30. Un milagro.

4.7K 335 13
                                    


—Melanie, bájate de ahí—repetí por tercera vez, intentando sonar enojado. Mi niña era un pequeño mostrito lleno de vitalidad y energía, que nos daba tantos dolores de cabeza como alegrías y que estoy seguro, nadie cambiaría por nada.

Pelo quelo vola, papi—dice con súplica y usando esa expresión que hace mi corazón se detuviera por segundos de tan parecida que era a la que usaba mi princesa cuando quería convencerme de algo.

Han pasado dos años y aún no puedo aceptar que no está, aún hay noches donde sueño que vuelve, que regresa junto a nosotros... sé que es imposible pero el anhelo de tenerla a mi lado, criando como planeamos, juntos a nuestra hija, no ha desaparecido en todo este tiempo. En cada logro de Mel, imagino que esta junto a nosotros, celebrándolo. En todo este tiempo no he tenido ojos más que para mi hija, quien ha crecido con el recuerdo presente de su madre. Para mi niña, Val es un Ángel que nos cuida desde el cielo y siempre que le preguntan acerca de ella, responde eso.

Ha sido difícil pero tener a Mel es una gran bendición, ella es la fuerza que me impulsa a seguir, a ser mejor cada día y estoy seguro que donde sea que mi Val este, estaría feliz de ver que no me deje vencer ante su ausencia. La he extrañado cada día y no tengo ni la más mínima intención de rehacer mi vida, de salir con alguien más. Conocí al amor de mi vida y aunque me la arrebataron muy pronto, sé que nunca podré amar a nadie como la amo a ella y sería egoísta de mi parte unirme a alguien sin poder entregarle todo.

—Preciosa, no puedes volar. Ya hablamos de eso, solo vas a darte un buen golpe si saltas—murmuro con paciencia, intentando hacer que bajara de la mesa del comedor. No tenía idea de dónde sacó la idea de volar, pero llevaba días insistiendo con lo mismo, torturándome con sus travesuras y el miedo de que pudiera salir herida. Tenía que admitir que era un poco sobreprotector con ella, el hecho de criarla solo, tenía sus consecuencias. Odiaba que llorara, que se lastimara aun cuando era lo más normal del mundo y más con lo traviesa y testaruda que era, igualita a su madre.

Pelo papi...—insistió con la voz quebrada y sus preciosos ojos azules cristalizados. Suspire rendido y me acerqué a su lado, ya me había comprado.

—Vamos a ver, ¿Qué te parece si saltas a mis brazos? —ofrecí, así me aseguraba de que no cayera.

¡Si, si! — dice, haciendo que su preciosa sonrisa, igualita a la de su madre he decir, apareciera de nuevo en su rostro.

Nunca podía negarle nada, era mi adoración y me encantaba hacerla feliz. Mi corazón se detuvo en cuanto saltó pero volvió a latir en cuanto la tuve en mis brazos, giré con ella y la llene de besos, escuchando su risa llenar cada espacio de la habitación.

—Vamos, hija, hay que apresurarnos, tus abuelos nos esperan a comer—digo, llevándola a su habitación para cambiarla.

¿Abu Tina hizo galetas? —Pregunta, haciendo que rodara los ojos divertido pues no había día que vayamos a casa de mis suegros sin que pidiera las galletas que mamá Tina hacia especialmente para ella.

—¿Dime alguna vez que Abu no te haya hecho galletas, Mel? —Mi princesa se ríe pues sabe que es verdad, todos la consentían, era una pequeña niña mimada.

Para cuando llegamos a casa de mis suegros, mis padres ya estaban ahí y enseguida se hicieron de la niña, quien disfrutaba de la atención de sus abuelos y tíos. Debo admitir que no hubiera podido criar a mi hija solo este tiempo sin la ayude de mi familia y cuando digo familia, no solo me refiero a mis padres y a mis hermanos, sino también a mis suegros, a mamá Tina y a Teffie, todos han puesto su granito de arena para hacer mi vida y la de Mel, un poco más fácil.

Comenzando De Nuevo ©Onde as histórias ganham vida. Descobre agora