capítulo 52

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Capítulo 52
Mimi Rosé
Una terapia, un té y una nueva amiga.

Se acerca a mi con mirada intimidante, antes solía tenerle miedo, justo ahora lo único que siento es rabia hacia él. Le hizo tanto daño a Luka que me enfurece el solo verlo.
En vez de hacerlo surgir, lo único que consiguió fue hundirlo.
Le hizo creer que el alcohol era una perfecta vía de escape, lo lleno de este para tener el control de él y así poder robarlo.
Detesto todo de Ignacio, hasta la forma en la que respira colérico por tenerme en frente.
Ambos sentimos lo mismo por el otro, se que me detesta porque quitarle el control de aquello que lo enriquecía.
──Todo lo que gozas va a esfumarse. Él va a perderlo todo. ──Gruñe hacia mi.
Su voz me hace enojar.
──Él va a resurgir, en cambio tú vas a hundirte en tu propia miseria. Tengo las pruebas suficientes para mandarte a la cárcel por robo y enriquecimiento ilícito. 
Eleva sus cejas.
──¿Tú? ¿Mandarme a la cárcel a mi? No seas ilusa. ──Bufa.
Cierro mis manos en puño.
──Si. Yo. La fan que solo iba abrir las piernas. ──gruño con fuerza.
Da un paso hacia mi, siento temor pero no me alejo, le hago frente dispuesta a todo, no me hará nada, lo sé.
Estamos en medio de la cera, y no va a arriesgarse a ponerme un dedo encima.
──Hazlo. ──Lo reto.
Tensa cada músculo visible de su cuerpo conteniendo las ganas, John se interpone posando su mano en el pecho de Ignacio.
Me relajo al verlo.
──Ni se le ocurra. ──Sentencia.
Ignacio lo mira con desprecio.
──Yo fui el que te contrato.
──La jefa es ella. ──Dictamina.
Su mirada se enfoca en mi.
──Te reto a que me mandes a la cárcel, zorra. ──Espeta hacia mi.
──Asumo el reto. No voy a permitir que te salgas con la tuya. Luka no va sufrir más.
──Ahora es que le falta.
──Lárguese señor.
No se cómo, ni cuando pero unos oficiales aparecen detrás de él provocando que su rostro palidezca.
John señala a Francia quien sale de un costado de la camioneta, se acerca apresuradamente hacia mi.
Le dicen sus derechos a Ignacio quien pone resistencia, Francia me aleja de lo que sucede. Vemos cómo lo lanzan al suelo con un solo movimiento y lo esposan.
──¿Cómo…?
──John me aviso cuando lo vio, e inmediatamente llamé a la policía. Ya los cargos están puestos. No va a salir, no va a acercarse a Luka, él es quien va a hundirse. Sólo él. 
Asiento con mis manos temblorosas.
──Necesito ver a Luka. ──Susurro.
──Ok.
Levantan del suelo a Ignacio quien me maldice hasta que se cansa, lo meten a la fuerza en la patrulla y puedo sentir como mi cuerpo poco a poco empieza a calmarse.
Uno de los oficiales se acerca a nosotras y nos explica lo que sucederá ahora, ya no saldrá.
Francia llama a los abogados mientras subimos a la camioneta, puedo escuchar como narra todo lo que ha pasado y hace énfasis en que sea hundido en la cárcel.
Muevo mis pies con nerviosismo, bajo lo más rápido que puedo de la camioneta y atravieso las dobles puertas con prisa para acercarme a la recepción.
──Buenos días, ¿En qué puedo ayudarle?
──Luka Hauser. Necesito verlo.  ──Musito apresurada, la chica me observa algo confundida.
──No es día de visita.
──Yo… lo sé. Sólo, por favor. Quiero verlo. 
──Lo siento. No puedo hacer nada al respecto. ──Musita algo apenada.
La puertas se abren, y la psicóloga de Luka sale con su balso en mano y su abrigo ya cubriendo su cuerpo se detiene de golpe al verme.
──¿Mimi?
──Hola, Arielle. ¿Cómo estás? Yo… quiero ver a Luka.
Frunce sus labios.
──No es día de visita, Mimi. Las veces que te he dejado entrar ha sido porque es parte del proceso de Luka pero también debemos respetar las reglas de la institución. ──Dice con tono pausado y conciliador. ──. ¿Pasa algo? 
Resopló con fuerza, contengo las intensas ganas de llorar que siento. Arielle se acerca más a mi, posa su mano sobre la mía y tiene un especie de embrujo que calma mi ser con su toque.
──Iba a tomarme un té. ¿Me acompañas?
──Es que… ──susurro.
──No le hará bien verte así. Vamos por un té.
Insiste, y es verdad. Estoy alterada a Luka no le hará nada bien verme así, al contrario lo voy a angustiar y no es justo cuando está buscando paz y calma en estos momentos.
