Semana 9

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«No puede ser

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«No puede ser. Tiene que estar bromeando», pensé.

Un nudo se había formado en mi garganta y otro en la boca del estómago, imposibilitando que continuase masticando el dulce de chocolate blanco que seguía en mis manos. Inicié una inquieta caminata por los alrededores de Central Park, percibía la mirada de Alexia quien, lejos de inmutarse, terminaba de devorar su quinta o sexta barrita energética. Jamás entendí cómo, después de todo lo que engullía, no engordaba ni un gramo.

Esa mañana, Central Park estaba misteriosamente tranquilo. La multitud no se aglutinaba frente al lago para alimentar a las aves que se posaban en las pacíficas aguas, las colas de las cafeterías no superaban los cuatro individuos y una cálida brisa ahuyentaba los temblores matutinos. Sin embargo, a pesar de ese idílico paisaje y lugar, sentía tal nerviosismo en mí que hasta el bebé parecía dar saltos.

No era posible, pero igualmente lo imaginé.

Nof tienfes escafpatoria, Catherinfe apenas entendí las palabras de mi amiga, que tenía la boca llena de comida.

Mi hermano deseará matarme, y no solo a mí. ¡Buscará a Dimitri después! Lo someterá a una prolongada y dolorosa tortura de la que no podré salvarlo ni advertirlo. No termino de convencerme de que ya esté de vuelta repetí.

Patrick no desaparecerá por arte de magia.

Ya lo sé, tonta. ¿Cómo le cuento que estoy embarazada?

Si Dimitri no se desmayó cuando se enteró, él tampoco lo hará.

Puse las manos sobre mis caderas y la fulminé con la mirada.

No es esa la reacción que temo ver, querida.

Ella abrió la boca para replicar, sin embargo, una bocina la interrumpió. Con rapidez, ambas centramos nuestra atención en el conocido vehículo que mi hermano había adquirido dos años atrás. Mi respiración dejó de funcionar. Lo primero que él hacía todos los años, tras su regreso de California, era ir en mi búsqueda. Mis padres habían tenido que desvelarle mi ubicación, pues yo había pasado la noche en casa ante la ausencia de las clases. No, no es que hubieran terminado. Simplemente era fin de semana.

Patrick estacionó en el primer hueco libre que localizó y, mientras acortaba los metros que nos distanciaban, lo estudié: parecía estar más alto, e incluso más ancho de pecho. Su cabello castaño, del mismo tono que el mío, se había esclarecido gracias a los rayos de sol, diferenciándose del color de sus ojos. No me percaté del momento en el que me rodeó con los brazos y me estrechó con fuerza contra él. ¿Había estado yendo a un súper gimnasio o yo me encontraba ante un doble? El color azulado de sus ojos se encontró con los míos, y esbozó la sonrisa que denotó lo feliz que se sentía de verme.

¿Sorprendida? Quiso saber, con ironía. Caray, hermanita. Hace meses que no nos vemos, pero creo que has engordado un poquito. Estás más rellena en los mofletes y en las caderas comentó sin mucha sutileza, resaltando lo que era evidente.

Cuarenta semanas [Los Ivanov 1] [COMPLETA]Where stories live. Discover now