Semana 34

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Mis manos se desplazaban sobre el cuero del volante, sin dirigirlo a ningún punto en específico

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Mis manos se desplazaban sobre el cuero del volante, sin dirigirlo a ningún punto en específico. Estaba en mi coche, con el Departamento de Policía de Nueva York al lado y los pensamientos centrados en la conversación que acababa de mantener con su jefe; una inservible, en realidad, porque no se había realizado ningún progreso. La búsqueda de Catherine comenzó a las veinticuatro horas de desaparecer y, hasta ese momento, no había recibido ningún informe que me confirmara nuevas pistas. Utilicé el volante para descansar la frente y cerré los ojos, ahogando los mundanales sonidos de mi alrededor. Independientemente al nulo trabajo de los policías, Jacob, Alexia e incluso Patrick, nos habíamos ocupado de preguntar por Catherine en distintos locales. Enseñábamos fotos, describíamos su avanzado estado de embarazo y también pedíamos que colgaran las fotos en un lugar visible. La tristeza se acentuaba al no recibir ninguna noticia. Catherine estaba padeciendo las consecuencias de mis actos. Había sido descuidado, la promesa de mantenerla distanciada de mis problemas resultó ser un fracaso.

Enderecé el cuello y la espalda al recordar el momento exacto en el que recibí la noticia. Sentí cómo la rabia y la impotencia me inundaban. Me vi obligado a retirar las manos del volante, consciente de que terminaría por golpearlo hasta desgarrar el cuero, y busqué las llaves en el maletín que descansaba sobre el asiento del copiloto.

Recordé la tarde de la noticia.

Me encontraba con Jacob en la entrada de su apartamento, ambos dispuestos a cesar nuestras primeras investigaciones para iniciar las nuevas. Mi faceta ilusionada no duró más que unos segundos puesto que, tan pronto como me adentré en el comedor, la cabellera rubia de Alexia apareció por la puerta. Lo primero que supuse era que estaba preparándose para ir al encuentro de Catherine, no obstante, el miedo se apoderó de mí en cuanto desveló que le habían robado el teléfono mientras practicaba deporte; que no le había mandado ningún mensaje a mi prometida para pasar un tiempo juntas.

—Tiene que ser un error del teléfono —aseguró Alexia—, se habrá caído al lago. Ya sabes cómo reaccionan los móviles cuando entran en contacto con el agua. Es probable que uno de nuestros antiguos mensajes se haya reenviado por accidente —especificó.

—Mencionaba a The Mouse —mascullé—. Hoy. Sobre las siete de la tarde.

—Es imposible —repitió, aunque su expresión angustiada indicaba lo contrario—, porque si aceptamos tu teoría, significa que alguien me tiró al suelo a propósito con la intención de robarme el móvil para que Catherine se reuniera con él. Sí, antes de que lo preguntes, era un hombre y no le vi el rostro porque pasó demasiado rápido.

—Nuestro accidente fue provocado. —Miré a Jacob—. Esto no es una simple casualidad.

Mi hermano no lo pronunció en voz alta, pero supe que sus pensamientos coincidían con los míos. Procedí a salir del salón cuando mi teléfono empezó a vibrar en el bolsillo. Mis pulsaciones se aceleraron ante la expectativa de escuchar la voz de Catherine; una que tranquilizara mis preocupaciones. Sin embargo, el número era desconocido.

Cuarenta semanas [Los Ivanov 1] [COMPLETA]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum