capítulo 60

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Capítulo 60
Mimi Rosé
La mas bella canción.


El último latido de la música suspendido en el aire es como una promesa cumplida. Mis ojos recogen cada detalle de Luka sobre el escenario, su presencia una silueta de triunfo contra los destellos de los focos que ahora se apagan. Es increíble pensar cómo hemos llegado hasta aquí, a este instante donde el tiempo parece querer regalarnos un respiro de pura perfección.
Siento que mi corazón late al compás de un silencio que ya no nos pertenece, que el escenario retiene solo para él. Y justo cuando el eco de la última nota acaricia los rincones del auditorio, Luka deja su cello y dirige su mirada hacia mí. Hay algo en esos ojos claros y brillantes que siempre supo entrometerse suavemente en mi alma. Ahí está él, completamente sólido y sorprendentemente sobrio, una figura reinventada por el fuego implacable del cambio.
Entonces, con la destreza de quien ha conquistado un imposible, Luka corre hacia mí. Sus pasos resuenan con la urgencia de una marea. Al abrazarme, nos envolvemos en una burbuja de emoción compartida, nuestras historias tejidas con la misma hebra de resiliencia.
──De verdad quiero casarme contigo…
──Hagámoslo entonces. ──Respondo con una inmensa sonrisa.
──Hagámoslo.
Tomo mi teléfono con manos que aún tiemblan de entusiasmo y tecleo el número de Bradley. Su tono sorprendido y jubiloso al recibir la noticia me contagia una risa que es mitad nervios, mitad euforia.
──Necesito tu ayuda. ──digo, y la promesa de su
──lo que sea. ──es el primer paso hacía la aventura que nos espera.

Luego viene la llamada a mi madre, su voz atraviesa las millas y los años con una calidez que derriba la sorpresa inicial. Ella siempre anheló este día tanto como yo, tal vez más.
Y por último, llamo a Francia, la necesito. Ella es magia pura al momento de organizar. Llegar a casa se siente como estar en la nubes luego de una noche llena de emociones.
Miro hacia nuestro jardín, ese pequeño universo de paz que he ido esculpiendo para nosotros. Está lleno de rincones que cuentan historias de crecimiento y colores que susurran sobre el futuro. Mañana, se convertirá en el escenario improvisado de nuestro amor, una ceremonia tan auténtica y vibrante como la nota final de un concierto inolvidable.
Luka toma mi mano y nosotros, juntos, salimos a ese jardín. La tierra está fresca y el cielo se va oscureciendo, pero cada estrella que aparece nos sonríe, testigo del tumulto de nuestro presente.
──Será perfecto. ── dice él, mirando el espacio que pronto albergará nuestra promesa eterna.
Y en su voz, encuentro todo lo que necesito saber. Mañana nos casaremos y, así como Luka con su cello, crearemos la melodía de una vida que ha sabido esperar su momento para entonar su más hermosa canción.

****

Abro los ojos con la primera caricia de la luz del amanecer que se cuela entre las cortinas. En mi mente todavía danzas las melodías de una noche iluminada por los focos y la promesa de un “sí” liberador. Hoy, se entrelazarán nuestras vidas en un lazo etéreo, íntimo. Y mientras me envuelve ese pensamiento, salto de la cama ansiosa por comenzar.
Los preparativos del jardín ya están en marcha cuando me asomo a la ventana. Las primeras horas de luz pintan de dorado las figuras que se mueven allí afuera con una coreografía precisa y llenos de alegría. Puedo ver a Luka, él está al centro de todo; su silueta se mueve con la gracia de quien entiende que cada detalle de este día lleva la relevancia de lo sagrado.

Desde mi perspectiva elevada, observo cómo coloca cada silla como si fuese una nota en una partitura, un esfuerzo por crear la armonía perfecta en nuestro pequeño rincón de paraíso. A ratos, levanta la mirada hacia el cielo, como buscando la aprobación de los astros o quizás simplemente absorbiendo la magnitud del momento, luego regresa a su danza entre los arreglos florales y las luces que se entrelazan por los árboles, delineando lo que pronto será el altar de nuestra unión.
Me giro para apartar la vista, para guardar la imagen en mi corazón, y me encuentro con el reflejo de mi propia felicidad en los ojos de mi madre. Está parada en el umbral de la puerta, sosteniendo el vestido que en pocas horas vestiré, y es en su mirada donde veo los espejos de todos los sentimientos que fluyen a través de mí.
Las lágrimas recorren su rostro en ríos de pura emoción, pero cada gota brilla con la luz que solo la felicidad pura y sincera puede destilar. Hay tanto en ese llanto: orgullo, alivio, gratitud, amor… Es el testimonio mudo pero elocuente de que este amor que Luka y yo compartimos ha superado barreras que en otro tiempo parecían insuperables.
Mi madre camina hacia mí con el vestido flotando a su alrededor como un halo, y sin palabras se inicia el ritual de preparación. Cada abrazo, cada ajuste de la tela, cada adorno que adhiere en mi cabello es una pincelada más en el lienzo de este día. No necesitamos palabras, nuestros corazones laten al unísono, nuestros sueños se entrelazan como los hilos del encaje que ahora adornará mi figura.
Mientras ella trabaja, me permito un instante más para volver a la ventana, para ver cómo Luka, ajeno a mi vigilancia, continúa dando vida al escenario de nuestro próximo capítulo. Su energía es contagiosa incluso a esta distancia, y un cosquilleo de anticipación me recorre la espina dorsal.
Hoy, con el sol como testigo y el jardín que yo cuidé como altar, reafirmaremos que en el amor, como en la vida, no existen imposibles. Se cerrará un capítulo plagado de tormentas y se abrirá uno nuevo, tejido de luz y promesas, eso que Luka y yo, juntos, llamaremos hogar.

Y así, en el refugio de esa habitación, entre vestidos y lágrimas, abro completamente mi corazón a un día que no estará marcado por la grandiosidad, sino por la sinceridad de un amor que, contra todo pronóstico, no ha hecho más que florecer.

Amor platónico Where stories live. Discover now