Capítulo 15

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Narra Julia

Los días han transcurrido con normalidad. He estado yendo de visita a casa de Sebastián y Mateo seguido, incluso he llegado a ir sin mi tía; ella va al trabajo mientras que yo me quedo con ellos, de esa forma no me quedo sola en casa y aburrida.

Le comenté hace ya alrededor de una semana a mi tía sobre el concierto de Imagine Dragons al que quiero ir con Miranda. Afortunadamente no solo accedió a que fuera, sino que también pagó mi entrada, y apenas me lo comentó llamé a Miranda y se lo conté, claro, después de haberle agradecido a mi tía como nunca antes.

En cuanto al tema de mi... "ingesta de comida"... finalmente estoy bajando de peso, y rápido. Sé y estoy consciente de que el vomitar casi todo lo que como no es bueno para mi salud, pero será momentáneo. Solo hasta adelgazar lo suficiente. Y lo mantendré en secreto por dos razones:

1) no quiero preocupar ni a mi tía, ni a la gente en general que me rodea.

Y 2) tampoco quiero que me detengan.

Creo que me comienzo a acostumbrar al hambre, los primeros días están llenos de desespero y mal genio, pero descubrí que dormir me ayuda y que con el paso del tiempo, la sensación se vuelve una costumbre.

Hasta ahora nadie me ha hecho algún comentario sobre mi progreso en cuanto a mi peso, lo cual agradezco, pues prefiero no recibir comentarios en general. Pero si alguien me llega a preguntar, me limitaré a decir que entré al gimnasio por las tardes, después de la escuela.

–Peque, ¿tienes el trabajo de historia?– me preguntó Dani, recordándome en dónde me encontraba.

–Sí, ¿te lo paso?– le pregunté, y giré la cabeza a mi izquierda para verlo de frente.

–Por favor– rogó risueño, a lo que sonreí.

Sonó la campana que indicaba el receso, y no dudamos un segundo en tomar nuestras cosas para salir por la puerta del salón de clases.

Camino al comedor, saqué mi libreta de la mochila, mostrándole un mapa conceptual que hice la noche de ayer para la clase de historia. Él sacó su teléfono del bolsillo, tomó una fotografía y me agradeció nuevamente, haciéndome saber que ya podía guardar mi cuaderno.

–¡Julia, Dani! ¿Ya vieron qué hay de comer?– dijo Miranda mientras se acercaba a nosotros.

–No, ¿qué es?– le pregunté mientras Daniel se acercaba unos metros para ver mejor.

–¡Son nuggets!– exclamó para luego correr a la fila, y nosotras no dudamos en seguirlo.

Nos sirvieron alrededor de seis o siete, junto con puré de papa y una especie de ensalada de zanahoria, pimientos y desconozco cuáles eran los otros ingredientes, pero una vez nos sentamos a comer descubrí lo delicioso que sabía.

–¿Cuánto falta para su concierto?– nos preguntó Dani mientras se llevaba una cucharada de puré a la boca.

–Es pasado mañana– respondí felizmente. Estaba genuinamente emocionada.

–¿De verdad no te gustaría ir?– le preguntó Miri, a lo que mi amigo negó con la cabeza.

–Gracias, pero... es que yo sí tengo buenos gustos– comentó riendo.

Rodé los ojos y Miranda rió a carcajadas.

–Tú escuchas Metallica– se burló haciéndome reír. Yo también odio Metallica.

–No te metas con el amor de mi vida– respondió con una seriedad que, de no haber escuchado lo que dijo, te haría pensar que está molesto.

Hablamos de varios temas; las mascotas de Dani, lo cerca que estábamos de las vacaciones de verano, y las licenciaturas que ellos querían estudiar en la universidad. Yo, por el otro lado, no he decidido aún, y lo saben, al igual que saben que me tomaré un año para escoger debidamente.

Al terminar de comer llevé mi bandeja, plato y cubiertos al carrito de la vajilla sucia junto con mis amigos. Miré mi celular, aún tenía tiempo para ir al baño sin llegar tarde a la siguiente clase.

–Iré al baño, luego los veo– solté y al mirar a mis amigos asentir me dispuse a caminar en dirección al pasillo del edificio principal. Una vez dentro de este, subí las escaleras hasta llegar al segundo piso, donde me interceptó Francisco, sorprendiéndome.

Francisco es un chico ligeramente más alto que yo, de cabello negro y pecas que no se notan mucho por su tez morena. Alguna vez fue mi amor platónico en la primaria, pero una vez conocí bien su carácter, perdí toda atracción romántica por él.

–Julia, quiero hablar contigo– me dijo preocupándome, él nunca me hablaba, ¿qué tan serio podía ser el tema?

–Okay– susurré confundida para luego seguirlo hasta el final del pasillo, donde nadie nos podía escuchar.

Francisco me miró rápidamente de pies a cabeza y sonrió de manera burlona. Él disfrutaba de burlarse ligeramente de la gente, de una forma pasivo-agresiva. Es frío, pero a pesar de ello tiene muchos amigos en la escuela.

–¿Qué pasa?– lo interrogué cansada y desesperada por llegar al baño.

–Conozco tu secreto, Julia. Yo le di la nota a Miranda– soltó, y sus palabras cayeron como un balde de agua fría sobre mí.

Me mantuve en silencio, a la mierda vomitar, esto me preocupa más.

–¿Qué secreto?– le pregunté fingiendo demencia.

–¿Lo digo en voz alta?– me preguntó risueño, pero no me dio tiempo de responder –Que eres una little.

Sus palabras ocasionaron que mis ojos se abran como platos, mi cuerpo temblaba y no pude decir una palabra. Mi cara se tornó roja por la vergüenza, y ese imbécil se limitó a reír.

–Te escuché la otra vez hablando de ello con Daniel mientras paseaban a sus perros... vivo a unas cuadras de su casa– agregó.

Lagrimeé ligeramente, pero limpié la gota apenas esta salió.

–¿Qué quieres?– le pregunté ahora de mala gana.

–Quiero hacer un trato contigo– dijo, haciéndome saber que seguramente no tendré opción –. Te propongo lo siguiente; voy mal en un par de materias, debo bastantes trabajos... hazlos tú a mi nombre...– agregó para luego acercarse más a mí –y te prometo que no le mencionaré nada a tu amiga Miranda.

Ahí estallé en un mar de lágrimas, las cuales no tardé en limpiar, pues no quería que alguien se enterara de lo que estábamos discutiendo.

–Aw, no llores, pequeña, tranquila– dijo de manera burlona.

–Cállate, imbécil– le respondí pasando la manga de mi camisa por mis ojos con el fin de secarlos.

Rió cínicamente. Puto Francisco.

–¿Tenemos un trato?– preguntó sonriente.

Lo miré a los ojos, agradeciendo que el año escolar estaba a punto de terminar ya.

–Sí– susurré.

–Muy bien, te enviaré hoy lo que debes hacer– respondió para luego marcharse con una sonrisa de oreja a oreja.

Me dirigí en ese momento al baño de mujeres, donde no me retuve más y estallé en llanto. ¿Qué mierda hago ahora? No quiero que Miri se entere, sería espantoso, no quiero que sepa nada de esto. ¡Es mi vida privada, carajo!

Pensé por un momento en pedirle ayuda a Daniel, pero de hacerlo él amenazará a Francisco con golpearlo, y de ser así él no dudará en contárselo a Miranda para castigarme a mí. Un maestro tampoco es una opción, y por ende tampoco mi tía; ¿qué puede hacer ella? ¿decirle a la escuela?

Estoy jodida.

JuliaWhere stories live. Discover now