Semana 29

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Tamborileé los dedos sobre el escritorio de mi despacho, sin desplazar la vista del teléfono móvil, en cuya pantalla advertía mi reflejo

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Tamborileé los dedos sobre el escritorio de mi despacho, sin desplazar la vista del teléfono móvil, en cuya pantalla advertía mi reflejo. Jacob me había llamado hacía media hora para comunicarme que se encontraba con nuestro padre, preparado para ejecutar la última firma que efectuaría el traspaso de la empresa a sus manos. La silla de escritorio de cuero negro dejaría de ser de mi propiedad en cuanto recibiera su confirmación de que Bartholomew había caído en nuestro engaño.

Su plan despertó mi inseguridad al escucharlo, pero, tan pronto como descubrí que Catherine había sido partícipe, mi desconfianza desapareció y accedí a apartar mis diferencias con Jacob para trabajar. Eso no eliminó la preocupación que sentía hacia Catherine, por supuesto. Jacob y Alexia me repitieron hasta la saciedad que ella acudió a mi casa para comunicarme lo que habían ideado. Sin embargo, ella nunca llegó a visitarme ese dichoso día. Tal vez continuaba molesta conmigo, y no la culpaba, porque en las últimas dos semanas había estado tan distanciado de nuestra relación y de ella que hasta yo me había enfadado. Por mucho que la llamara o llenara su teléfono de mensajes, Catherine lo mantenía apagado e ignoraba por completo mis intentos de informarle sobre los últimos acontecimientos.

La propia Alexia se había presentado en su casa con la intención de descubrir si ella estaría dispuesta a reunirse conmigo. No consiguió verla tampoco, porque Patrick repitió hasta la saciedad que su hermana menor se negaba a recibir visitas. En cuanto estuviera libre de compromisos —es decir, después de que Jacob me diera buenas noticias—, abandonaría la empresa familiar e iría a buscarla, ya sin más ataduras.

Dos días antes me había reunido con mi hermano en el salón de mi casa, dispuesto a solventar nuestros problemas antes de pasar a la acción. Gracias a su abogado, perfeccionamos el borrador en el que yo renunciaba formalmente a un puesto que ya no deseaba y nombraba como mi sucesor legal a mi hermano pequeño. Por supuesto, era necesario el consentimiento expreso de nuestro padre para que se llevase a cabo. Bart no era tonto, incluso en una cláusula de mi contrato especificaba que él continuaría poseyendo el 49% de acciones, diferenciándose de mí por un simple 1%. Jacob me explicó los motivos por los que necesitaba los permisos que yo poseía, creyendo que no me convencería con sus promesas de ayudarme. Como muestra de confianza hacia él, le confesé los motivos por los que intentaba mantener a Catherine distanciada de mí.

El mensaje que había recibido a mi número de teléfono no era un simple texto, sino que eran fotos mías... y de Catherine. Alguien nos estaba siguiendo y yo sabía que no tenía buenas intenciones.

Jacob examinó con detenimiento las nueve imágenes que le pasé, incapaz de ocultar su reacción de pánico. Había duplicado la seguridad que normalmente mantenía alejada de casa, la distribuí de tal modo que protegieran más los alrededores de Catherine que los míos. Y, por si no fuera suficiente, había puesto patas arriba mi propio hogar, asegurándome de que no habían instalado cámaras mientras yo estaba fuera. Mi mente regresó al presente al notar la primera vibración de mi móvil, y acepté la llamada sin pensarlo.

Cuarenta semanas [Los Ivanov 1] [COMPLETA]Where stories live. Discover now