Capítulo 11

5.3K 264 7
                                    


Narra Julia

Pasaron los días con normalidad. Durante los recreos hablaba con mis amigos, y presté atención en las clases. Pero hubo un día que, lejos de disfrutarlo, me dejó una marca.

Fue ayer, el jueves durante la hora del recreo.

Ese día mi tía me dio dinero para comprar algo de comer en la cafetería, pues me contaron que habría salmón en el comedor, y ella sabe cuánto odio el pescado. Mis amigos, por otro lado, se sirvieron y se sentaron conmigo.

Compré una bolsa de papas fritas, mis favoritas para ser precisos, y siendo sincera, disfruté cada bocado, incluso aún con los comentarios de Miranda.

–Te dolerá el estómago– advirtió riendo.

–Ya lo sabe– respondió Dani por mí.

Y era cierto, ya lo sabía, pero de verdad son deliciosas. Incluso Karen (la señora de la cafetería) me hizo el favor de ponerle de la salsa que traía ella para su comida, a mis papas, ¡me arrepiento tanto de no haberme fijado en qué salsa era! Saben delicioso con ella. Si Karen vuelve a traerla mañana, le compraré lo mismo que hoy, coma o no lo que sirvan en el comedor.

–Dios– exclamó una voz familiar a mi lado. No dudé que se trataba de María al ver los "ojos de huevo cocido" de mi amigo.

–Hola– susurré girando la cabeza para verla, y notar que a su lado se encontraban otras dos niñas, amigas suyas. No quería ser grosera, pero genuinamente quería que se fuera, siempre que me coquetea solo termina incomodándome.

–Linda... ¿no prefieres salmón?– preguntó María de forma ligeramente burlona.

Miré mis papas un segundo, me sentí algo avergonzada.

–¿Qué te importa lo que coma?– le dijo Dani con ligero enojo en su rostro.

–¡Dios! Daniel...– exclamó María, provocando risas en sus amigas –no quiero ser grosera, pero...– agregó mirándome para luego hacer un movimiento con sus brazos, los pasó por enfrente de su estómago, como burlándose de mí, llamándome gorda. Aquellas niñas que la acompañaban estallaron a carcajadas.

No mentiré, me sentí mal, humillada, triste. Estaba avergonzada, ¿de verdad estaba tan gorda? Miré mi estómago en busca de una respuesta. Sinceramente, al verlo me sentí peor, creo que sí engordé, traté de meter ligeramente la panza, pero no cambió mucho su aspecto. Pasé mi mano derecha por mi brazo izquierdo, me sentía tan avergonzada.

–Lárgate, hija de puta– dijo Dani, ahora sí estaba enojado.

–Cálmate– respondió ella, y sus amigas miraron a mi amigo con asco.

–Que te largues– agregó Miranda-

No pasó más tiempo para que finalmente se fuera, dejándonos por fin solos.

Nos mantuvimos en silencio un momento, hasta que finalmente Miranda decidió hablar.

–¿Estás bien?– me preguntó recogiendo un mechón detrás de mi oreja.

Me mantuve callada, la voz de María seguía en mi cabeza, resonando, rebotando en las paredes.

–¿Yo soy gorda?– pregunté ahora desanimada, mis amigos volvieron a crear un silencio.

–No dejes que te haga sentir mal, peque– me dijo Dani.

–Sí, ella es infeliz con su vida, por eso trata de hacerte sentir mal– agregó Miranda.

Sé que trataban de hacerme sentir mejor, pero hicieron todo lo contrario.

–Eso no responde mi pregunta– susurré, lo suficientemente alto para que escuchen.

El silencio volvió.

–No lo eres– respondió Dani.

–Dices que estás en tu peso saludable, ¿no?– preguntó mi amiga.

Ahí me surgió la duda, ¿seguiré estando en mi peso saludable? No me he pesado en alrededor de un año. Tal vez sí subí de peso.

No quise que el tema de conversación continuara, por lo que me limité a agradecerles por defenderme y consolarme, y cambié de tema casi al instante.

Eso sí, no volví a tocar las papas.


Narra Sebastián

–Mónica, ¿podrías cancelar mi cita de mañana? La del licenciado Cárdenas– le pedí a la chica frente a mí.

Debo admitir que Mónica ha sido tal vez la mejor secretaria que he tenido, y sinceramente ya me hacía falta una.

–Claro, señor... ¿alguna razón en específico?

–Quiero tener el día libre para convivir con la sobrinita de una amiga de la familia. Es una niña tan tierna– me justifiqué con una sonrisa.

–Que lindo, ¿vendrán en la mañana?– me preguntó.

–Así es, así que no vendré mañana– respondí alejándome de su escritorio, en dirección a la entrada del edificio de mi empresa –. Hasta luego, Mónica, linda tarde– me despedí cruzando la puerta.

La tarde la pasé con mi esposo, viendo una película y comiendo pizza. Apenas terminó esta, surgió el tema de Julia: la emoción que nos causaba el pronto volverla a ver, la idea de cómo sería el que fuera nuestra baby... no pude evitar sonreír al pensar en la pequeña.

Al irnos a la cama apenas pudimos conciliar el sueño, pero cuando finalmente lo logramos no despertamos hasta pasadas las 9am.

–Buenos días, cariño– llamó Mateo.

Me giré sobre la cama para encontrarme con su rostro, lo besé con una sonrisa y le respondí el saludo.

Ese día desayunamos hot cakes con mantequilla y miel. Puede que no se me dé bien el dibujo, pero sin dudas la cocina es lo mío.

–Amor, te quedaron increíbles– me dijo mi esposo.

–Gracias, cariño– respondí orgulloso y con una sonrisa –, hice un par de más para Julia, por si le da hambre– agregué terminando de lavar mi plato.

–¿A qué hora vendrán?

–A las tres, pero olvidé comentarte algo...

–Mhm, cierto, yo también debía decirte algo...

–¿Qué pasó?– pregunté con intriga.

–Fernanda y mi papá no podrán venir. Me avisaron ayer, antes de que llegaras– respondió.

–¿Por qué?

No me mal entiendan, mientras menos personas interrumpan nuestra convivencia con Julia, mejor. Pero me agrada mi suegro, y aunque no puedo decir lo mismo de Fernanda, me extraña que no vengan.

Mateo suspiró y se llevó una mano a la cabeza, pasando los dedos por las aberturas de su cabellera.

–Volvieron a pelear

Suspiré, me entristece mucho lo tóxica que se ha vuelto su relación últimamente.

–¿Y tú? ¿Qué me ibas a decir?– preguntó, sacándome de mis pensamientos.

–Algo parecido... Julia y Emma solo podrán quedarse un par de horas como máximo– respondí, entristeciendo a mi pareja –. Emma dice que debe solucionar algo en su trabajo.

JuliaWhere stories live. Discover now