Extra I

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Catherine anduvo con dificultades por el pasillo repleto de juguetes, maldiciendo en voz baja el nombre de su hijo. Natalie se encontraba en la escuela, Dimitri en la industria, y ella no debía asistir a su puesto universitario porque ese día no trabajaba.

Catherine Marie Ivanova se sentía encantada con su horario: impartía las clases de Historia y Sociedad Moderna los lunes y miércoles, y los martes por la tarde acudía a las sesiones de apoyo que algunos estudiantes necesitaban. El resto de los días los pasaba en casa, cuidando del niño más astuto y escurridizo que Catherine conocía.

Procuró no aplastar los vagones del tren. Los esquivó al apoyarse contra la pared y echó un vistazo al interior de su dormitorio, donde el más absoluto silencio reinaba. Catherine contuvo el aliento, las risas habrían despertado al niño de dos años que dormía en la cama de matrimonio. La puerta estaba entreabierta, por lo que la empujó con suavidad y caminó de puntillas, en dirección a la cama. Peter Ivanov-Miller dormía abrazado a la chaqueta de Dimitri —no había momento del día en el que no añorase a su padre—, dejando pequeños círculos de baba. Catherine tomó asiento en el colchón, y acarició el cabello castaño del pequeño.

Recordaba lo angustioso que había sido el parto, como si hubiera sucedido ayer. Tanto ella como Dimitri y Natalie se encontraban en la recepción de la boda de Alexia, la cual se celebró a los ocho meses de la suya. El segundo embarazo de Catherine fue más llevadero que el primero, consciente de a qué podría afrontarse. Además, empezó a cuidarse desde el primer día; sin engordar lo mismo que con Natalie e impidiendo que sus tobillos se hincharan tras estar de pie durante varias horas seguidas. El problema llegó a la hora del nacimiento, que se adelantó un mes y cuatro días de lo planeado. Catherine sintió extrañas molestias que le llevaron a retirarse a los cuartos de baño, creyendo que se trataba de un simple mareo o de náuseas. Sin embargo, descubrió que tanto su ropa interior como sus piernas empezaban a empaparse de sangre espesa y oscura. Durante unos segundos, Catherine temió lo peor. Había leído casos en los que se producían abortos, sin ser detectados en consultas previas, porque el bebé fallecía en el útero. Se contempló a sí misma en el amplio espejo, apreció las gotitas de sudor que se formaban en su frente y cómo un charco de sangre se formaba a sus pies. Logró contactar con Dimitri gracias a su teléfono y perdió el conocimiento tan pronto como su marido entró al baño.

Las horas en las que Catherine estuvo sumida en la inconsciencia se convirtieron en la peor pesadilla que Dimitri había experimentado. Condujo como un demente durante aproximadamente treinta minutos y estacionó en frente de urgencias, ignorando la señal que el guarda de seguridad realizaba para que se quitara de allí —solo las ambulancias tenían permiso—. Los gritos del hombre uniformado quedaron acallados al comprobar el estado de Catherine y la sangre que dejaba tras de sí.

Dimitri no pudo distanciarse de ella, tuvieron que sacarlo a la fuerza del quirófano, donde los doctores realizarían una cesárea de urgencia. El señor Ivanov contempló todo desde la amplia cristalera, su respiración se había silenciado hasta el punto en el que le costaba tomar aire, y no pudo articular ninguna extremidad hasta que reconoció al bebé en los brazos del doctor.

El niño no lloraba. Limpiaron la inmensa cantidad de sangre que cubría su cuerpo y lo trasladaron a la superficie donde varias enfermeras se ocuparon de él. Catherine seguía anestesiada y bajo el cuidado del médico. Dimitri creyó que se desmayaría, que el bebé había nacido muerto, y se preparó para tomar asiento cuando el ensordecedor llanto inundó la sala de quirófano. La mujer de cabello castaño frotaba enérgicamente, con un utensilio, el pecho y el vientre del bebé, reavivándolo. Pasados algunos minutos, le permitieron tomarlo en brazos, acariciarle el rostro amoratado y acunarlo con delicadeza. Sin embargo, Dimitri no se sintió aliviado hasta que, en el dormitorio privado, Catherine abrió los ojos.

Cuarenta semanas [Los Ivanov 1] [COMPLETA]Where stories live. Discover now