Capítulo 82

1.3K 89 15
                                    


Narra Mateo

Se veía tan tiernamente estresada por no recibir lo que quería. Suspiró por la naricita para no soltar su chupete y se removía un poco en mis brazos, robándonos una sonrisa a mi marido y a mí.

–Papi– se quejo en voz baja, haciéndome reír ligeramente.

–Apenas nos digas, seguiré, ¿okay, corazón?– le expliqué nuevamente para luego besar su mejillita.

Volvió a suspirar y pasados unos segundos, finalmente respondió.

–Esh que...– comenzó a decir mientras tallaba su ojito derecho, y tanto mi esposo como yo soltamos una pequeña risa por lo adorable que se veía tratando de hablar.

–Nena... daddy va a guardar tu chupete unos segundos para que nos puedas explicar, ¿sí, mi niña?– soltó Sebas inclinándose para estar a la altura de su carita.

–Ño– soltó en voz baja para instantáneamente esconder su rostro de vuelta en mi cuello, ocasionando que nuestras sonrisas lleguen a un punto en el que no sea posible que crezcan más.

–Vamos, monita... solo unos segundos para que tus daddies te entiendan bien, ¿sí, corazón?– solté para luego dejar nuevamente un beso en su cabecita.

–Te prometo que te lo regresaré, linda... ¿sí?– agregó su daddy, y unos segundos después, finalmente salió de su escondite, aunque no muy convencida.

Sebas le quitó con gentileza el chupete, partiéndome el corazón con su gesto de tristeza, para pocos segundos después, divertirme con un quejido de estrés que soltó junto con una miradita de enojo. ¿Estaba haciendo un berrinche? ¡Mi princesa! Sé que debo regañarla por estas cosas, pero se ve preciosa dando pataleaditas discretas y removiéndose en mis brazos. Por suerte mi marido tomó el papel de daddy firme que yo no pude tomar.

–Nena, no– indicó con autoridad en su voz mientras se enderezaba para cruzar los brazos. La bebé se detuvo al instante y lo miró con frustración –. No quiero berrinches en esta casa, jovencita. Y mucho menos tenerte que castigar por uno.

La princesa le dirigió ahora una mirada de temor que me vi en la necesidad de consolar.

–Tranquila, bebita...– le hablé con gentileza, calmándola –sh, sh, sh, sh... aquí está papi, mi niña– continué para luego abrazarla con más fuerza un par de segundos –. Obedece, corazón, ¿okay? Recuerda que esa regla también existe– le comenté, y al instante se puso nerviosa.

–Lo siento– susurró haciéndonos sonreír.

–Tranquila, nena– la consoló mi esposo con calidez, para luego besar su frentecita –. Pero esta será la última vez que tendrás una advertencia, ya habíamos acordado esta mañana que estábamos siendo muy flexibles contigo– agregó haciéndola asentir con su cabecita, agradecida.

Mi nena. Mi princesita.

–Es que...– comenzó a explicar con nerviosismo en su voz –me... m-me dio miedo porque...– agregó tomándose cortas pausas –es que recordé...– se talló un ojito –cuando estaba escribiendo mis... mis reglas...– bajó la mirada, recibiendo un corto beso de mi parte –y ustedes d-dijeron... que...– se tomó un par de segundos para buscar nuestra mirada y luego volver a bajar la cabecita, haciéndonos sonreír –si me porto mal... ustedes m-me... darían nalgadas– agregó con un puchero haciéndonos soltar un "awww" a ambos.

–¿Tienes miedo de que yo te las dé, bebita?– le pregunté sonrientemente enternecido, volviendo a retomar las palmaditas que le di en un inicio, como prometí. Poco a poco comenzó a calmarse.

–Cualquiera de los dos– confesó en voz baja, robándonos una sonrisa y volviendo a tallarse el ojito.

Sebas acarició su mejilla y le acercó a la boquita su chupete, alegrándola un poco al recibirlo.

–Muy bien, nena...– la felicitó rozando la punta de su nariz con su dedo índice, haciéndola sonreír –ahora tienes una razón para comportarte como el angelito que sabemos que eres.


Narra Julia

Me asustó un poco el no haber sido consolada con un "no te daremos nalgadas fuertes", o quizá "quitaremos las nalgadas de los castigos". Y me mantuve nerviosa al respecto mientras terminaban de cambiarse de ropa. Al notar que daddy iba a quitarse la camisa, giré la mirada, pues sabía que asustarme ahora por algo que no podré evitar si es que llega en un futuro, no me servirá de mucho, solo me pondrá aún más nerviosa.

Una vez terminaron, daddy me tomó en brazos para colocarme en su cintura, tal como suelen hacer. Pero esta vez, en lugar de recostarme en su pecho, lo abracé por el cuello y dirigí mi mirada sobre su hombro, comenzando a recibir palmaditas en la espalda por su parte, mientras me distraía con las acciones que papi realizaba detrás suyo.

Una vez este notó mi mirada, me sonrió con dulzura, contagiándome el gesto. Y sin previo aviso, daddy comenzó a caminar en dirección a la puerta, permitiéndome ver a Koda aún sobre la cama. Arqueé las cejas y me removí un poco en sus brazos, tratando de evitar el lenguaje verbal, pues seguía teniendo el chupete en mi boca, pero él siguió caminando como si nada. Papi nos siguió, pero estaba distraído con su teléfono como para notar mi inconformidad o a mi peluche sobre las sábanas.

Finalmente, al cruzar el marco de la puerta, solté un pequeño quejido accidental que terminó alertando a daddy, quien me jaló con cuidado de vuelta a su pecho.

–¿Qué pasó, princesa?– me preguntó con preocupación en su mirada.

–¿Se lastimó?– preguntó ahora papi integrándose a la conversación, justo antes de escuchar que cerró la puerta.

–Kolla– solté en voz baja, ligeramente estresada.

–Es cierto, ¡su osito!– soltó papi en voz baja para rápidamente volver a entrar a la habitación y a los pocos segundos volver con él en la mano y entregármelo, provocándome una sonrisa.

Traté de pronunciar un "gracias, papi", pero aunque sé que ambos entendieron, les causó algo de gracia el resultado, haciéndome sonrojar para luego turnarse besando mi cabeza.

JuliaWhere stories live. Discover now