10. Mía.

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Damián

De reojo miraba a Val que no dejaba de estrujarse las manos, sabía que la curiosidad la carcomía pero estaba absteniéndose de preguntar, me mordí el labio intentando contener la sonrisa que su actitud me provocaba. Mi princesa impaciente.

Días atrás se me había ocurrido prepararle algo especial, para nosotros. Quería celebrar su cumpleaños solo con ella, sin cientos de personas a nuestro alrededor. Estas últimas semanas casi no la había visto, la organización de la fiesta había absorbido mucho de su tiempo y estaba tan acostumbrado a tenerla solo para mí que fue una tortura no verla como de costumbre. Eso sí, valió la pena ver lo feliz y hermosa que estaba esta noche, verla disfrutar con su familia y las personas que la queremos, brillo como solo ella sabe hacerlo. Si ella es feliz, yo lo soy. Su sonrisa es lo más hermoso que existe y es inevitable no deslumbrarte con ella. Me siento algo culpable por haber estado a punto de arruinar su noche, el miedo que me dio perderla cuando amenazó con dejarme… dios, no quiero sentirlo de nuevo, tengo que aprende a controlar mis celos o enserio la perderé.

Después de manejar un par de minutos más, me detuve en aquella playa donde fuimos la primera vez, donde recurrentemente vamos a perdernos un rato y disfrutar de nosotros. Ella me miro curiosa y sonreí sin decir nada, no quería adelantar la sorpresa.

-Vamos, princesa-murmure ayudándola a bajar del auto. Dios no podía dejar de admirarla, esta noche lucia más hermosa de lo que ya es. Ese vestido está hecho para ella, la forma en cómo se amolda a su delicado cuerpo me vuelve loco.-Te aconsejo que te quites los zapatos, son preciosos pero no querrás llenarlos de arena-comente, asintió sonriendo y lo hizo. La imite y retire también lo míos, arremangue un poco mis pantalones y me deshice de la chaqueta y corbata.

-¿Daremos un paseo por la playa?-pregunto cómo sin nada cuando comenzamos a caminar hacia la orilla.

-Algo así-sabía lo que intentaba pero no iba a caer, ni esa mirada adorable iba a arruinar lo que tenía planeado.

Lo cierto es que gracias a las chicas logre hacerlo, la mamá de Lee es organizadora de eventos y nos prestó lo necesario, incluso se ofreció a montar todo mientras nosotros estábamos en la fiesta. Justo antes de irse, Lee me había dicho que su madre ya tenía todo listo. Estaba nervioso, esperaba que le gustase. Pase toda una tarde con la señora Kihara eligiendo los elementos para que quedara perfecto.

Caminábamos tomados de la mano, mirándonos de reojo y sonriendo con complicidad. El silencio entre nosotros nunca era incómodo, lo disfrutaba tanto como una interesante conversación. Y justo en este momento, con el sonido de las olas y la poca luz que nos iluminaba era mágico. Unos cuantos metros antes de llegar al final de la playa donde estaban las rocas, comenzaba el camino iluminado de antorchas y pétalos de rosas.

-Damián…-murmuro asombrada en cuanto lo vio, deteniéndose a contemplarlo.

Al final del sendero improvisado había una manta color lavanda;  llena de más pétalos, cojines esparcidos de manera  ordenada, comida ligera y un par de copas para el vino que a un lado estaba enfriándose. Alrededor había regadas flores en diferentes tonalidades de morado, con velas iluminando tenue dándole un aspecto íntimo y romántico. En serio había quedado todo tal como lo imaginaba.

-¿Qué opinas?-pregunte con nerviosismo. Aparto su mirada del lugar y me miro. La emoción y asombro que vi en ella me dejaron sin aliento, sus ojos cristalizados a punto de lágrimas y esa sonrisa que adoro aparecieron.

-Es…-se detuvo buscando la palabra correcta-precioso-murmuro con la voz contenida. La tome por la cintura acercándola a mi pecho y roce sus labios con suavidad.

-Es para ti, quería hacer algo especial para demostrarte lo agradecido que estoy por regalarme estos meses a tu lado. Sin duda han sido los mejores, y quiero celebrar esta noche donde tú eres la estrella más brillante contigo.-murmure con ternura. Se mordió el labio tratando de contener las lágrimas que estaban acumulándose en sus preciosos ojos.

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