4 FUEGO Y DIENTES DE LEÓN

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A pesar de que su risa me da miedo, contengo mi cuerpo de salir huyendo, como la masoquista que soy.

Lo analizo alucinada, porque discute escupiendo la sangre de su víctima por las orillas de su tragadero, y conversa en una lengua antigua que me esfuerzo inútilmente por comprender. En un instante parece expulsar palabras con un soneto similar a Dios, aunque está maldiciendo. Sí, esta cosa aquí delante no es precisamente un ángel, de ninguna condenada manera.

Comienzo a girar y todo se hace más claro. Me encuentro en un mundo subterráneo, un territorio inhóspito y desconocido para mí, una simple mortal. Desisto sin aguantar y me hinco, marcando mis rodillas y mis codos. Oculto mi cabeza entre los muslos mientras me pellizco con los dedos.

―Es solo un feo sueño. Me voy, me voy, me voy ―digo, tratando de convencerme a mí misma.

A continuación escucho un sonido sordo, igual a un edificio en pleno desplome, pero no me reincorporo. Mi columna me reclama. Sigo apiñada, hecha una bolita como un bicho de humedad, hasta que el olor nauseabundo y los sonidos del entorno se van desvaneciendo en susurros de un aire tibio.

Me encuentro adolorida porque mis pies están calientes, además de que sangran al quemarse por el abrazador suelo aquí debajo. A lo lejos, veo el reflejo de algo en un camino de grava. Alguien viene.

—Que no sea el caníbal —bromeo, delirante, sollozando aún más fuerte. Me sacudo para dejar pasar ese comentario incoherente, a causa de que me inunda el terror.

Se acerca una moto grande, idénticas a las que papá y Báez ven en algún programa en cable. Deja a su paso algo llamas flamantes que quedan dispersas en el camino. Hago mi cabeza a un lado y toco mi frente febril (me vino a la memoria la película de Ghost Rider). Río de manera descontrolada por la misma locura durante cinco minutos. Cuando ella se acerca, la vigilo más aturdida que antes.

Entreveo a la persona que se interrumpe al verme en este instante. Seco las lágrimas que salen de mis labios y, temblorosa, curioseo, colocando mis brazos para cubrirme del sol, que deslumbra en un espejismo en el desierto. Veo claramente la figura que está delante de mí.

—¡¿Tú?! —Comento vacilante.

Me carga en sus brazos como si fuera una pluma, apenas si tocan mis pies la gruesa arena; y me lleva hacia su moto. Me acomoda detrás de él, y siento su firme espalda contra mi pecho. Miro al hombre a mi lado, tratando de recordar dónde lo he visto antes.

Observo sus rasgos, sus pómulos altos y angulares, que le dan un aire noble y elegante. Los labios finos y definidos, que se tensan al sonreír. Sus ojos profundos y oscuros, que parecen guardar secretos que no están destinados a ser revelados. Su piel, casi blanca como la luna llena en una noche despejada, resalta en contraste con el cálido desierto que nos rodea.

No obstante, a pesar de todos estos detalles, no logro recordar su nombre ni de dónde lo conozco. Me siento incómoda y vulnerable detrás de él, siendo arrastrada hacia lo desconocido. Mi mente corre tratando de encontrar alguna pista que me ayude a entender lo que está sucediendo, pero todo lo que tengo es la sensación de que debería saber quién es este hombre.

Él me observa con desconfianza y alivio, como si me hubiera estado buscando durante mucho tiempo. Su aliento cálido acaricia mi rostro, se desliza entre el cabello rizado, y experimento una extraña mezcla de miedo y expectación.

—No entiendo nada —le confieso, tratando de controlar mi nerviosismo.

—Todo estará bien —me asegura en un tono suave y persuasivo—. Te sacaré de aquí.

—¿Quién eres? —pregunto con cautela.

—No importa quién soy —responde con una enigmática sonrisa—. Lo importante es que estés a salvo.

Magnet in Dark© Parte I "EL ÓNIX" NUEVA VERSIÓN -#PGP2024Where stories live. Discover now