Capítulo 95

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Narra Julia

–¿Daddy?– lo llamé asustada, temiendo lo peor.

Él se sentó sobre la silla, obligándome a sentarme sobre sus piernas. Entendí al instante su objetivo, y comencé a removerme tratando de zafarme de su agarre para escapar, al menos hasta recibir una fuerte nalgada de su parte. Me asusté a pesar de que prácticamente no dolió por el pañal que traía puesto, pero es que el sonido que se escuchó combinado con la firmeza en el tono de su voz me aterraron. Me limité a llorar, aún sobre sus piernas.

–Compórtate, Julia.– soltó con autoridad y enojo para luego continuar –Lo único que conseguirás así serán más nalgadas, jovencita.

Ahí confirmé mi sospecha, y mi llanto se intensificó.

–¡Papi!– lo llamé buscando protección, y en un movimiento que prácticamente no pareció costarle el mínimo esfuerzo a daddy, me recostó boca abajo sobre su regazo.

–¡Daddy, no!– volví a suplicar, a pesar de no ser una opción que parezca estar dando frutos.

–No, Julia. Te dijimos que ya no habrían más advertencias– sentenció papi con seriedad, y pronto sentí que daddy comenzaba a despegar las cintas de mi pañal.


Narra Mateo

Julia volvió a removerse con desespero, continuando su llanto buscando bajar de las piernas de mi marido, quien pronto le dio otra nalgada que la hizo quedarse quieta por fin.

–Te prometo que en la siguiente ya no te amortiguará tu pañal, jovencita– soltó mi esposo, terminando de quitárselo. Lo tomé y lo enrollé para dejarlo caer dentro del basurero. Al volver pude verla levemente abrazada de la rodilla de Sebas.

No mentiré, quería consolarla, quería abrazarla y arrullarla y decirle que la protegería y que no tenía nada de que temer. Pero solo la estaría malcriando, tenía que aprender su lección.

Ahí recibió la primera.


Narra Julia

Arde. Arde de una manera indescriptible que solo te da razones para seguir llorando. Es una sensación horrible, y el dolor no ayuda a calmar tu desespero por huir.

Y luego recibí la segunda.

Ahí busqué calmarme, y aunque no podía contener mi llanto, traté de mantenerme lo más quieta posible por lo que dijo papi. No quiero recibir más de las que ya me darán.


Narra Sebastián

Le di su tercera nalgada y pronto noté que había dejado de removerse casi por completo. Ya no pataleaba ni buscaba huir, fue como si se resignara.

Me gustó verla así. Dócil, obediente, hacía más fácil el castigo.

–¿Sabes por qué te están castigando, Julia?– le preguntó mi marido, inclinándose en dirección a su rostro. Ella no dijo nada, se mantuvo en silencio a excepción de sus sollozos. Le permití tomarse unos segundos para responder, pero al notar que no parecía querer hacerlo; le di otra nalgada, que la hizo soltar un pequeño quejido.

–Responde, Julia– le ordené manteniendo la firmeza en mi voz, haciéndola soltar otro sollozo.

–Porque...– pronunció en voz baja, pero no continuó hablando, enfocándose nuevamente en sus sollozos. Tuve que darle otra para recordarle quién era la autoridad en esta habitación. Limpió sus lágrimas y continuó finalmente –Porque... le... le grité a mi maestra.

JuliaWhere stories live. Discover now