Capítulo 60

3K 174 6
                                    


Narra Julia

A la hora del almuerzo salimos del salón y nos dirigimos al comedor, donde sirvieron pollo a la plancha y arroz con verduras. Esta vez sí puede investigar las calorías de cada uno, pero tuve que hacerlo rápido para que Miri no lo notase, pues se encontraba detrás de mí en la fila. Lamentablemente solo pude obtener información a medias, ¿cuántos gramos hay en una taza de arroz? Si son cien, entonces el pollo tiene menos calorías. Creo que solo comeré pollo.

Cuando me sirvieron en mi bandeja, le pedí a la cocinera solo un poco de pollo, y mis amigos me miraron extrañados.

–¿No tienes hambre?– me preguntó Miranda.

–No mucha– solté mientras tomaba nuevamente mi bandeja, después de agradecerle a la cocinera.

–Después te dará más hambre, peque– me advirtió Dani mientras le servían a Miri su comida.

–Puede comprar unas galletas– sugirió ella, y mi amigo parecía estar de acuerdo.

Ahora menos preocupada, me dirigí a una mesa, y después de mí se sentaron mis amigos. Okay, aquí viene lo difícil, ¿cómo mierda me grabo sin que se den cuenta?

–Okay, he esperado desde hace cuatro clases a que termines tu historia... por favor procede– me indicó mi amiga, haciéndome reír.

–Bueno, emm... hablamos los tres...– comencé a explicar, y no mentiré, mis nervios estaban a tope, pero sé que Miranda es confiable, sé que no se burlará ni se lo contará a nadie –... y emm...

–Ajá– me invitó Dani a continuar mientras se llevaba un tenedor con arroz a la boca.

–Me pro-propusieron... ser su... little– solté, y ambos abrieron los ojos como platos.

–Te lo dije– susurró Dani apenas tragó –. ¡Te lo dije!– exclamó ahora señalándome sonriente.

–O sea... ¿son tus daddies?– me preguntó mi amiga boquiabierta.

No mentiré, todo mi cuerpo temblaba aún, pero me alegré tanto por la forma en la que lo tomaron. No podría desear unos mejores amigos que los que ya tengo.

–Sí– susurré tratando de ocultar mi sonrisa de nervios.

–¡JA! ¡Págame, perra!– le exclamó Daniel a Miranda, quien rodó los ojos y sacó unos billetes de su bolsillo para luego entregárselos.

Ahora yo tenía los ojos como platos.

–¿Apostaron?– pregunté fingiendo indignación.

–Quiero que sepas, que me costaste ¡dos mesadas!– me comentó Miranda, ahora ella fingiendo indignación, mientras Dani carcajeaba.

Seguimos conversando un tiempo, pero yo no había tocado mi comida aún, pues estaba esperando a que casualmente vayan ambos al baño al mismo tiempo, y poderme grabar por fin, o al menos tomarme una foto.

–¿No te gustó?– me preguntó Dani.

–No lo ha probado– le respondió Miri.

–Es que casi no tengo hambre– solté tomando finalmente el tenedor y el cuchillo, para luego partir mi comida en trozos.

Fue ahí, en ese momento, en el que me surgió una idea de la que probablemente me arrepienta después.

Tomé el primer trozo con mi tenedor, y saqué mi teléfono fingiendo tomarme una selfie rápida y lo más discreta que pude, para luego enviarla al grupo que mencionó papi ayer en la noche. Luego lo guardé e vuelta en mi bolsillo y continué comiendo, supongo que lo siguiente es mandarles una foto del plato vacía.

–Peque...– me llamó Dani, y alcé la mirada en su dirección –... perdóname pero qué cringe me acabas de dar.

Miranda comenzó a carcajear, mientras él trataba de ocultar su risa.

Dios mío, qué vergüenza.

–Es que soy influencer– bromeé sonriente.

Debo buscar otra forma de hacerlo mañana.


Narra Sebastián

Saqué mi teléfono del bolsillo apenas escuché una notificación llegar, pues ya era hora del almuerzo y aún no recibíamos la foto de Julia.

–¿Es ella?– me preguntó Mateo mientras se llevaba un tenedor con spaghetti a la boca.

Sonreí al ver la foto, mi nena estaba comiendo pollito. No tardé en girar el teléfono en dirección a mi marido, para que él también pudiera verla, ocasionando que sonría enternecido.

–Qué linda mi bebé– soltó para luego continuar comiendo.

Me dirigí a WhatsApp y le respondí, haciendo saltar dos notificaciones en el teléfono de Mateo.

Yo: 🥰🥰🥰

Yo: Estamos orgullosos de ti, monita❤️


Narra Julia

Una vez volvimos a clases, saqué mi teléfono de mi bolsillo del pantalón y entré a WhatsApp, dispuesta a cambiar los nombres con los que tenía guardados a mis daddies, pues me gustó el mensaje que recibí de daddy, pero me sentía muy distante y fría teniéndolo guardado como "Sebastián". Pasados unos treinta segundos, me sentí bien nuevamente.

Yo: los quiero mucho💕

Papi💕: Nosotros también, bebita🥰

Daddy💕: Te amamos, corazón!!!

Sonreí al verlos responder, y posteriormente me dirigí al contacto de mi tía, cambiando su emoji de ser dos corazones rosados a ser uno rojo. Pues tenía miedo de confundirme en algún momento.

El transcurso de las clases fue lento y tedioso, al menos hasta que decidí utilizar mi teléfono para jugar. Por suerte la maestra no pareció haberse dado cuenta, y aún si lo hubiese hecho; no me dijo nada, así que continué. Jugué solitario durante el resto de lo que fue la última clase, y rompí mi récord, ¡gané en cincuenta y siete segundos! Ahora estaba feliz, o al menos hasta que caí en cuenta de que no les envié una foto a mis daddies de mi plato vacío. Bueno, incluso les dije que los amaba y no mencionaron nada sobre tenerles que enviar una foto así, tal vez no era necesario, ¿verdad?

Al sonar la campana, me dirigí con mis amigos a la entrada de la escuela. Me despedí de Dani y un par de minutos después de Miri, quedándome sola. Esperé un rato, debieron haber sido menos de cinco minutos pero soy muy impaciente, así que revisé mi teléfono en busca de un mensaje por parte de papi o daddy, uno en el que me dijeran que ya venían en camino, pero no lo recibí.

Tomándome por sorpresa, un auto se estacionó frente donde yo me encontraba de pie esperándolos, y no dudé en subir al reconocerlo.

JuliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora