21. Melanie.

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Después de meses de espera, finalmente tenía a mi pequeña niña en mis brazos y estaba extasiada de felicidad. Eran tan pequeña, delicada y completamente hermosa, una copia de Damián. No me cansaba de verla, de contemplarla dormir en mis brazos. Damián estaba igual o más encantado que yo con ella, totalmente enamorado de su hija.

A pesar del susto que nos llevamos por el parto adelantado, estábamos felices de tenerla ya con nosotros. Por haber nacido un mes antes de lo previsto, mi bebita tuvo que quedarse un par de días en la incubadora, aunque según el neonatólogo era por simple prevención porque había nacido bien de peso y muy sana.

Mis padres y los de Damián, lloraron cuando vieron por primera vez a Melanie, estaban tan emocionados como nosotros. Llenaron la habitación del hospital con globos y flores, dándole una colorida bienvenida a mi bebé. Las tías, ya tenían una gran colección de fotos y no se despegaban del cristal, viendo a Mel en la incubadora, por más que insistieron a las enfermeras que las dejaran pasar aunque sea un momento a verla, no se los permitieron.

— ¿Están listas para ir casa? —Pregunto Damián, entrando a la habitación con una enorme sonrisa.

Hoy nos daban de alta a las dos, hace unos minutos me habían traído a mi pequeña bebé mientras Damián fue a hacer los trámites que faltaban.

—Listísimas, ¿verdad, princesa? —Digo, acariciando la mejilla de mi hija con suavidad.

Se acerca a nosotros, estirando sus brazos para que le entregue a la niña. Era tan hermosa la imagen de él acunando a nuestra bebé y mirándola completamente embelesado. Como aún estoy convaleciente no deja que cargue nada, ni siquiera a la niña cuando estoy parada, tiene miedo que pueda lastimarme según él, así que con ayuda de la enfermera me llevan en silla de ruedas al estacionamiento.

—Sabes que no es necesario esto ¿cierto? —Murmuro riendo.

—Claro que lo es, no puedes hacer esfuerzos. —Ruedo los ojos, divertida por su aprehensión.

Cuando llegamos a casa, con sumo cuidado nos ayuda a bajar y no puedo evitar derretirme ante eso, eran tan tierno... estoy completamente segura que será un excelente padre. Más enamorada que nunca de él y de mi bebé, entramos a casa donde nos espera una pequeña fiesta de bienvenida con nuestras familias y amigos.

Mi hija pasa de brazo en brazo, robándose el corazón de todos. Sus preciosos ojos azules te atrapan de inmediato, era tan bonita que nunca me cansaría de verla. Damián no dejaba de darme las gracias una y otra vez, por según él, haberle dado un regalo tan maravilloso como ella, sentía adoración pura por nuestra Mel.

—Es tan hermosa, felicidades princesita—Dice Lee, mirando a mi hija en brazos de Xime.

—Sí, aunque indudablemente se parece al papá, seguro que no cabe en sí de emoción—Comenta Ana riendo.

—Lo hubieras visto, casi se vuelve loco de felicidad cuando vio que tenía los ojos azules—Cuento y él sonríe, recordando seguramente aquel primer encuentro con Mel.

Pasamos un rato agradable con ellos, compartiendo este importante momento en nuestras vidas. Mi pequeña tenía unos abuelos maravillosos, tíos que la adoran y que la mimaran hasta la extenuación en el futuro, no podría pedir más. Cuando todos se fueron, Mel ya se había quedado dormidita, la acostamos por primera vez en su cuna y nos quedamos abrazados, mirándola embelesados.

—Es tan hermosa...—Murmuro, sintiendo la calidez del cuerpo de Damián envolviéndome.

—Lo sé... me parece tan irreal tenerle aquí finalmente—Asentí, totalmente de acuerdo con él. Aún no creía tanta suerte, mi pequeña era una enorme bendición.

Comenzando De Nuevo ©Where stories live. Discover now