Semana 8

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Estaba inquieta

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Estaba inquieta. Bastante nerviosa, añadiría yo. Jugué con mi anillo de plata mientras esperaba a que la puerta de mi dormitorio sonara. Desconocía el motivo, pero este anillo que había encontrado por casualidad me consolaba en los momentos donde la ansiedad amenazaba con aparecer. Muchos consideraban a las personas que tenían ese problema como histéricas y exageradas, sin pensar por un instante en que no todos afrontábamos una situación de igual forma. Mi ansiedad aparecía siempre que me tocaba hablar en voz alta durante las clases o en la época de exámenes. También en ese instante, en el que esperaba la llegada de mi «invitado». Transcurridos tres minutos y un segundo —llevaba la cuenta— los nudillos golpearon la puerta con suavidad. Me contemplé rápidamente en el espejo para asegurarme de que estaba presentable, y le di la bienvenida con mucha timidez.

—Gracias por presentarte —dije.

—Me ha alegrado ver tu nombre en la pantalla de mi móvil. —Nate cargaba varios libros bajo el antebrazo izquierdo, los sostenía con firmeza. No perdió la sonrisa cordial y coqueta en ningún momento—. ¿Es aquí donde vives?

—Sí. Comparto el apartamento con una amiga.

Cerré la puerta y arrimé las sillas al escritorio.

Tenía planeado ir de compras con Alexia por la tarde; recorreríamos la calle que yo había encontrado dos manzanas más allá de la clínica. Era sábado y queríamos aprovechar una de las últimas tardes de libertad. Además, la mayoría de la ropa que yo poseía era demasiado ajustada para portarla en la universidad mientras mi vientre aumentaba de volumen. Tenía que tomar prestadas sudaderas de deporte para tapar el no tan evidente embarazo.

Pero, antes de ello, había optado por estudiar el último tema de las asignaturas de cuantitativas —matemáticas y estadística— esa misma mañana. Para ello precisaba de la ayuda de Nate. Había conversado con él a lo largo de la semana por mensajes de texto, lo cual me había sonsacado alguna que otra sonrisa. Sin embargo, el rostro de Dimitri aparecía en mis pensamientos cada vez que leía su nombre.

Y es que no sabía nada sobre él desde hacía dos semanas. ¿Estaría bien? ¿Le molestaría recibir un mensaje mío como su supuesta amiga? Fue él quien dijo que contactaría conmigo cuando pudiera y, hasta el momento, no lo había hecho. Como la tonta que era, me preocupaba por su bienestar cuando, probablemente, él estaría ocupado entreteniendo a su prometida. Y no precisamente a través de videojuegos.

Nate esperó con paciencia a que yo dijera algo y, cuando regresé a la tierra y abandoné mis suposiciones y mis repentinos celos, suspiré.

—¿Por dónde comenzaremos? Tengo mucho por estudiar y los exámenes están a tan solo unas semanas. —Me lamenté, descansando las manos en mis caderas.

—Estoy seguro de que los aprobarás. —Él tomó asiento y colocó los libros sobre el escritorio. Remangó la sudadera a la altura de los codos, dejando a la vista su tez bronceada, y palmeó el asiento de la derecha a modo de invitación—. Según has comentado, estás con técnicas... ¿cuantitativas? ¿O has entrado en el terreno de las cualitativas?

Cuarenta semanas [Los Ivanov 1] [COMPLETA]Where stories live. Discover now