Capítulo 36

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Narra Julia

Apenas vi a Sebastián bajando las escaleras, corrí hacia él en búsqueda de su ayuda.

–¡Hola, princesita!– me saludó extendiendo sus brazos en busca de un abrazo de mi parte, que no dudé en darle.

Sebas me cargó y me colocó en su cintura, yo me mantuve abrazando su cuello.

–La nena dice que tú le diste su peluche, amor– le comentó Mateo desde el comedor a su esposo, y yo lo miré esperando a que respalde lo que dije.

–Sí, yo se lo di– soltó en un suspiro para luego mirarme –. Es que la escuché llorando en la noche.

Miré a Sebas con una sonrisa, para luego dirigir mi mirada a Mateo, en espera de su respuesta.

–Ay, mi vida... pobrecita– le respondió a su marido para luego dirigirse a la cocina.

Sebas me acercó a él, y finalmente me devolvieron a Koda a mis brazos. Lo abracé y me hundí con él en el cuello de Sebastián, que se dispuso a mecerme un rato, mientras se aproximaba al refrigerador.

–¿Qué les parece desayunar omelettes?– sugirió al ver los huevos que quedaban.

–¡Sí!– exclamé. No soy la mayor fan del huevo, pero ahora mismo siento que si no como algo, cualquier cosa, me desmayaré.

–¿Tú los harás?– le preguntó Mateo.

–Sí, yo los haré– respondió cerrando la puerta del refrigerador.

–Okay, pásame a la pequeña– respondió Mateo, y antes de que yo pudiera decir algo, ya me encontraba en sus brazos.

Miré a Mateo con una sonrisa que me respondió con un beso en la frente, y luego me recosté sobre su pecho, manteniendo a Koda en mis brazos. Me llevó al comedor, y se sentó en mi lugar, manteniéndome en sus piernas. Se mantuvo abrazándome por detrás, acariciando mi vientre sobre la pijama. No me molestó que lo hiciera, sabía que lo hacía con cariño, pero aún me siento insegura sobre esa parte de mi cuerpo.

Jugué con Koda unos instantes, hasta que finalmente llegó Sebas con nuestra comida. Le agradecimos y Mateo se puso de pie para dejarme sentada sobre mi lugar e irse al suyo. Sebas se sentó del otro lado y por fin pudimos comenzar a comer. ¡Estaba delicioso! Lo disfruté tanto... supongo que en parte por el hambre. Terminé antes que ellos, así que me animé a iniciar una conversación.

–¿Cómo durmieron?– les pregunté con curiosidad.

–Bien, nena– respondió Sebas.

–Bien, princesa, gracias– dijo Mateo –. ¿Y tú?

–Ay, pobrecita, si tan solo la hubieras visto– respondió Sebastián por mí.

–Aww, nena– soltó Mateo –. Lo sentimos mucho, no volveremos a quitarte tu osito, ¿okay?

Le sonreí y asentí.

–Gracias– respondí, recibiendo un cariño en la mejilla por parte de Sebas –. ¿Hoy haremos algo?– les pregunté, con el fin de saber si tenían algo planeado. Ambos levantaron las cejas brevemente, y pronto me respondió Sebastián.

–No lo sé... hay una pequeña aquí que sigue castigada– dijo, provocando que me encoja en hombros.

Había olvidado que estaba castigada.

–Así que no puede ver la tele, o usar su teléfono– soltó Mateo.

–Ni su muñeca– agregó Sebas.

Jugué con mis manos unos instantes, tratando de ocultar mis nervios. No quería decir algo que los haga enojar.

Se miraron mutuamente, para luego mirarme a mí.

–Pero quizás pueda dibujar conmigo– dijo Mateo, haciéndome sonreír.

–¡Sí!– exclamé –¿Podemos después de desayunar?

–Claro, peque– me respondió el mismo.


Narra Mateo

Estuve dibujando con la pequeña un rato en su habitación, mientras nos hacía compañía Sebas, quien no despegaba la mirada de TikTok.

–¡Amor! Mira esta receta– me comentó por enésima vez mientras me acercaba su teléfono. Rodé los ojos para divertir a la nena, quien no paraba de reír, y finalmente direccioné mi atención al teléfono de mi marido.

Me mostró un video de la preparación de unos hotcakes, dijo que era una receta japonesa que los hacía ver más gruesos. Me causaba impresión y se lo hice saber, pero él sin duda estaba fascinado, pues siempre ha amado la gastronomía.

Reí por su exagerada reacción, para luego caer en cuenta de que Julia había estado intentando captar mi atención todo este tiempo.

–Papi– soltó. Y al instante todos guardamos silencio, incluso Sebastián apagó su teléfono.

Me... me llamó... "papi".

Me llamó "papi".

LA NENA ME DIJO "PAPI".

DIOS MÍO. Sentí que en cualquier momento comenzaría a llorar de la emoción, mi corazón latía a mil por segundo. Sonreí porque no pude evitarlo, pero creo que no debí hacerlo.

No podía creer que me había llamado así. Sentí la mirada de Sebastián sobre mí, y finalmente caí en cuenta de que ella estaba a punto de comenzar a llorar.

–Perdón, perdón– comenzó a decir cubriendo su carita con sus manos –, perdón, perdón, perdón...– continuó mientras yo me ponía de pie.

–No, no, no... ey– susurré acercándome a ella. Pronto Sebas hizo lo mismo, pero ella seguía repitiendo la misma palabra de disculpas –. Ven, bebita, tranquila– continué mientras intentaba abrazarla, pero ella se quitó de mi camino y salió corriendo de la habitación por la puerta.

–¡Monita!– exclamó Sebas mientras ella se iba.

Una vez la perdimos de vista nos miramos a los ojos, inhalando y exhalando eufóricamente. Nos abrazamos, y debo admitir, comencé a llorar de felicidad.

–Amor... creo que, creo que es momento de decirle– me sugirió mi esposo.

Al instante la sonrisa se borró de mi rostro, ¿tan pronto? Pero... es que... carajo. ¿Consolarla y proponerle ser nuestra little

–Cariño, no– solté en casi una súplica.

–Ya sé, da miedo... demasiado... pero ya sabemos que es una little, ¿no?– argumentó él.

Me mantuve en silencio, y miré el dibujo que dejó ella sobre la mesa. Sonreí y limpié mis lágrimas.

Diría que estoy listo. Pero la verdad es que no.

JuliaWhere stories live. Discover now