Asiento sin más y camino con ella, le señaló la camioneta y niega.
──Caminemos, nos hará bien a las dos. ──Dice muy calmada, el sol hace brillar sus hebras doradas, y sus ojos se ven más bellos ante los rayos del día. ──. ¿Naciste aquí?
Inquiere buscando conversación mientras caminamos.
──Si.
──Yo soy de Atlanta. Está brisa es algo nuevo para mí. ──Musita con la vista al frente.
──¿Por qué te mudaste?
──Bueno… me gradué con honores, y volví a Atlanta para casarme con el amor de mi vida, en ese momento mi vida se convirtió en un torbellino por las giras, no pudimos tener una digna luna de miel, hasta que las cosas se calmaron un poco.  Vinimos hace unos meses por nuestra luna de miel esa que debimos tener hace más de un año y nos enamoró la ciudad.
──¿Giras?
Se voltea a verme y sonríe.
──He escrito un par de libros que se hicieron famosos. ──Susurra.
Entrecierro mis ojos hacia ella, intento adivinar y elevo mis cejas al recordar su rostro en una entrevista televisada que dio hace unos meses.
──¿Respira? ──Me detengo de golpe.
¿Cómo no la reconocí?
──Oh, por Dios. Yo leí tu libro. ──Suelto.
Asiente con un lindo brillo en sus ojos.
──Whao. No te reconocí.
Bufa divertida.
──No te preocupes. El que me reconozcan me causa ansiedad. ──Dice guiándome por la calle. ──. Está es mi terapia. Trabajar y caminar siendo una desconocida.
Sonrío al escucharla.
──¿Y tu esposo? ──Inquiero curiosa.
──Mi ladrón de Dalias, es dueño de una constructora la cuál se ha expandido por todo el país. Tiene unas oficinas aquí.
──¿Ladrón de Dalias? ──Inquiero ella ríe divertida.
Llegamos a un restaurante con sillas fuera rodeadas de árboles inmensos, me guía hasta una mesa y nos sentamos allí.
──Es una larga historia. ──Susurra divertida. ──. Así como se robo mi corazón, robaba Dalias para mí.
Romántico.
Ella irradia paz…
Juega con sus anillos, y me escruta con su mirada, saca su teléfono para encender la pantalla y mostrármelo. Quedo embelesada con lo que veo.
Es una foto de ella junto a un rubio alto de cabello largo, lleva en sus manos a una pequeña bebé sonrío viendo a la pequeña rubia.
──Oh mi dios.
──Tiene tres meses, es nuestra vida entera. Se llama Dahlia.
Detallo más a fondo la fotografía, y lo recuerdo…
──El fue a la floristería a comprar Dalias Turquesas hace ya algún tiempo.
Arielle eleva las cejas. 
──Si, era mi ladrón de Dalias. ──Sonríe en demasía. ──. Con ellos aprendí que por un oscura que parezca la vida, una luz siempre te guiará. Sufro de ansiedad, no te imaginas siquiera como me sentí al tener a Dal, me asusté. Fue caótico pero cuando la tuve en mis brazos fue como si la vida me diera esas respuestas que tanto necesitaba. Me lleno de angustia al dejarla en casa pero salgo todo los días para demostrarme a mi misma que si puedo, y que todo estará bien. Todos  luchamos con grandes tormentas y todos tenemos las fuerzas suficiente para salir de ellas. Aquello que te atormente déjalo ir… 
Le extiendo el teléfono ella lo recibe viendo la fotografía.
──Temo que Luka recaiga. ──Suelto, ella me observa.
──Es normal tener ese miedo, las adicciones no sólo afectan a quien las padece, afecta a los familiares también. Viven con incertidumbre, temes ir a reuniones donde el licor este presente, y dudas si dice la verdad en algún punto. Lo entiendo, Mimi. Pero tú puedes trabajar en ello, puedes buscar esa luz en medio la oscuridad. Recomiendo que vayas a terapia también, es necesario para que trabajes tus miedos que son correctos y válidos. No debes invalidar tus sentimientos y pesares, sólo debes saber vivirlos y encausarlos de mejor manera para que en el proceso de sanación ambos salgan victoriosos.
Escucharla es como sentir pañitos tibios en mi cabeza que bajan con prisa esos miedos que brotaban por mi piel.
──Estoy aquí para lo que necesites, Mimi. Ya sea una amiga o una psicóloga. Solo debes decirme…
Asiento más calmada.
──¿Cómo le va? ──Inquiero.
──Le va bien. Está sanando y está ansioso por verte.
──¿No podría…?
Recibe su te helado.
──Hoy no. Mañana con gusto puedo ayudarte.
──Gracias.
──De nada.  Me hace falta una amiga… ──murmura haciendo hacia atrás su cabello rubio.
──Aquí tienes una Arielle.

Amor platónico Where stories live. Discover now