17. Sí, quiero casarme contigo.

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El verano se acercaba, tenía ya casi tres meses de embarazo, mis clases terminaron y como cada semestre, me fue muy bien. Con las chicas habíamos salido a celebrar nuestro último día, eso sí, sanamente. Las náuseas poco a poco iban desapareciendo y según lo que nos habían dicho en la última consulta, ya pronto habrán desparecido. Damián cada día estaba más emocionado y moría por verme con el vientre crecido.

Teníamos claro que necesitamos tomar decisiones pronto, no podíamos estar siempre en la casa de sus padres, aunque ellos nos han repetido hasta el cansancio que les alegra tenernos ahí. Mis suegros no veían la hora de conocer a su nieto o nieta, ya comenzaron las apuestas para ver quien le atinaba al sexo del bebé. En ocasiones cuando estábamos reunidos, pasando un agradable momento, sentía nostalgia de mi familia... extrañaba mucho a mis padres, a pesar de todo, nada me gustaría más que vivir esta etapa junto a ellos.

Desde el accidente, hace casi un mes, no he hablado con papá y aunque muchas veces se ha intentado acercar, me había estado negando. Aún estoy muy dolida por su rechazo, por el rechazo a mi bebé, mi pequeña mancha que cada día crece más. Después de lo sucedido, quiso seguir apoyándome con la universidad, intento pagar la inscripción del próximo año y abrir de nuevo la cuenta para las colegiaturas, pero rechace la oferta, finalmente conseguí la beca de excelencia  académica, ya me las arreglaría con lo demás.

—Respetare tu decisión, princesa... Sabes que cuentas conmigo y que no te faltara nada, ni a ti, ni a nuestro bebé—Había dicho Damián cuando le conté. Cosa que causo nuestra primera discusión. Se negaba a dejarme trabajar, y yo me negaba a dejar que él se hiciera cargo de todos los gastos, incluidos los míos.

—Se razonable, Damián, no puedes cargar con todo... no me sentiría cómoda siendo una mantenida—Señalé con enojo, entendía su punto pero él tenía que entender el mío.

—Pero no eres una mantenida, Valeria, es mi responsabilidad velar por ustedes—Insistía.

—No lo veo así, no se me hace justo que tu cargues con todo... además no me afecta en nada trabajar—Estaba comenzando a enojarme enserio, era necio y no entendía razones.

—Por el amor de dios, estás embarazada ¿Dónde carajo piensas trabajar? Lo único de lo que tiene que preocuparte ahora es cuidar de ti y el bebé, no pienso dejar que te expongas de esa manera—Espetó alterado, comenzaba a levantar la voz, en cualquier momento sus padres vendría a ver qué ocurría.

—Estoy embarazada, no inútil-Grite de vuelta. Gruño y se paso las manos por el rostro, exasperado.

Seguimos gritándonos cosas por largo rato, hasta que la señora Susan intervino. No llegábamos a nada, ninguno quería dar su brazo a torcer. Salió dando un portazo, dejándome enojada y presa de las hormonas que enseguida hicieron su trabajo, inundando mis ojos de lágrimas. Mi suegra se limitó a acariciar mi espalda, tratando de tranquilizarme. Sabía que no debía dejarme llevar de esa manera, hace alrededor de un mes del accidente y aunque ya estaba fuera de peligro, no podía arriesgar a mi bebé de esa manera.

—Tomate esto, te ayudara a tranquilizarte—Murmuro entrando de nuevo a la habitación con una taza de té. Cuando me serene, salió dándome espacio para pensar en lo sucedido. 

Odiaba pelear con Damián, me hacía sentir muy mal, triste... con el embarazado todo se multiplicaba y cualquier sentimiento de maximizaba. Pase toda la tarde dándole vueltas a lo mismo, sabía que Damián tenía algo de razón... con el embarazo sería difícil trabajar, ni que decir cuando la universidad comience nuevamente, seguro será muy pesado. Pero por otro lado, no me cabe en la cabeza de dejar todo sobre él, no me parecía en absoluto justo y me aterraba la idea de ser una carga para él.

Comenzando De Nuevo ©Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt