Semana 2

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Centré la vista en las grietas presentes en el techo, a unos metros de mí

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Centré la vista en las grietas presentes en el techo, a unos metros de mí. Había despertado hacía quince minutos, indiferente a los mundanales problemas. Conforme me espabilaba, también lo hacían los planes que me había impuesto para el día.

Si iba a continuar con el embarazo, no lo haría sola o, al menos, no lo haría sin la compañía del otro responsable. Eché un rápido vistazo al reloj situado a la izquierda de la cama y distinguí un nueve seguido de un veintidós. Hinqué los codos en el colchón para incorporarme algunos centímetros y descubrí que la cama de Alexia estaba vacía, aunque deshecha. Si no había ordenado su lado de la habitación se debía a que, de hacerlo, llegaría tarde a clases, porque de lo contrario hubiese aplanado hasta la más minúscula arruga. Yo tenía el día libre gracias a que mi profesor debía asistir a una reunión de departamento. Nos había comunicado la noche anterior que se cancelaban las clases, y fue en ese instante que me decidí por buscar a Dimitri en su facultad.

Me quité las sábanas de encima y me encerré en el cuarto de baño, llevé conmigo las prendas más cálidas que tenía en el armario. Es cierto que la complexión de mi cuerpo continuaba intacta y sin alteraciones, sin embargo, tras desnudarme y examinar mi reflejo en el espejo, mi mente me recordó que pronto mi vientre se curvaría hasta convertirme en una ballena con piernas. Traté de alejar esas ideas, porque ni siquiera estaba segura de si continuaría y protegería al feto, y me duché con prisa.

Veinte minutos más tarde, caminaba hacia el exterior con una barrita de proteínas en el bolsillo de mi pantalón. Tenía el estómago cerrado por culpa de los nervios, así que intentaría desayunar tras hablar con el protagonista de mis pesadillas. Subí la cremallera de mi chaqueta de cuero hasta que el frío metal rozó mi barbilla y empujé las puertas de cristal que permanecían entreabiertas la mayor parte del día. Los estudiantes abandonaban la residencia continuamente, muchos se saltaban algunas clases ya que preferían estar con sus ligues en la comodidad de sus habitaciones o aprovechaban la luz solar para adelantar trabajos en la biblioteca.

Dimitri impartía clases de finanzas y economía en la facultad de Números, la cual se ubicaba a cinco minutos de mi posición. No tendría problemas para dar con él. Además de empresario y de hombre supuestamente comprometido con el amor, empleaba parte de su tiempo en enseñar. Y, por más que me esforzara en odiarlo, hacerlo me resulta una tarea bastante complicada. Ascendí los escalones de mármol que dirigían a esa facultad y caminé hacia el mostrador donde se encontraba la señora Bernard, una mujer de cincuenta y un años responsable del papeleo.

—Buenos días, Catherine —dijo al reconocerme. Reubicó sus gafas, las cuales resbalaban por el puente de su nariz, y mostró una encantadora sonrisa de dentadura inmaculada—. ¿Qué te trae por esta facultad? Rara vez te veo pasar por la zona.

Yo cursaba Historia en el extremo sur del campus.

—Estoy buscando al profesor Ivanov. ¿Continúa aquí?

—Sí, en el aula 305. ¿Ha ocurrido algo?

Me encogí de hombros.

—No, tan solo olvidé entregarle el regalo por su boda. Ya me conoce, no puedo evitar adelantarme a los acontecimientos. —Una risotada histérica escapó de mi garganta. 

Cuarenta semanas [Los Ivanov 1] [COMPLETA]Where stories live. Discover now