Semana 39

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Descansé los codos en el carrito de la compra mientras Dimitri tiraba de él

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Descansé los codos en el carrito de la compra mientras Dimitri tiraba de él. Puse los ojos en blanco una vez más y me eché a reír. Él no era capaz de creer que todavía fuera capaz de caminar: mi vientre había aumentado unos centímetros más. A pesar de los hechos, podía moverme sin muchas complicaciones. Era domingo, 13 de noviembre concretamente, y los centros comerciales estaban abiertos por un solo motivo: Navidad. Aunque todavía restaban varias semanas para que esta diera comienzo, los centros comerciales se apresuraban a adornar sus escaparates con cientos de adornos con tal de ser los primeros en realizar las primeras ventas. Cada año la Navidad se adelantaba más, por lo que no me extrañé de ver los carteles de Papá Noel colgando en una de las tiendas.

Me removí un tanto incómoda y fruncí los labios. Los dolores habían acrecentado en los últimos tres días y Dimitri desconocía ese hecho. Temía que, si confesaba ese malestar, me llevaría de vuelta al hospital y me obligaría a permanecer tumbada e inmóvil durante los próximos días. Dimitri no podía evitar ese lado sobreprotector suyo, no obstante, yo le adoraba más en ese aspecto, si era posible. Estábamos comprando el mobiliario para la habitación del bebé.

Colores tono pastel, dije. Y todo lo que había en el carro era ropa rosada o violeta.

—Son preciosos —repetí por enésima vez—, es decir, mira el tamaño de la ropa. Parece que van destinados para un muñeco y no un bebé. No puedo creer que estemos tan cerca de la fecha.

—Ya tenemos la cuna y prácticamente todo el mobiliario. Nos falta completar la ropa, los biberones, chupetes, pañales... —releyó la lista y resoplé.

—La has leído tantas veces que la sé de memoria —le di un codazo, sonriente.

Besé su mejilla con rapidez y giramos en uno de los pasillos.

Tras pagar con la tarjeta de crédito, subimos al coche, al mercedes rojo. Jacob había realizado un viaje en coche junto a Alexia y volverían en avión esta misma noche. Estaban aquí en estos momentos, exactamente desde hace cuatro días. Querían celebrar una cena en familia, y yo acepté encantada. Mis padres y Patrick vendrían también. Solo había transcurrido casi dos semanas desde la despedida y ya les añoraba muchísimo.

—¿Lo tenemos todo además del mobiliario, cierto? —Dimitri apoyó una mano en mi vientre y lo acarició, sin apartar la vista de la cantidad de bolsas del maletero—. La cena de esta noche será magnífica. Eso sí, prométeme que no te esforzarás demasiado, ¿de acuerdo?

—Por favor, cariño —repuse al instante—. Ayudaré en todo lo que me sea posible.

—Tú misma lo has dicho —cerró la puerta del maletero—: En todo lo que te sea posible.

Volví a poner los ojos en blanco y me deslicé en el interior del coche, no sin antes llevar a cabo un tremendo esfuerzo para poder abrochar el cinturón. Maldita sea. Mi vientre era enorme, jamás creí que llegaría a estar de esta forma. Dimitri subió al lado del conductor y fue él quien terminó de abrochar el cinturón mientras me dedicaba una de sus sonrisas. Arrancó el coche y regresamos a la carretera. Llegamos a casa en cuestión de minutos.

Cuarenta semanas [Los Ivanov 1] [COMPLETA]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora