capítulo 40

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Capítulo 41
Mimi Rosé
Ahogo.

*Advertencia este capítulo contiene contenido sensible sobre Alcoholismo, adicciones o síndrome de abstinencia*



Seco mis lágrimas mientras conduzco por Chicago puedo notar mi cuerpo temblar. Intento mantenerme concentrada en el camino pero los nervios y las ganas de llorar no me lo permiten, soy un desastre…

Los pedazos de mi alma van quedando atrás a medida que avanzo y me alejo de la floristería, me duele todo esto, me hiere su silencio, su condena sin escuchar razones.

Freno de golpe al notar que casi me paso de largo una luz roja, los pitazos no se tardan en llegar.

──Lo siento… ──susurro rompiendo en llanto nuevamente, recargo mi frente en el volante. ──.  yo puedo.

Tomo una fuerte bocanada de aire, y me pongo en marcha, sigo las indicaciones del GPS, no soy buena al volante, soy un desastre pero necesito hacer esto sola, tengo que armarme de valor y hacer frente.

Aparco frente a una casa de dos pisos con un gran cerca a sus alrededores, llamo a Francia quien me indica que ya me abrirá.

Bajo del auto de Brady con mis piernas casi hechas gelatina, no sé cómo lo hice pero llegué.

La puerta principal se abre, Francia sale con el rostro desencajado.

──¿Qué paso?

Me toma del brazo, y nota el frio en mis manos.

──¿Viniste conduciendo tu? Mimi, estás helada.

──¿Dónde está?

Me guía por un pequeño camino de piedras que nos indica la entrada de la casa con acabados modernos, es nueva…

Puedo sentir a un el aroma a concreto y el césped mojado.

──Vine a traerle lo que me pidió. ──Sisea.

──¿Licor?

Francia abre la puerta, y el concepto minimalista nos da la bienvenida, cierra la puerta detrás de mi y pone un código cerrando todo.

──A ti. No deja de llamarte… ──mi corazón se detiene. ──. esta muy tomado, Mimi.

Trago grueso cuando la escucho.

──¿Quién le dio el licor? ¿Tu?
Niega sorprendida ante mi pregunta.

──Sabe a quien pedírselo. Lo tienen sin teléfono… ──Susurra y me guía hacia las escaleras flotantes de madera clara que guían hacia el segundo piso, puedo escuchar una botella rodando por el piso, y así es…  el cristal transparente llega a mis pies.

El olor del licor me invade, y puedo sentir mi estómago estrujándose.

Me siento como una cámara de presión con cada paso que doy, estoy siendo presionada a tal punto que me siento agobiada, ahogada y sin escapatoria de aquello que temo ver.

Me detengo en seco cuando lo veo recargando su espalda en un inmenso ventanal, tiene una botella en sus manos y lleva la misma ropa de hace días.
Solloza haciendo grietas en mi alma, grietas que van a dejar huellas.

Lleva la botella a sus labios y se la empina sin percatarse de mi presencia, sin notar que mis ojos derraman lágrimas por lo que estoy viendo.

Él se está destruyendo.

Se está matando y yo soy testigo de ello.
Cierra sus ojos con fuerza mientras sorbe el líquido, como si ese mismo líquido lo llevase a donde quiere, a olvidar, a sentenciar su destino.

Amor platónico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora