Capítulo 57

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Narra Julia

–Papi– susurré, y él me miró con confusión.

–Oh, nena...– soltó compasivo –... monita, sabes que no puedes quedarte solita en el baño.

–Y menos si acabas de desayunar, corazón– agregó daddy integrándose.

Bajé la mirada, de verdad me quería bañar, pero no sé si estoy lista para esto.

–Bebita, aún si prefieres bañarte volviendo de la escuela, será el mismo proceso, nena– soltó daddy acariciando mi mejilla.

Los miré unos instantes, y luego me giré para ver la tina, que ahora se encontraba a medio camino de llenarse. Papi colocó un mechón de mi cabellera detrás de mi oreja izquierda, captando mi atención para luego hablar.

–Lo haremos rápido, ¿está bien?– me hizo saber con una sonrisa compasiva que compartió daddy.

Finalmente, resignándome a lo que ocurra a continuación, alcé mis brazos, y pronto papi me despojó de mi camisa. Cubrí mis pechos cruzando los brazos y dirigí la mirada a otra parte, pero ellos no continuaron desvistiéndome. Volví a mirarlos, ahora se veían preocupados, y confundida, dirigí la mirada a mi abdomen.

Por fin.

Por fin lo logré.

Mis costillas ya comenzaban a marcarse, y no tuve que alzar mis brazos para notarlo.

No quería contener mi felicidad, pero tuve que hacerlo para no preocupar a mis daddies. Quería saltar, gritar y no volver a ponerme una camisa en mi vida. Pero me contuve, y pronto daddy me despojó de mi pantalón mientras papi se apartaba para cerrar la llave de la bañera. Daddy me quitó la ropa interior, eso fue un paso nuevo, nunca había estado completamente desnuda frente a ellos, pero estaba lo suficientemente distraída con la imagen de mis costillas como para preocuparme.

Entré y me senté en la bañera, mientras que ellos lo hicieron fuera de esta. El agua estaba tibia, y yo estaba cómoda pero mis daddies parecían aún preocupados, incluso decaídos. No quería verlos así, por lo que decidí hablar.

–Daddy– lo llamé –, papi– agregué para luego comenzar a saltar la mirada de uno a otro cada cierta cantidad de segundos . Ambos me miraron tratando de fingir una sonrisa de despreocupación –... les prometo que me curaré– concluí, y casi al instante comenzaron ambos a llorar.

Está bien. Ahora debo cumplir mi promesa.

–Mi nena– soltó papi acariciando mi cabeza.

–Sabemos que lo harás– dijo daddy ahora con una sonrisa genuina.

Limpié una única lágrima que recorrió mi mejilla y les sonreí a ambos. Papi dejó un corto beso en mi cabeza y se puso de pie para tomar el shampoo.

–¡Papi!– exclamé ahora con emoción por una idea que me acababa de surgir –¿podemos poner shampoo en el agua para que hayan burbujas?– añadí una vez se volvió a sentar.

–Tengo una mejor idea, nena– me indicó daddy justo antes de irse.

–¿A dónde va, papi?– le pregunté con confusión.

–Tranquila, bebé, en unos segundos estará de vuelta– me respondió colocando shampoo en su mano, para luego darme un masaje en la cabeza. Y como dijo, daddy estuvo de vuelta unos segundos después, ¡con una bomba de baño rosada en sus manos!

–¡Wow! ¿La puedo usar?– le pregunté casi en súplica, sin despegar la mirada de ella. ¡Nunca me he bañado con una!

–Claro que sí, corazón– me respondió papi, tomando algo de espuma de mi cabeza para ponerla en la punta de mi nariz, haciéndome reír.

–¿Quieres sumergirla tú?– me preguntó daddy, y yo no dudé en asentir.

La tomé con mis manos mientras papi seguía enjabonándome la cabeza, y me distraje admirándola mientras daddy se ponía de pie para tomar el jabón. Una vez se sentó, me animé a sumergirla, y no pude contener mi sonrisa ante la reacción que tuvo esta en el agua. Pronto toda el agua se volvió de color rosa, y yo me enfoqué en buscar un último trozo de la bomba en la bañera mientras mis daddies continuaban bañándome.


Narra Mateo

¡La nena se veía adorable! Teníamos que comprar más bombas de baño para la próxima vez que la bañemos, y tal vez incluso algunos juguetes para el agua que la distraigan. Pues, creo que fueron esos últimos los que hicieron falta esta vez.

Una vez terminé de lavar su cabello, miré a mi marido en busca de su apoyo, pues sabíamos que lo siguiente no le gustará a la pequeña. Él me asintió brevemente, haciéndome saber que estaba listo, y pronto comenzó a distraerla. Tomé el jabón íntimo que habíamos comprado antes de que llegara a la casa, y tratando de hacer el menor ruido posible; coloqué un poco en mi mano derecha para luego acercarme a la nena. Dejé un beso sobre su cabeza, como una disculpa de antemano, y afortunadamente ella seguía distraída con su daddy.


Narra Sebastián

Apenas mi esposo inició, la pequeña comenzó a sollozar rompiéndome el corazón. Traté de calmarla, pues el plan de distraerla ya no estaba funcionando más.

–Tranquila, monita, papi ya casi termina, ¿okay?– le hice saber con calma mientras la tomaba de las manitas –Nadie te hará daño, ¿está bien? Daddy no lo permitirá.

La nena cerró sus ojitos con fuerza y finalmente terminó Mateo, él se quitó el resto del jabón enjuagándose con el agua de la bañera y la abrazó tratando de evitar mojarse mucho.

–Lo siento, bebé... tranquila, ya pasó– soltó y ella parecía finalmente comenzar a calmarse –. Aquí está papi, bebita.

Finalmente, la pequeña talló sus ojitos ahora tranquila, y Mateo y yo nos turnamos para dejar un beso sobre su cabeza. Me puse de pie, y tomé una de las toallas en la estantería sobre el inodoro, para después extenderla frente a la nena, invitándola a salir. Una vez salió de la bañera, la envolví y llené su mejilla derecha de besitos haciéndola reír. La tomé en brazos y nos dirigimos con ella de vuelta a su habitación, donde escogió su ropa y la vestimos.

–Iré por tu teléfono y tu muñeca, corazón– le indicó Mateo mientras se marchaba del cuarto, y una sonrisa de emoción por parte suya me hizo reír.

Una vez mi marido volvió, y yo me encontraba cepillando el cabello de la niña; él le entregó su teléfono y su muñeca. Primero abrazó su juguete, y ahora con él en brazos, revisó las múltiples notificaciones sin responder en su pantalla bloqueada.

Vi de reojo la hora en su teléfono, aún faltaban poco más de veinte minutos para que la tengamos que llevar a la escuela. Sequé lo mejor que pude su cabello con la toalla, y finalicé besando nuevamente su cabecita. Ella me sonrió en respuesta, y luego miró a su papi manteniendo el gesto.

Mi little es preciosa.

JuliaWhere stories live. Discover now