Extra II

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La Navidad estaba a punto de llegar a Houston. Aunque no fuese común —rara vez ocurría una nevada como la de ese año— el clima tornado de blanco los techos de los hogares y cubría con una densa capa de nieve los jardines. Natalie aprovechaba las vacaciones para crear dos muñecos de nieve, ambos protegidos del frío gracias a la ropa que había tomado de su madre, sin que esta se percatara. La pequeña tenía la punta de la nariz congelada y, aunque llevase gorro, bufanda y guantes, también sentía el frío apoderándose de ella. Sin embargo, en vez de atender la llamada de su padre, la niña permaneció sentada en el porche, a la espera de atisbar cierto vehículo. Ese sería el primer año en el que Natalie tomaría asiento en la mesa de los adultos, alejándose del estropicio que su hermano provocaba al comer. Natalie gritó cuando escuchó los sonidos que emitían las ruedas del coche al deslizarse sobre la nieve y bajó los escalones de tres en tres, apoyándose en la barandilla de madera.

Patrick Miller acudió al encuentro de su sobrina. La tomó en brazos y la cargó al interior. Samantha aprovechó la postura de Natalie para saludarla con la mano antes de seguirlos a ambos con rapidez.

—¿Qué leches le habéis hecho a la casa? —exclamó Patrick.

—La hemos decorado para que Papá Noel decida quedarse —respondió Natalie.

A Patrick le asombró la cantidad de adornos que pendían de las paredes, la iluminación y el majestuoso árbol de Navidad que coronaba el salón. En California no hacían lo mismo. Samantha prefería una cena íntima, con un pequeño árbol y nada de adornos en los balcones. Ese año en particular, la familia Miller había decidido reunirse para celebrar la graduación de Patrick en la universidad y por el cumpleaños de Dimitri, que sería en cuestión de una semana y media (en enero). Era una lástima que los padres de ambos no pudieran asistir a la reunión por cuestiones de trabajo.

Natalie saltó al suelo y echó a correr hacia las sillas, tomando la central antes de que le quitaran el sitio.

—Señor Ivanov. —Patrick extendió una mano.

—Señor Miller —correspondió el otro, esbozando una atrevida sonrisa—. Bienvenido.

—No sé a qué sitio exactamente. Parece que estamos dentro de una tienda de decoración de Navidad –manifestó, palmeando el hombro de su cuñado—. Adelante, Sam. Estoy deseando que aprecies lo que mi sobrina ha maquinado. Sé que ha sido ella.

—Apenas tiene siete años. Es lógico que esté emocionada. —Samantha se adelantó.

—¿También le romperás la ilusión a tus hijos? —inquirió Dimitri, con maldad.

—La diferencia entre nosotros es que yo no planeo ampliar mi familia. —Patrick colgó su chaqueta y la de Samantha en el perchero—. ¿Dónde está mi hermana? —quiso saber.

Catherine apareció por el hueco de la escalera arrastrando a Peter, quien se negaba a saludar a sus invitados. El niño había encontrado el rincón donde sus padres guardaban el resto de las decoraciones y se había encaprichado con un cascanueces de madera.

—Mira quién está aquí, Peter —susurró Catherine con dulzura—, es Patrick.

El niño deslizó lentamente la vista hacia su tío y se olvidó del cascanueces en cuanto distinguió a Samantha. Los hermanos Miller se abrazaron, felices por estar juntos de nuevo. Desde que Patrick se instaló en California, se veían una única vez al año, por lo que, inevitablemente, su relación se había enfriado un poquito. Por un lado, Catherine no podía abandonar su trabajo en la universidad ni el cuidado de sus hijos. Y, en el caso de Patrick, los estudios lo habían mantenido alejado de la sociedad. Gracias a que Samantha vivía con él, veía la luz del sol casi todos los días de la semana...

Cuarenta semanas [Los Ivanov 1] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora