ingresaron al país, hubieron cinco accidentes automovilísticos en la zona... esos días estuvo lloviendo mucho y el río había subido de nivel, ocasionando que algunas carreteras estuvieran más peligrosas, una en especial, la proveniente del Aeropuerto y que conecta a la vía del lugar al que se dirigían, aún más... dos accidentes fueron reportados y uno de ellos mortal, el auto cayó al río y explotó...

—¿Mi hija está...?—La madre de Michelle no pudo terminar la frase antes de romperse.

—Lo lamento—repitió el detective con tristeza—hicimos las pruebas pertinentes y todo parece indicar que ellas venían en ese auto, que era uno de los taxis del aeropuerto...

—¡No!, ¡No, me niego! —Vociferó el tío Marco—hasta no ver el cuerpo de mi hija, no aceptare esto.

—Mi equipo está trabajando para recuperar los cuerpos, dos están completamente calcinados, imposibles para la identificación... estamos buscando los otros dos, pero tienen que entender que con la corriente es muy difícil. —Explicó. Yo no podía hablar, moverme si quiera, estaba congelado sin dar crédito a lo que escuchaba, mi cuerpo se negaba a aceptarlo. —Me gustaría que pasaran mañana, logramos recuperar varios objetos que el agua protegió y necesitan identificarlos...

Cuando se fue, todos estábamos en estado catatónico... nos negábamos a creerlo y hasta no ver algo que lo pruebe, no íbamos a aceptarlo. No, no, mi princesa no podía estar muerta, ella no podía habernos abandona a Mel y a mí, la vida no pudo arrebatármela así.

—Mi Val, mi pequeña... no, no... mi hija no puede estar muerta—sollozaba la señora Clara en brazos del tío Marcos que negaba una y otra vez con lágrimas resbalando por sus mejillas.

—No, mamá volverá princesa, lo sé... ella no pudo habernos abandonado—murmuraba a mi hija que lloraba desesperadamente, sintiendo la incertidumbre de todos. Me aferraba a mi pequeña Mel para no caer.

Fue una larga noche donde nadie durmió, el miedo y la desesperación nos sobrepasaban.

Con la esperanza de que el detective esté equivocado, las tres familias acudimos a la cita.

Antes de siquiera poder decir algo, la madre de Alana soltó un grito que me estremeció hasta la médula, lleno de dolor.

—¡No, Alena! ¡Mi bebé! La perdimos, Franco, la perdimos antes de si siquiera haberle pedido perdón por todo lo que le hicimos... ¡Nuestra niña está muerta!...—sollozó, escondiéndose en el pecho de su marido que tenía una expresión de sufrimiento tan grande, que podías sentir su pena.

El vacío se instaló en mí cuando en la mesa de aquella fría habitación estaba el ID de mi princesa, así como aquel medallón que le regalé cuando apenas comenzábamos a salir y donde antes de irse habíamos sustituido la foto de ambos por una donde estábamos con Melanie...

Comenzando De Nuevo ©Where stories live. Discover now