Semana 5

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Envolví mi cuerpo con la toalla y salí de la ducha

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Envolví mi cuerpo con la toalla y salí de la ducha. Pasé la palma de mi mano derecha por el cristal para quitar el vapor y tomé el cepillo para desenredar mi pelo. Desde que había despertado tenía los nervios a flor de piel. ¿El motivo? Hoy era domingo, y todos sabíamos que gran acontecimiento tenía lugar. Sequé mi pelo hasta que estuvo más o menos presentable y salí del cuarto de baño.

—¡Dios mío! —jadeé, deteniéndome.

Tuve que aferrar la toalla con ambas manos para no dejarla caer a mis pies. Alexia había abandonado la habitación tan temprano que ni siquiera había tenido la oportunidad de hablar con ella. Tan solo dejó una nota comunicándome que nos veríamos más tarde.

—¿Qué demonios haces aquí? ¿Quieres matarme de un susto? —grité.

Dimitri alzó una ceja, entrelazando las manos en su regazo mientras se encogía de hombros.

—No seas quejica. Has tardado más de treinta minutos en ducharte. He estado a esto —hizo un gesto con los dedos— de sacarte yo.

—¿Esperas mi agradecimiento? —bufé.

Esbozó una pícara sonrisa mientras aferraba uno de los peluches que decoraba mi cama y lo abrazó. Humedecí mi labio inferior mientras sacudía la cabeza. Menuda forma de comenzar el día. Noté su mirada recorrer las curvas de mi cuerpo, e, incluso, ladeó el rostro para poder contemplarme mejor.

—¿Qué te parece? —le habló al oso de peluche—, ¿le damos un cien de diez?

Suspiré profundamente para no perder los estribos y me aproximé a él, cruzando un brazo sobre mi pecho mientras le arrebataba el peluche.

—Vete, pervertido.

—Tengo que hablar contigo —mantuvo la mirada inmóvil en el escote de la toalla—. Ayudaría que te cubrieras un poco. No solo porque no puedo concentrarme, sino porque podrías coger un resfriado y eso no ayudaría al bebé.

—No empieces con el rollo de padre sobreprotector. Tengo la potestad de echarte de aquí, te encuentras en mis dominios —señalé a la puerta—, y los ojos están en mi cara, no en mi pecho.

—Lo sé —asintió antes de exhalar un pesado suspiro—. Sin embargo, un hombre tiene que aprovechar la oportunidad de ver a una mujer tan bonita en, bueno —aclaró su garganta para ocultar la risa—, en tan poca ropa, de hecho.

—¡Ugh!

Le lancé el oso de vuelta y lo atrapó en el aire.

Mientras Dimitri se entretenía ojeando cada objeto que había sobre la superficie del escritorio, yo regresé al interior del cuarto de baño. Dejé caer la toalla al suelo y me apresuré a ponerme la ropa. Cuando dispuse de unos minutos de tranquilidad para pensar, intenté relajarme. No sé cómo había entrado, ni cuándo lo había hecho. Su presencia me agradaba más de lo que deseaba. Presioné una mano contra mi pecho, sintiendo las pulsaciones acelerarse y refresqué mi rostro de nuevo.

Cuarenta semanas [Los Ivanov 1] [COMPLETA]Where stories live. Discover now