Semana 25

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Soplé al mechón de pelo que resbalaba por mi frente, al antisistema que logró abandonar el recogido que había atado con dos gomas para el pelo

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Soplé al mechón de pelo que resbalaba por mi frente, al antisistema que logró abandonar el recogido que había atado con dos gomas para el pelo. Todo aquel que me viera con el desaliñado moño y la camisola de tirantes creería que me había transformado en una anciana de noventa años. Mantuve la pierna izquierda doblada y la derecha extendida sobre la mesita de café, donde el suvenir de pintaúñas se extendía de un extremo a otro. Alexia había rebuscado en lo más inhóspito de su armario —tenía una habitación tan grande que podrían dormir seis personas en ella— para encontrar el estuche de cuero en el que guardó los pintaúñas, semanas atrás.

Había pasado la noche en su casa, y sus padres tuvieron la amabilidad de invitarme a comer hasta que los míos regresaran de su inesperado viaje. Al parecer, cumplían quince años de casados y por ello planificaron una escapada de un día y una noche a Nueva Jersey. Fueron lo suficientemente precavidos para impedir que mi hermano o yo nos enterásemos de sus planes, provocando que el primero fingiera que no le importaba perderse el festival de música que se celebraba esa misma noche. Yo me alegré por ellos. Siempre estaban trabajando, no disponían de ningún descanso más que una o dos semanas libres al año, por vacaciones. Mi propósito inicial era el de pasar la noche en casa de Dimitri, sin embargo, mis padres se preocuparían por mí y arruinarían su velada. Les convencí de que estaría con Alexia e, incluso, les mandé una foto para que estuvieran tranquilos. Supuse que todavía no confiaban en Dimitri porque no lo había presentado a la familia.

Intenté alcanzar el dedo pulgar con la brocha humedecida en el pintaúñas violeta, de verdad que quise hacerlo. Pero mi vientre me impedía estirarme como yo requería.

—Tendrías que dejarte los batidos de chocolate a las tres de la madrugada. —Alexia se llevó a la boca una palomita recubierta con mantequilla. La tomó del cuenco de porcelana que descansaba entre nosotras—. De verdad, estás engordando en exceso. Pensarán que estás embarazada —bromeó, tomando otro puñado de palomitas con la mano.

—Hoy te has levantado más graciosa de lo habitual —ironicé.

—Mi humor es igual de fabuloso que de costumbre. —Se acomodó entre las almohadas de pelo, reclinándose al igual que una reina en su trono—. ¿Qué diantres está haciendo? ¡Se suponía que Elena quiere a Stefan! —gritó a la televisión con evidente enfado.

—La protagonista es inteligente y ha sabido rectificar en el momento idóneo.

—¿Cómo dices? ¡El otro vampiro es un psicópata! Esta serie es para adolescentes.

—No he sido yo quien se ha visto prácticamente cuatro temporadas en una semana.

Alexia estaba adicta a las series, principalmente a las que emitían en Netflix. Anotó en una libreta el nombre de la serie que acababa de terminar junto a una puntuación que, posteriormente, publicaría en un blog que acababa de abrir. Decía que el mundo se dejaba llevar demasiado por las modas, que las últimas series estaban dirigidas para un público que no deseaba pensar demasiado. Yo respondí que para eso existían, para que las personas se olvidaran de sus problemas y no estuvieran preocupadas mientras las veían.

Cuarenta semanas [Los Ivanov 1] [COMPLETA]Where stories live. Discover now